El hielo de la reina

78. El retorno

—Sí, y también ha matado a mis padres y a mi hermano. Ella ha acabado con toda mi familia.

—Lo siento mucho, Hercus. Has sufrido más de lo que debería sufrir una persona en esta vida. —Lis esta vez solo colocó su mano derecha en la mejilla de Hercus—. Hasta entonces, permíteme estar a tu lado. Si alguna vez quieres venir a mí, yo te estaré esperando con los brazos abiertos. Y si es necesario, cuando llegue el momento, me alejaré de ti.

Hercus percibió tanto fervor y suavidad en sus palabras que lo hizo sentir un fresco en su espíritu. Dado que Heris era más reservada y seria, era la primera vez que recibía el cariño de una mujer de esa manera. Con ligereza y sin brusquedad, se levantó de la cama. Colocó sus manos alrededor de la reducida cintura de Lis y la atrajo hacia él, dándole un fuerte abrazo, haciendo que sus brazos fueran a su nuca. Ella era más baja que él, así que sintió su liso cabello blanco en su rostro.

—Gracias, Lis, por darme tu cariño.

Así continuaron por varios segundos. Aunque se sentía tan agradable abrazarla que no quería dejar de hacerlo.

—¿Quieres que te confiese algo? —le dijo ella con su cara recostada sobre su pecho—. El día que evitaste que me golpearan aquí en el cuarto, yo fingí haberme tropezado. Sabía que me sostendrías.

Hercus comenzó expresó un gesto de alegría con sutileza, por primera desde que había ocurrido aquellos eventos. Sintió el deseo de regocijarse a pesar de haber recibido semejante noticia. Lis se separó un poco y lo miró con sus hermosos ojos.

—Te hice sonreír y es la primera vez que te veo hacerlo, Hercus. Desde el tiempo que hemos estado juntos siempre has tenido una cara muy seria y lo entiendo, y me alegra haberte sacado esa pequeña y efímera sonrisa que ha quedado grabada en mi mente. Es la más hermosa y pura que he visto en mi vida.

Hercus pensó que él no podría expresar tan bellas palabras, y que escucharlas de alguien aliviaba incluso el dolor más grande que pudiera tener. Sin duda, una de las personas que lo había ayudado a mantener la cordura había sido Lis. Si ella no estuviera, era posible que ya hubiera sucumbido ante la maldad y el odio que se formaba en su corazón. Pero Lis había sido como un viento agradable y reconfortante para su alma ¿De qué forma podría pagarle a una mujer tan bondadosa como ella? Hasta ese punto, podría decirse que ella era casi perfecta, por no decir que lo era. Pero solo había cometido el delito de golpear a un noble, y por lo poco que conocía a Lis, sabía que lo había hecho por una buena razón. Pues lo único que transmitía era candor y calma, sin ninguna señal de perversidad. Después de eso, ambos volvieron al campo de práctica donde todos estaban listos para anunciar a los miembros oficiales de la mancha sangrienta. Ahí se reunieron con el resto y esperaron por los nombres de los integrantes.

—Los estábamos buscando —les dijo Warren, tocándole el hombro, acompañado de los demás—. Pronto comenzarán las elecciones.

Ellos se juntaron en una fila mientras los caballeros de Frosthaven estaban en formación y delante, sus dos líderes: Lord Uxío y Sir Neilos. Donde el primero tenía un pergamino en sus manos en el cual estaban anotados los nombres de los quince que harían parte de la marcha sangrienta.

—Bien, ha llegado el día en que anunciaremos a los que formarían parte del grupo que tendría la misión de asesinar a la reina Hileana de Glories. Por razones de seguridad y para que no se filtrara la información, desde el comienzo les pedimos que no lo divulgaran… Y creo que nadie desobedeció porque si lo hubieran querido decir a otra persona, sus lenguas se habrían trabado por el hechizo que hizo su majestad Melania. —Todos se vieron a las caras, la parte del maleficio, sí que fue algo cauteloso—. Cuando diga su nombre den un paso al frente, esos serán los escogidos. Los que no sean mencionados han fallado y deberán ir con la reina. No pregunten para qué, pues no lo sé… Ahora sí, comencemos con lo importante: Hercus, Liseo, Warren, Dalien, Godos, Arcier…

Así continuó llamando al resto y medida que decían sus nombres, cada quien daba un paso al frente tal como se les había indicado.

—Ustedes han sido los escogidos y mañana tendrán que reunirse aquí para proporcionarles lo que necesiten. Eso es todo, tienen el resto de día libre.

Los que no habían sido escogidos tenían una cara llena de rabia y estaban molestos, más que desear el puesto, querían el dinero de la misión. Lograr matar a una reina sin duda era algo que se pagaba muy bien.

—Sí, esos son nuestros nombres. Bueno casi todos… —dijo Warren dedicándoles unas miradas a Lis y Darlene.

—Eso es lo de menor importancia en estos momentos y hablando de cosas de interés, debo irme a terminar las armas. Ya solo le faltan algunos detalles y estarán listas para la batalla —mencionó Darlene, cerrando su puño y esbozando una gran sonrisa de satisfacción.

—¡Te acompaño! —exclamó Warren, sorprendiendo a todos—. Es peligroso que una dama esté sola por ahí.

Era claro que Darlene era una mujer que podía cuidarse muy bien sola y no necesitaba de alguien para protegerla. Más bien, ella podía hacer de guardián. Pero Warren había estado detrás de ella desde el día en que mostraron sus rostros, sin embargo, no había sido muy correspondido que digamos.

—Más bien yo te cuidaré a ti —le respondió Darlene mientras se marchaban discutiendo hacia el puesto de herrería que les había facilitado la reina Melania.

Ahora solo quedaban cuatro y no estaban de ánimos para ir a ningún lugar. Solo querían irse a descansar en la posada y eso les hizo caer en cuenta de una cosa. Sus padres y Heris habían sido ejecutados por la reina. ¿Qué había pasado con sus cuerpos? ¿Fueron tirados a un vertedero? O, quizás, sus allegados les hicieron un sepelio decente. La intranquilidad de no saber qué había pasado con sus cadáveres les hizo querer ir lo más pronto posible a Glories. Al día siguiente, en la mañana, el tan esperado momento había llegado. Todos se estaban preparando para el asalto del antiguo reino de Hercus. Darlene les había dicho que pasaran por el puesto de herrería para hacerles entrega de las armas que había creado. No conocían su habilidad de herrera, pero ciertamente debía ser muy buena. Ellas sobresalían en casi todo lo que hacían. Cuando entraron, había una gran mesa donde había diferentes tipos de armas y se veían bastante resistentes y bien trabajadas.



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En el texto hay: romance, drama, realeza

Editado: 16.07.2024

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