El cielo había ennegrecido, la noche ya había caído y los habitantes comenzaban a retirarse a sus hogares para descansar, Aspída y su padre se encontraban juntos frente a una gran fogata cerca del centro del lugar, rodeados por los sobrantes de la celebración.
-Padre, esto está hecho un caos, la gente estará molesta si no limpiamos- dijo Aspída con un tono algo serio y preocupado
-Tranquilo, no hay de que preocuparse, Paris soltará a los cerdos al alba para que se encarguen de todo desperdicio así que no hay porque preocuparse- respondió Korsak para calmar a su hijo- Aspída, hay algo que quiero darte, es algo que debes tener.
- ¿Qué es padre? - Preguntó curioso.
-Acompáñame-
Ambos se dirigieron a su hogar, una gran cabaña de troncos, con unas enormes astas de ciervo y garras de oso como decorativo principal, en los límites del pueblo, mostrando así ser la residencia del gobernante del lugar. Ya dentro de su hogar, Korsak tomo un pequeño estuche metálico que se encontraba en lo alto de una repisa.
-Aspída sé que sabes cuan importante es este estuche para mí-
-Si, ese es tu tesoro, tu último recuerdo de mamá-
-Al menos la única pertenencia de ella que conservé hijo, mis memorias de tu madre son el bien más valioso que tengo, este estuche guarda un dije, el cual le perteneció a tu madre, obsérvalo atento-
Aspída tomó el dije, cuya joya era de color ámbar, sujeta por una cadena de plata; El chico la miraba con asombro dado que era la primera vez que veía una joya, esta era reluciente pero en su centro había una pequeña aglomeración esmeralda, que a contra luz resultaba relucir con gran intensidad.
-Este dije es la herencia de nuestra familia, si bien el pueblo tiene pocas décadas de haber sido establecida, este tesoro viene desde generaciones nómadas, tu madre fue la primogénita del anterior jefe, como su esposo ese cargo me fue asignado, pero yo no era digno de portar el dije- Explicó Korsak a su hijo-
-¿Por qué me explicas todo esto ahora padre?-
-Aspída, como primogénito de nuestra familia y así mismo el sucesor directo del legado de tu madre, este dije te pertenece, ahora tienes la edad suficiente para portarlo como sucesor de mi cargo, el día que yo deba retirarme tu habrás de dirigir a todos nuestros pobladores, serás aquél que ellos sigan depositando su fe- su mirada estaba fijada en los ojos de su hijo.
-Padre, no estoy preparado para convertirme en aquel que porte el pueblo en sus hombros, en el hombre que será responsable de todos aquellos que viven aquí-
-Lo sé hijo, eres un niño aún, esa herida en tu rostro es el reflejo de tu inmadurez y falta de habilidad, pero seré yo quien te guíe de ahora en adelante para convertirte en un jefe digno y capaz-
-Mi entrenamiento de caza era un juego a comparación de lo que se viene, ¿verdad? -
-Tú lo has dicho, prepárate, a partir de mañana empezaré a instruirte con severidad-
Tanto padre e hijo, rompieron la tensión del asunto con unas breves risas; Aspída miró una vez más aquel dije cuya joya era tan particular y lo colgó a su cuello, como muestra de aceptación ante su legado, terminada la charla, ambos se retiraron a dormir, la brisa fresca y los apacibles sonidos nocturnos daban por finalizado un día tan agitado. Mientras todos se encontraban descansando, había quien se encontraba de nocherniego, deambulando en la espesura del bosque, sus pisadas en el suelo boscoso eran enmudecidas por el trinar de los grillos, esa figura oscura, encapuchada y sospechosa tenía como objetivo dar la señal, pero, ¿a quién?.
Editado: 17.07.2019