El Hijo del Rey

CAPÍTULO 4.1- Sorpresa no deseada

AALIS

 

-Abuuu, enséñame a usar la espada -le pedí a mi abuelo.

 

Mi abuelo me miró con su habitual sonrisa e intentó persuadirme para que me rindiera. Por suerte, ya sabía que eso era solo un truco para averiguar si no era un simple capricho. Tenía pensado demostrarle que no se trataba de eso, sino que de verdad lo quería lo suficiente para que estuviera dispuesto a enseñarme. Después de un rato discutiéndolo, parecía que finalmente se había convencido de que realmente era mi deseo. Cogió una cesta para que nos fuéramos al bosque a recoger frutos del bosque y frutas para la merienda.

 

Una vez allí, escogimos las mejores frutas y frutos del bosque. Cuando la cesta estaba completamente llena, la dejó en un árbol y sacó una espada pequeñita de madera. Entonces me la tendió cuidadosamente mientras me explicaba un poco su funcionamiento.

 

-La compré hace mucho tiempo, cuando el vendedor todavía estaba vivo. -empezó a decirme orgulloso – Siempre he pensado que te gustaban otro tipo de cosas. Alguna vez he visto interés en tu mirada por las armas, y tenía claro que, por un motivo u otro, acabarías queriendo. Solo estaba esperando el momento adecuado para dártela.

 

Antes de que continuara hablando, lo abracé fuertemente mientras le daba las gracias. Nunca me juzgaba por mis gustos o intereses y siempre hacía todo lo posible por ayudarme a conseguirlos. Por eso lo amaba tanto, y a mi mami y abuela. Admiré la espada mientras me disponía a atender todo lo que me indicaba.

 

Comenzó a explicarme cuál era la mejor forma de sujetarlo, la posición correcta… Intentó enseñarme todo lo básico. Todos los días íbamos un rato allí con la excusa de ir a pescar, a recoger setas o cualquier cosa. Sentía que cada día mejoraba bastante las posturas, también intentaba defenderme lo mejor posible de los ataques que me hacía, siempre lo hacía de forma que fuera sencillo para mí defenderme, e intentaba aumentarme la dificultad progresivamente. Mi abuelo solo me enseñaba defensa, no parecía tener mucho interés en que aprendiera a atacar, solo a evitarlos y cubrirme.

 

Tenía planeado mostrárselo a Theo cuando supiera defenderme mejor. Por suerte tenía la sensación de que no me resultaba demasiado complicado acostumbrarme a los movimientos, en adición de que siempre me felicitaba de mi continua evolución. Por si eso no fuera suficiente, cuando descansaba sobre el árbol un rato, yo me colocaba en otro y le asestaba algún golpe con la espada para practicar un mínimo la ofensiva.

 

En menos de un mes iba a ser el cumpleaños de Theo y todavía no sabía que hacerle de regalo, debido a que era un príncipe y estaba bastante convencida de que cualquier cosa que le hiciera no sería suficiente. Además de que juguetes tampoco era una opción ya que el rey no le permitía tener más y podría confiscárselo. Cuando regresábamos del entrenamiento, vino el carruaje de siempre y sabía que eso solo podía ser de Theo. Así que acudí a su encuentro apresuradamente y después de fundirnos en un cálido abrazo, me agarró de la mano para irnos directamente a nuestro lugar favorito. Me alegraba mucho que poco a poco empezara también a ser cariñoso conmigo sin tener que iniciarlo yo.

 

-Theo, no seas así y dame alguna pista sobre lo que puedas querer para tu día especial – le gritaba mientras escapaba de él en el pillapilla.

-Aalis, no necesito nada -me comentaba exhausto – y cada día eres más rápida, es imposible alcanzarte.

 

Me detuve en seco al ver a las mariposas escapar volando de nosotros, siempre se asustaban, aunque viniéramos tan seguido.

 

-Te atrapé – me dijo de repente cuando sentí que me había tocado el hombro.

-No valeeeee, no podía perderme esto -le regañé cariñosamente -Como castigo por haber hecho trampa, me tienes que decir qué quieres.

-Aalis, ya sabes que tu amistad es más que suficiente para mí -me comentaba risueño.

-Es que me hace ilu… ¿No podrías decírmelo solo este año? – le supliqué poniéndole ojitos.

- ¿Me lo vas a preguntar cada vez que venga? – me preguntó algo indignado.

-Incluso cuando ya haya pasado tu cumpleaños si no se me ha ocurrido nada para hacerte. – le aseguré.

 

Theo me pidió que nos sentáramos en el prado mientras lo pensaba. Puede que no entendiera del todo el interés que tenía, pero es que, al ser mi único amigo, al ser una persona que apreciaba tanto, no podía dejar de pensar en hacerle algo especial. Sobre todo, porque muchas veces ponía mala cara cuando le mencionaba su día. Esperaba poder cambiarle ese sentimiento algún día con algún regalo que lo animara lo suficiente, o intentar que disfrutara lo máximo posible de ese día.

 

-Eres consciente de que probablemente no pueda ni venir ese día a verte, ¿cierto? – me comentó seriamente.

-Pues te lo daré el próximo día que vengas a visitarme – le espeté esperanzada de que sonriera algo más.



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En el texto hay: pacto, dragones, medieval

Editado: 01.04.2024

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