El guardián del tiempo

2

 

Belial cierra el libro y lo deja sobre el buro al lado de su cama. Se sienta sobre el colchón cerrando sus ojos y rascándose la sien, mientras el sueño que tuvo cruza sobre su cabeza. En el sueño Lena le dijo que no está muerta, pero en el manuscrito está leyendo qué un grupo de hermanos que se hace llamar la Gracia de Dios quieren matarla o por lo menos uno de ellos.

Trata de pensar quien de su circulo social, podría encajar en la descripción del grupo de hermanos, pero Lena aún no ha hecho una descripción como tal de esos seres más que juegan videojuegos para poder escoger a la siguiente victima de sus asesinatos. No le queda claro aún, que tipo de asesinatos comenten...pero conociendo a Lena, supone que son criaturas de la noche, leyendas viejas que algunos se atreven a creer en este siglo.

Lena murió de un día para otro, simplemente recibió una llamada de Nathan, el novio de ella, diciendo que habían encontrado su cuerpo sin vida en el departamento que ambos compartían. Comentó que él médico forense, reportó que había sido un infarto mientras ella dormía.  Algo que él tampoco cree, pero su duelo aún está en la etapa de negación.

No ha soñado a Lena desde que murió hasta hoy, y ese manuscribo llegó después que ella murió con una carta de felicitación, que al terminar de leerla se puso a llorar y como un niño pequeño, buscó consuelo en su esposa. Quién no creía que su querido esposo, sufriera por una perdida de esa manera. Veía en él, que la relación que entabló con aquella joven de verdad era lealtad y amistad, a pesar de los veintiséis años de edad que los separaban, tenían dos años de matrimonio cuando él había conocido a Lena.

Llegué demasiado tarde.–Había dicho la joven cuando supo que él era casado.–Te haré la vida imposible por eso...–Bromeó todo el tiempo, porque se percató al pasar los días que esa joven, lo veía más como la figura paterna que le hizo falta alguna vez en su vida.

La hermosa mujer que tomó como esposa para toda la eternidad, le miraba desde la puerta del baño con una toalla rodeando su cuerpo y otra en la cabeza.

–Buenos días–alegó, caminando al tocador para sacar la ropa interior.–¿Ya pudiste terminar el prologó?

–Sí...–Murmuró el hombre encogiendo los hombros y levantándose. Llevando cada pensamiento otra vez al recoveco más oscuro de su mente.

Saludó a su esposa con un abrazo por detrás besando su hombro, saliendo después de la habitación para ir a desayunar. Fue un desayuno simple lo que se sirvió, cereal de avena en un tazón con mucha leche.

Leyó el periódico del día anterior que estaba sobre la mesa, las mismas noticias de siempre estaban sobre la primera plana: la crisis económica del país, asesinatos, política, escándalos y una que otra nota interesante que redactaba que se encontraría en tal página.

Mientras leía con atención la segunda página del periódico, escuchó los gritos de sus hijos ya despiertos, dispuestos a  desayunar su platillo favorito. Belial intuía que esta vez seria malteada de vainilla y un poco de pan tostado con mermelada de fresa o crema de avellana encima.

Belial estuvo un poco ausente a la llegada de sus dos pequeños hijos, Carol le aventó un poco de mermelada en la cara para poder llamar su atención, mientras el mayor de sus hijos, Dexter, reía y llamaba la atención de su pequeña hermana, su padre, que miró a ambos con el cejo fruncido, limpió su rostro con una servilleta.

–Carol...–Dijo en tono suave.

–¡Hola!–Exclamó la pequeña con un sonrisa inocente y tierna.

–Hola, nena.

Belial, tuvo que dejar de leer el periódico para terminar su desayuno, las hojuelas de avena estaban pastosas por estar tanto tiempo nadando sobre la leche y además, tuvo que jugar un poco con sus hijos mientras todos desayunaban.




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