Capítulo 18
Tristeza, un sentimiento bastante poderoso, lo suficientemente fuerte para romper a un alma; una persona. Una emoción que arruga al corazón, haciendo que sufra poco a poco, pero… había algo impórtate con este sentimiento, las lágrimas que caían sobre sus mejillas, aquellas pequeñas gotas eran capaces de liberar aquel silencioso dolor, de mitigarlo…
Quizás el dolor no desaparezca, el tiempo adormecerlo podrá. Quizás, el verdadero dolor, el que nos hace sufrir, puede volver serio y constante al hombre inflexible; incluso los faltos de espíritu se convierten más inteligente después un gran dolor.
Sus ojos ámbar se miraron de reojo la hoja de su espada, viendo como el teñido rojo relucía incesantemente, luego de unos segundos, su mirada entristecida se fijó en el cuerpo inerte, ignorando las miradas que le propinaban los demás.
Otra vez, la sangre derramo, una vez más, salvar a todos no pudo. De la ira, renació un segundo sentimiento dentro de su ser; la tristeza. Aquella emoción actuó, y las lágrimas cayeron sobre su rostro, tras tanto tiempo, experimento la tristeza, después de tantas sangres derramadas, el pecado matar fue lo que provoco que derramara algunas lágrimas, hasta que un rato paso y calmo aquella inminente tristeza pasando de nuevo, ser un guerrero sin emoción. Ahora, podía percibir dos sentimientos. Aun así, la ira era el sentimiento más predominante de su vacía personalidad.
Si, cuando lucho contra aquella bestia, abrió una segunda puerta invisible. Su mente entro en conflicto, al percibir una nueva “anomalía” y, por lo tanto, como siempre el cuerpo, quiso reparar el problema de manera automática, pero causo lo contrario.
– ¿Y ahora? – pregunto una voz espectral.
– No lo sé… – respondió en susurros, sumido en la oscuridad mientras se arrodillaba frente del inerte cuerpo, la sangre ajena mancho notablemente la armadura, sin embargo, no importo.
– ¿Y ahora? – repitió la misma pregunta.
– No lo sé… dije… – lentamente su voz se iba desgarrando. – Siento que estas personas merecen una segunda oportunidad para redimir su pasado… pero…. Todos sabemos la repuesta…. No hay tanta probabilidad de que una persona esté dispuesta expiar sus pecados….
– Ya veo – clavo su invisible mirada en el guerrero y lentamente sus manos se movieron hacia las mejillas del mismo, para posteriormente, acariciarlas suavemente, traspasando de manera fantasmal aquel yelmo, solo dejando que el tacto se sintiera en la piel del ser bélico. – los humanos… criaturas interesantes son, aun así, no son nada más que polvos de este infinito mundo, de la nada. Seres tan débiles… y a la vez… tan despiadados, que irónico.
– Tal vez, tal vez… pero, aunque este mundo este podrido, no puedo ni podemos negar que hay personas increíblemente bondadosas. Aquellas que son la chispa de la esperanza.
– Puede ser, pero de lo bueno también esta lo malo… esa maldad excesiva que habita dentro de su interior. – susurro formando una escalofriante sonrisa la entidad espectral. aquella que lentamente se estaba desvaneciendo de este plano humano – Algún día, nos veremos amado…
En silencio, su mirada fría observo como la figura finalmente se desvaneció y abandono completamente el mundo mundano.
Ahora tenía un problema. Si bien, su objetivo era recuperar su memoria, no espero que los sentimientos se entrometieran, era bastante peligroso por obviedades, tomando en cuenta que las emociones podían arruinar todo, pero como un hombre, criado y enseñado por otros, reprimiría sus sentimientos. Después de todo, el hombre fue criado para ocuparse de los problemas, no de los sentimientos como la mujer. Razones por la cual, el hombre era considerado insensible, siendo que estos pueden ser igual o más sensibles que la propia mujer, pero la crianza impidió eso, y debido a esa crianza, el hombre se vuelve cada vez más insensible y por decirlo de alguna manera, lógico o realista. No obstantes, había excepciones.
– ¿Qué has hecho? – pregunto atemorizada una voz temerosa, sonando femenina.
– Asesinar a quienes lo merecían – respondió aterradoramente calmado, sin echar un vistazo a la persona que lo veía. – mate al monstruo que se ocultaba en la piel humana. – finalizo en susurros, parándose en el acto, y así seguidamente caminar entre la multitud que por intuición se alejaban de él, de su presencia sofocante. Causándoles un pequeño escalofrió por su columna vertebral, al ver como el dichoso guerrero arrastraba el metal por el suelo, dejando que la sangre forjara un camino de un rojo oscuro.
Sin embargo, el ser de metal se sorprendió un poco, cuando a su lado estaba la misma civil que le acompaño en su largo viaje, aquella mirada tranquila y alegre ya no yacía en ella, su mirada era media oscura y agitada, estaba buscando repuesta.
– ¿Por qué hiciste eso? – Le pregunto. – había otras formas, ¿Sabes?
El silencio inundo el ambiente que había entre los dos, causándole cierta incomodidad a la mujer.
– Estoy incomoda… – hablo de nuevo, Berta, queriendo romper la tensión.
– Pues… – ladeo la cabeza y la miro como una si fuera una tonta. – no te sientas incomoda – termino de decir, causándole una mirada en blanco a la mujer por la estúpida respuesta que su acompañante dio.
– ¿Qué?...
Sin embargo, no recibió respuesta, el guerrero siguió caminando sin parar hacia su propio destino, con cautela se escondía entre la multitud, para esconderse de aquellos que lo estaban buscando por asesinar a una persona importante, bueno, ya era de hecho alguien muy buscado, solo que de alguna manera lograba zafarse de ciertas situaciones.
Paso el tiempo y el anochecer llego, ahora mismo, estaban sentado cerca de una fogata, esperando que el fuego recalentara sus cuerpos, aunque el guerrero se mantuvo tranquilo, la mujer era lo contrario, no podía quitar aquella imagen de su cabeza, cuando Khaos separo la cabeza del enemigo de su cuerpo en un rápido movimiento, y no pudo comprender, como el, tras aquella matanza, continúo calmado, como si no tuviera remordimiento para matar.
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Editado: 18.10.2021