Este capítulo se la dedico a todas las madres, a la mia, a la tuya, a las que ya no están y a las que en algún momento lo serán, las adoptivas, las de alma, a todas. Con mucho amor para ustedes.
— ¿Lograste entregar el trabajo a tiempo?
—Sí, pero por poquito no llego.
—Tienes que administrar tú tiempo mejor, amor.
—Lo sé, pero es que era el primer día de clases de Tere y no quería soltarla.
—Te entiendo.
— ¿Le quieres contar tu primer día de clases a Jessica, princesa?
—Sí—Joshuad le pasó el teléfono a Teresa.
—Hola linda.
— ¡Jessica!
—Te extraño.
—Yo también te extraño muuuuuchooo, papi no sabe jugar a las princesas.
—Lo intento—dijo Joshuad a su defensa.
—No te preocupes que cuando vuelva enseñaremos a papi a jugar, cuéntame, ¿cómo te fue en la escuela?
—Bien, me recordó al orfanato, pero es más divertida, ¿Cuándo vuelves?
Se me estrujó el corazón—No lo sé, linda, pero voy a tratar de que sea pronto, tu sigue portándote bien y ayudando a tu papi y sé linda con la abuela, ¿sí?
—Sí.
— ¡Jessica! ¡Jessica! —Mamá entró a la habitación —Hola, ¿has visto a mi hija Jessica?
No, otra vez.
—Tere, te llamo en un rato, me le das un beso a tu papi, te mando muchos besitos—Tere me lanzó besos desde el otro lado de la pantalla, yo hice lo mismo—Te quiero princesa.
—Yo también—colgué, para volver la vista a mamá.
—Jessica está en el colegio, Margaret.
— ¿Todavía? Pero ya es tarde, debería ir a buscarla.
—No, ya ella viene, venga siéntese.
Mamá me miró dudosa y luego se sentó.
—Disculpe soy un poco olvidadiza, ¿Cómo se llama?
—Soy Jessica.
—Oh, como mi hija.
—Sí, como su hija.
— ¿Usted tiene hijos? —preguntó mamá.
—Algo así, mi novio tiene una hija y la adoro.
—Mi hija Jessica tiene 6 años, es súper inteligente y dulce, es mi vida entera tamaño miniatura.
Sonreí.
—La he notado un poco triste y estoy pensando en que hacer para alegrarla—agregó mamá.
Flashback
Estaba sentada en el comedor haciendo mi tarea, no dejaba de pensar en lo que me dijeron en la escuela, ¿realmente soy fea y torpe?
—Tierra llamando a la mejor hija del mundo—alcé la vista hacia mamá— ¿Qué tienes linda?
—Nada.
—Llevas días teniendo nada, ¿no crees que ya llegó la hora de que tengas algo?
—Estoy bien, no es nada.
—Mmmm, suelta esos lápices, vamos a jugar.
— ¿A jugar?
—Sí, con los vestidos, maquillaje y hacemos un pastel para tomar el té.
— ¿Pastel?
—Sí, haremos el más grande del mundo, ¿Te gusta la idea?
—Sí.
— ¿Carrerita a ver quien se baña primero?
—Sí.
—Va.
Subimos rápido las escaleras, juntas y cada quien entró a su habitación.
Creo que ni me bañé bien, esa vez.
— ¡Mamá!
— ¡Me estoy bañando!
— ¡No sé qué vestido ponerme!
— ¡Ya voy!
Me senté en la cama temblando y mami entró a la habitación envuelta en su toalla de baño.
—Eso fue muy rápido, ¿segura que te bañaste? —asentí.
Mami prendió la televisión para que me entretuviera viendo muñequitos.
—Vamos a ver que encontramos aquí, cuéntame que usaría la princesa Jessica.
— ¿Puedo ser una princesa?
—Puedes ser todo lo quieras ser, mi amor.
— ¿Todo?
—Todo.
— ¿Cómo tú?
—Hasta mejor que yo.
—Wow.
Mamá eligió un vestido color limoncillo, muy ligero.
—Eres capaz de todo hija, no dejes que nadie te haga creer lo contrario.
— ¿Lo crees?
—Lo afirmo y lo confirmo.
Me ayudo a ponerme el vestido, yo elegí el de ella, nos arreglamos el pelo, y me dejó ponerle el labial.
— ¿Te gusta mami? —le pregunté cuando se miró al espejo.
—Me encanta.
Fuimos a la cocina, abrimos las ventanas, y prendimos la radio; música, harina y chispas de colores.
Incluso pude lamer la cuchara.
—Pero que tenemos aquí, dos ratoncitas en la cocina.
— ¡Papá! —fui y lo abracé.
—Hay una fiesta y no fui invitado.
—Mami y yo estamos jugando a las princesas.
—Oh interesante, ¿yo soy el príncipe, el rey o el sapo?
—Mami, ¿él que es? —le pregunté.
En ese entonces estaban peleados, pero yo no lo sabía.
—Es tu papá, pero podría decir un sapo.
—Oye—se defendió papá— ¿si me besas me convierto en príncipe?
—Busca otra princesa—dijo mamá.
—No necesito a otra, te tengo a ti, bueno a las dos.
—Qué dices Jessica, ¿lo dejamos formar parte del reino?
— ¡Sí!
—Yes—dijo papá, le di un beso en la mejilla—Falta el tuyo, princesa mayor.
A mamá se le escapó un sonrisa—Ustedes dos no tiene remedio—y le dio un beso a papá.
Sonreí, mamá me daba la fuerza que necesitaba para todo, hacia que olvidara todo y todo lo que ella dijera sabía que era la verdad absoluta. Me enseñó que puedo hacer todo lo que me proponga, que soy fuerte, que la familia es importante y que el amor existe, porque me lo daba ella, mamá era mi todo, nunca le pude decir lo mucho que la admiraba y la sigo amando.
Por eso me puse mal cuando ella no estaba, la única persona que me estaba enseñando a vivir, ya no estaba y seguía necesitando todo de ella, ¿Por quién iba a vivir ahora? Papá también estaba mal, tanto que él tampoco estaba, pero cuando pasó todo recordé, su amor aún seguía en mí y era mi deber seguir dando el amor que ella me enseñó, ella no hubiera querido verme mal y tenía que ser como ella, incluso hasta más.
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amor prohibido, hermanastros, confesiones secretros y amistad
Editado: 15.05.2020