El Hielo entre nosotros

37.

Capítulo 37

POV Claire

Max estaba de pie, apoyado contra el marco de la puerta, como si la cocina no pudiera contenerlo. Dimitri y yo lo mirábamos, tensos, mientras él hablaba.

—Tengo que ponerlos al día —dijo con voz grave—, porque si no lo entienden, van a seguir pensando que estos dos se pelearon por un berrinche. Y no. Lo que pasó fue mucho peor.

Se pasó una mano por la cara y comenzó a relatar.

—Todo empezó cuando tú, Claire, le contaste a Anya lo que Miróv hizo: que la separó de Lev en el hielo, que nunca fue por la caída. Ella no le dijo nada a Lev. Pero en vez de quedarse callada, decidió plantarle cara a Miróv… a su manera.

Yo tragué saliva. Dimitri apretó los brazos de la silla.

—¿Qué hizo? —preguntó él.

—Entró a la pista con Lev y le pidió que patinaran juntos, frente a Miróv, con ella vendada. Una provocación directa. Un “mírame, tú sabes que éramos tu oro y nos lo quitaste”. Y casi se mata en la caída. Lev la sostuvo, pero en la maniobra se dislocó el hombro.

Yo me tapé la boca con la mano.

—No le dijo nada a Anya —continuó Max—. Se fue al vestuario a esconder el dolor. Y allí lo alcanzó Honey. Lo ayudó, le acomodó el hombro. Y justo entonces, Anya entró y los vio juntos. No esperó explicaciones, se dio la vuelta hecha un volcán de celos.

—Dios… —murmuré.

—Thiago la siguió. La alcanzó en los pasillos. Trató de calmarla, pero en el intento la besó. Y eso fue la gota que derramó el vaso. Anya se quebró. Entró en pánico, me llamó. Fui por ella. Todo el camino de vuelta a casa lloró como si no hubiera aire suficiente para vivir. Me contó lo de la venda, lo de Honey, lo del beso… todo.

Dimitri cerró los ojos, conteniendo un suspiro.

—Y dos horas después apareció Lev, furioso. Thiago ya le había contado lo del beso. Se enfrentaron. Gritos, reproches. Al final, Lev le dijo que no funcionaban, que necesitaban un descanso. Y se fue.

Max terminó la narración y se dejó caer en la silla.

—Así los tengo ahora —dijo, cansado—: Anya destrozada, Lev lesionado y con el orgullo hecho trizas. Juntos se destruyen, pero separados… son un caos absoluto.

El silencio nos cayó encima. Dimitri se inclinó hacia adelante, los ojos encendidos.

—Y lo peor —murmuró— es que Lev aún no sabe que Miróv los separó la primera vez. Cuando se entere… será un incendio.

—Por eso tenemos que actuar —dije con un nudo en la garganta—. Miróv no puede seguir jugando a ser Dios. No puede decidir quién sirve y quién no en el hielo.

Max levantó la mano.

—Yo no sé nada de patinaje, lo mío es el béisbol. Pero puedo financiar los trajes, la movilidad, lo que haga falta.

—Lo que necesitan es un coreógrafo —dijo Dimitri, con la voz grave—. Alguien que los entienda, que los lleve. Si yo no estuviera en este estado…

—Tú estás en reposo —lo interrumpí, apretando su brazo—. No inventes. Lo encontraremos.

Nos quedamos callados los tres, con la misma sensación en el pecho: que si no hacíamos algo, Miróv iba a terminar de destruirlos.

*******

POV Honey

La pista estaba fría y desierta, pero cada golpe de patines sonaba como un martillazo en mi cabeza. Volkov caminaba en círculos, los brazos cruzados, mascando su rabia en silencio mientras Lev intentaba completar la secuencia… y fallaba. Otra vez.

El giro salió torcido. Lo vi encogerse apenas, con esa rigidez en el hombro que ya no podía disimular. Apretó los dientes, levantó la barbilla como si no doliera. Como si pudiera engañarnos a todos.

—¡Basta! —la voz de Volkov retumbó como un látigo—. Esto no sirve.

Lev me miró apenas un segundo, jadeante. El sudor le corría por la frente. Yo sabía que estaba roto, pero él… él siempre prefiere callar y aguantarse.

Volkov se acercó, lo fulminó con la mirada.

—Vete a casa. Descanso extremo. Si mañana no estás bien, no compiten. Así de simple.

Se giró y salió de la pista con pasos firmes, dejándonos en el eco de su furia.

Yo me quedé helada, con las manos hechas puños. El silencio me ardía.

—Esto es culpa de Anya —escupí de golpe, sin poder callarme—. Siempre lo arruina todo. ¿Por qué demonios tenía que vendarse los ojos? ¿Qué quería demostrar? ¿Que es mejor que yo? ¿Que te conoce más? ¿Que te tiene siempre donde quiere?

—Honey, ya basta —replicó Lev, con un cansancio que sonaba más viejo que él.

—¡No! —di un paso hacia él, con la rabia a flor de piel—. Tenemos suficientes problemas, sí, pero todos vienen de ella. Y de ti. Este es mi sueño, Lev, y tú, con tu relación tóxica, te has encargado de destrozarlo.

Él me miró con esos ojos grises que parecían cargar tormentas.

—¿Solo yo? ¿Tú no has tenido nada que ver?

Me quedé helada. Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Lo sabía? ¿Lo sospechaba? ¿Que yo era hija de Miróv?

—¿De qué hablas? —pregunté, fingiendo ignorancia, tragando saliva.

Lev apretó la mandíbula.

—La vuelves loca, Honey. La empujas a los celos. ¿Crees que no lo noto?

Mi risa salió cortante, vacía.

—Yo no hago nada. Ella está enferma. Aunque lo tenga todo para ella, siempre duda. ¿En serio crees que te ama?

Él guardó silencio. Ese silencio suyo que es peor que un grito.

Yo aproveché el hueco, hundiendo la daga más hondo.

—No, Lev. Ella no te ama. Aquí solo amas tú, y eso es evidente. Te abandonó antes y te dejó hecho pedazos. Volvió como si nada y la perdonaste fácil. Te arruinó el prom y no lo viste. Te arruinó la carrera en el hielo, quebrándonos. Y ahora también te arruinó las nacionales.

Él cerró los ojos, como si cada palabra se le clavara en la piel.

—¿Y sabes qué es lo más triste? —susurré, acercándome—. Que aun con todo… te vas a quedar sin ella. Y sin nada.

Di un paso más. Ya estaba frente a él.

—Ella besó a Thiago y tú ya estás pensando en perdonarla —le dije, bajando la voz hasta un filo íntimo—. Pero si yo te beso ahora… ella no te lo perdonaría. Lo sabes.




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