Capítulo 45 – Final
POV Anya
El estadio ya estaba casi vacío. Los pasillos, que horas antes rebosaban de gritos y cámaras, ahora eran un eco apagado de pasos lejanos y luces fluorescentes. Yo seguía allí, con mi medalla colgando en el pecho, pero sintiéndome más sola que nunca.
Había buscado entre la multitud, en cada rincón, pero no lo encontré. Y la certeza me golpeó como un cuchillo helado: Lev se había ido. No me esperó.
Tragué saliva, intentando sonreírle a Thiago y a los demás patinadores que se despedían. Algunos se iban a la gala, otros a las fiestas privadas. Todos celebraban. Todos menos yo.
—¿No vas a venir? —me preguntó una chica de otro equipo, incrédula.
Negué, con una sonrisa rota.
—No. Me voy a casa.
Thiago me observó en silencio un instante, con esa mirada que me conoce demasiado.
—¿Quieres que te lleve? —ofreció, suave, como un hermano.
Abrí la boca para responder, cuando una voz profunda y familiar rompió el silencio detrás de mí:
—No hace falta.
Mi corazón dio un vuelco. Me giré de golpe.
Ahí estaba.
Lev.
De pie, unos metros más atrás, como si hubiera salido de las sombras. Vestido todo de negro, con la chaqueta roja de la federación aún colgando sobre los hombros. El cabello rubio ligeramente despeinado, los ojos claros brillando bajo las luces frías del pasillo. En la mano, el ramo de flores que no había soltado. Y esa aura imposible de ignorar, arrogante y magnética, como si el mundo entero existiera solo para mirarlo.
No dije nada. No pensé nada. Solo corrí.
Corrí hacia él como si la vida me quemara los pies. Y cuando al fin lo alcancé, me lancé a sus brazos. Me envolvió fuerte, hundiendo la cara en mi cabello, y por un segundo sentí que el mundo desaparecía.
—Dijiste que no ibas a esperarme… —susurré contra su cuello, temblando.
Él sonrió de lado, con esa voz grave que me derrite:
—Dije que odio esperar.
Me aparté apenas para mirarlo. Tenía sus manos firmes en mi cintura, el ramo aún atrapado entre nosotros, y sus ojos clavados en los míos como si nada más existiera. Yo rodeé su cuello con mis brazos, sin querer soltarlo.
—Todos nos están viendo… —murmuró él, casi divertido.
Lo miré fijo, con el corazón desbocado, y respondí con una sonrisa exasperada:
—Que se jodan.
Y lo besé.
El murmullo estalló alrededor. Voces entrecortadas, cuchicheos que corrían de un lado a otro:
—¿Están saliendo?
—¿No era Honey su pareja?
—¿Ella no estaba con Thiago?
—¡¿No eran hermanos?!
Yo no escuchaba nada. Solo sus labios, su calor, su sabor.
Hasta que la voz clara y firme de Thiago cortó los rumores como un cuchillo:
—Ellos no son hermanos. —Se cruzó de brazos, orgulloso, mirando a todos los curiosos—. Son el uno para el otro.
Me reí entre lágrimas, aún besando a Lev, y supe que esa vez, al fin, el hielo ya no podía separarnos.
FIN
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Editado: 08.09.2025