El hijo de Dios Vol. Iii

Preguntas incómodas

El galope del caballo golpeando el lodo, la lluvía cayendo, el fuerte viento rozando las ramas, los relámpagos iluminando el cielo.

Entre la espesura del camino del bosque, las luces artificiales de un artefacto mágico alumbraban tenuemente un edificio ancho.

 --Allí hay una posada. --Señaló con su mirada, observando después al tranquilo joven.

 --Vayamos. Esta tormenta no nos dejara avanzar en los caminos posteriores.

Tomaron la intersección, donde el camino se dividía en dos, uno despejado y, otro que continuaba con el sendero al interior del bosque.

 --(¿En que sentido la tormenta es extraña? --Preguntó, observando debajo de su pecho, donde un pequeño lobo estaba acurrucado, protegido por su torso y rostro de la lluvía--. ¿Artificial? ¿Esto es causado?... ¿No puedes decirme, o no quieres?) --Frunció ligeramente el ceño. Wityer solo negó con la cabeza.

Un estruendoso y ensordecedor trueno cayó en las cercanías, retumbando en los oídos de los jinetes.

 --Esta tormenta se parece mucho a cuando naufragué en aquella isla. --Mencionó el hombre de barba en trenza con un tono complicado.

El caballo de Gustavo se levantó repentinamente, relinchando y mostrando sus dientes y, como si algo externo tratara de controlarlo, trató de tirar al joven de su dorso.

 --Tranquila, pequeña, tranquila --Le habló, sujetando las riendas firmemente para evitar su caída--. ¡Hea! Tranquila, tranquila.

El caballo regresó al suelo, pero continuó moviendo su cabeza de lado a lado con brusquedad.

 --¿Se encuentra bien, mi señor? --Preguntó Meriel al detenerse. Gustavo asintió, pero continuó observando a su agresivo animal de transporte.

Al recibir el consejo del lobo, rápidamente invocó su energía mágica, cubriendo con ella en forma de escudo al inestable caballo. El animal poco a poco se tranquilizó, volviendo a retomar su anterior cordura.

 --¿Qué fue lo que pasó? --Preguntó Ktegan.

Gustavo se acercó aún más, casi colocándose al lado del individuo de barba.

 --No lo sé --Acarició de forma cálida las crines mojadas del caballo--, algo o alguien estuvo implicado en la inestabilidad de mi caballo. --Alzó la mirada, obsevando a sus compañeros.

 --¿Algo o alguien? --Meriel frunció el ceño, mirando con un poco de incredulidad a su señor--. ¿Quiere decir que hubo una persona que se atrevió a atacarlo?

 --No estoy seguro y, casi puedo asegurar que yo no fuí su objetivo... Pero eso ahora no es importante, ahora lo primordial es ir a esa posada y protegernos de la lluvía.

∆∆∆
Ciudad de Atguila. Palacio real.

La atmósfera de dentro del vestíbulo real era tranquila, casi silencioso, aún cuando algunas sirvientas transitaban, o nobles que fueron requeridos caminaban, acompañados por sus siervos.

 --Segundo príncipe. --Dijo una linda muchachita, pequeña y de cabello negro. Coleta y sonrisa tierna.

Herz giró el cuello para observarla y, al percatarse de quién se trataba, sonrió.

 --Infanta Marhs.

Se acercó, mirando de reojo a los dos poderosos sirvientes que protegían a la pequeña niña, quienes no se atrevieron a hacer ni un solo movimiento. Geryon sonrió de forma hostil, descansando su mano sobre la empuñadura de su espada.

 --Hermana rezó por su sano regreso en el templo de Nuestro Señor y Padre, el Dios Sol, durante diez lunas --Su tono era  formal y respetuoso, elegante y educado--. Estoy segura que desea verle --Bajó el rostro, tomando un poco de valor para lo que estaba por decir-- Si su excelencia puede visitar la casa de los Marhs, hermana estará muy feliz.

 --Estaré gustoso de hacerlo --Asintió con calma, se colocó sobre una rodilla, acercando sus labios al oído de la pequeña niña, ella se ruborizó al escuchar las silenciosas palabras, asintiendo poco después--. Ahora me despido, infanta Marhs. Su majestad el rey, me espera.

Se colocó de pie, dando media vuelta para continuar con su camino.

 --Su excelencia. --Se despidió la niña, haciendo una formal reverencia.

Al pasar el umbral del pasillo que se dirigía a los salones reales, donde solo la realeza tenía permitido transitar, el hombre de aspecto fiero se acercó al oído de su señor.

 --Puedo oler la esencia de un mago, Su excelencia --Abrió y cerró sus fosas nasales, forzando a captar mejor el olor de los alrededores--. Su caótica y poco controlada energía.

 --¿Qué tan seguro estás?

 --Tanto como para haberle dicho, Su excelencia.

Herz frunció el ceño, meditando las palabras del alto hombre, apretó los labios, pero por más que se forzaba a comprender porque razón un mago estaría en los salones reales del palacio, no logró hacerse con una idea, no hasta llegar al salón de estrategias y abrir la puerta, notando la característica túnica azul, con el manto dorado sobre el hombro de los altos magos de la Orden de los Trece.

 --(¿Un sabio? ¿Por qué hay un sabio con el rey? --Su mente procesó todo a una velocidad impresionante, logrando obtener una respuesta que no le agradaba mucho--. Debe haber sido por Katran).

 --Herz ¿Tus piernas se encuentran bien? --Preguntó el rey, sentando en el asiento más grande y decorada de la sala.

 --Sí, Su Majestad, mi piernas están en perfecto estado.

 --Es bueno escucharlo, sin embargo, tengo una pequeña duda --Su semblante se endureció--. ¿Por qué si claramente pedí tu presencia inmediatamente, has tardado tanto?

 --Pido me perdone, Su Majestad, no fui completamente consciente de lo importante del asunto.

 --¿Cuando harás algo de lo que pueda estar orgulloso? ¿Cuando?

 --Espero que pronto, Su Majestad. --Dijo con total sinceridad en su rostro, pero que debajo de aquella expresión sumisa, se ocultaba un devastador ceño fruncido.

 --Cierra la puerta. --Ordenó.

Herz asintió, volteando para observar a sus dos subordinados y, con una mirada seria les ordenó que lo esperarán. Geryon asintió y, la dama lo imitó, acompañada de una reverencia.



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En el texto hay: lealtad, romance., guerra.

Editado: 12.07.2023

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