El Guardián de la luz

Capítulo 8

El sol brillaba con fuerza en mi último día en Oxford. No sabía qué palabra debería usar, por mucho que Gina me hubiese resumido lo que sucedería en el otro Oxford, hasta que no lo viera y viviera con mis propios ojos, estaba perdida.

–– Anubis tiene unos ojos muy bonitos. Cuando sea más grande, resultará intimidante –– dijo Gina.

Miré a mi Duobus con una sonrisa cariñosa. Estábamos acostados en la hierba del College donde había conocido a Agatha. Gina se sentía más segura hablando abiertamente.

–– ¿Miranda también era una lobezna cuando la conociste? –– pregunté mientras acariciaba a Anubis.

–– Oh sí. Miranda era adorable –– miró a su Duobus estallando en una sonora carcajada ––. Sí, ahora también sigues siendo adorable. Aunque ella era más pequeña que Anubis. Al ser una hembra, siempre suelen ser más pequeñas, pero Miranda es muy ágil. Cuando hacemos algún entrenamiento con otros Custodios, siempre suele ser la primera en llegar a la meta. Ya sea en carreras, o cuando entrenamos nuestros elementos. Igual yo me llevo algún golpe, pero ella es rápida.

–– ¿Cuándo sabré mi elemento?

Ella se encogió de hombros.

–– Yo tardé cinco días en descubrirlo. Estaba lloviendo cuando Miranda y yo salimos del edificio central –– me guiñó un ojo. Gina iba hablando de los edificios para que yo me fuese ubicando en los lugares que ella mencionaba ––. Y de camino a nuestra cabaña nos estábamos congelando. Hacía muchísimo frío y la lluvia nos estaba calando en los huesos. Levanté ambas manos para cubrirme y me di cuenta mientras corríamos que no nos estábamos mojando. Detuve el agua –– una sonrisa iluminó su rostro.

–– Tiene que ser increíble la sensación, no sé, ese poder.

Anubis me lamió la mano con la que le estaba acariciando. Sentí una leve compresión.

–– Ya lo verás. Cuando lo sientas, es una pasada. Hay Custodios a los que le sale el primer día, otros a la semana, otros tardan más, incluso una vez que lo encuentran, no son capaces de controlarlo.

Me incorporé mirándola con incredulidad. No quería que me pasara eso.

–– ¿Puedo no saber controlar mi elemento?

Gina se incorporó, cruzando las piernas. Miranda se apoyó en una de ellas y cerró los ojos, parecía en calma.

–– Sí, no tengo muy claro el por qué. En mi segundo mes, una chica, Custodio como nosotras, dejó de venir a Oxford. Nunca más supe de ella y sé que no es la primera vez que ocurre. Los Custodios que no se amoldan a su elemento, se marchan –– alcé una ceja preocupada. ¿Y si yo era una de esas? Gina pareció leer mi rostro ––. Rose, no te pasará a ti, para empezar tu Duobus es masculino, eso es muy raro, así que seguro que eso no te ocurrirá.

Miré a Anubis, sus ojos azules no quitaron su mirada de la mía. Me sentí esperanzada.

–– Cómo pude haber estado triste hace unos segundos y ahora, con esperanza y ganas de continuar –– susurré más para mí, sin apartar la mirada de Anubis.

–– Ya te lo dije, nuestros Duobus nos dan la fuerza que a nosotros nos hace falta para continuar, igual que nosotros se la damos a ellos –– Gina me dio una palmada suave en la rodilla ––. Irá todo bien.

Había pasado toda la semana haciéndole mil preguntas a Gina, muchas de ellas eran siempre las mismas, mi nueva amiga tenía mucha paciencia conmigo.

––¿Qué puedo hacer para agradecerte todo lo que estás haciendo conmigo? –– pregunté mirándola a los ojos.

Ella sonrió. Gina tenía una sonrisa contagiosa.

–– Lo dicho, tanto para mí, como para Miranda, es un honor haberos encontrado. Te presentaré a los tres Custodios con los que más he conectado. Además, con uno de ellos estuve saliendo el año pasado, así me das tu opinión.

Alcé una ceja. Amoríos en Oxford, eso sonaba muy bien.

–– Y yo echando de menos la universidad por todos sus dramas personales, creo que disfrutaré de nuevo –– dije riéndome. Gina me dio un toque cariñoso en el hombro.

–– Oxford te encantará. Te lo prometo, pero ahora, viene la peor parte –– me miró comprensiva.

Respiré hondo, hasta que mis pulmones no pudieron más y exhalé. Era el momento de pasar mi último momento con Lily y llamar a las amigas de mi madre. Había pasado toda la última semana con mi mejor amiga por la tarde y por la noche. Gina me explicaba cosas por la mañana, o simplemente cerrábamos los ojos, disfrutando de los rayos de sol.

La última tarde con mi mejor amiga, había llegado. Sabía que esto no era un adiós, pero tenía que reconocer que a partir de mañana, mi vida cambiaría completamente.

El apartamento de Lily olía a brownie, su postre favorito. El olor la hizo salir de su despacho con buen humor. Lo primero que mi amiga hacía al salir de él era acariciar a Anubis, él la adoraba. Supuse que era porque yo también lo hacía. Y esa tarde no fue distinta, tan pronto salió, acarició a mi Duobus y vino a darme un gran abrazo. Después de sacar el helado de vainilla de la nevera y de comernos la mitad del brownie, vimos nuestras películas favoritas. Lily estaba contenta y yo muchísimo más, hasta que me entristecí un poco cuando me preguntó a modo de broma si la iba a dejar o si me estaba muriendo.




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