El hilo rojo

Capítulo 17

CAPITULO 17.

Alguna vez, has querido desaparece de la faz de la tierra, pues; yo sí. En ese momento las imágenes en mi cabeza comenzaron a ser más claro, tanto que la sangre se me subió al rostro. Los ojos de Zack me miraba con suavidad, pero cierto brillo pícaro en ellos nada bueno provenía de esa mirada. Alce la mano para que parara mientras con la otra tapaba mi rostro mirando a la ventana.

―Hagamos un pare por ahora, ¿Dónde está el baño? ― me levante, mirandolo a los ojos.

―Arriba segunda puerta.

Asentí, caminando a donde me dijo, mi mente me estaba jugando una grande necesitaba bajar el calor de mis mejillas o mejor de todo mi cara.

 

 

Los labios de aquel hombre le resultaban tan delicioso a Celeste, que por más que quisiera para no podía, estaba perdida en aquellas sensaciones de calor y deseo, quería sentirse amada con desesperación. sin importar que; El desconocido le devolvió aquel beso de una forma posesivo, Celeste se sorprendió de lo grande de sus manos que recorre con lentitud su espalda y que se posiciono en la cintura alzándola para que pudiera rodear su pierna a su cintura, pero aun así no la sujetaba con fuerza, sus manos la sujetaron a su ante piernas, presionando en aquella zona, posiblemente al despertar en la mañana siguiente tenga una marca.

El desconocido abandono sus labios para comenzar un camino de besos y mordiscos alrededor de su cuello, haciendo gemir a Celeste. Su espalda fue apoyada en la pared del baño, escucharlo gruñir en respuesta sus gemidos era algo que la hacía desear más de él.

 

Recordar aquel momento era un poco vergonzoso en ese estado; quería odiarlo, pero por alguna razón no podía, deseaba estar con él, estar perdida en su hermosos y atrevidos ojos verdes. Era fascinante proviniendo del hombre que le quito su primera vez, aunque poco a poco surgían sus recuerda, sentía la calidez y la suavidad de ese momento, en su cuerpo reviviendo la sensación de ser amada y deseada por un hombre como Zack. Suspire; estaba perdida en los recuerdos, en las sensaciones y en la con función que le traía aquello que no quería recordar.

―El padre de mis hijos― suspire en un momento, los mellizos vivieron a mi mente, el como ellos se reían y estaba con él desde el primer momento.

Sonrió, aquel momento fue conmovedor, ambos niños adoraron este hombre desde el momento uno, su corazón era el testigo perfecto. Cada vez que lo veía era como si su corazón fuera corrido una maratón. Miro la primera habitación, era un cuarto con una cama, me sentí en el borde de la cama, mirando la puerta.

Quédate conmigo, por favor”

“Mírame un momento, solo un momento”

“Duele”

“Mia bella stella, la notte è poesia scritta nel cielo; sei la stella che brilla in questo luogo. Il mio amore; farà male solo un attimo dopo il calore del nostro corpo ci abbraccerà.”

 

Suspire, era algo que no podía parar, ¿Qué habrá dicho? No sabía mucho el italiano, moví mi cabeza para disipar los recuerdo aún estaba sonrojada por ellos. Me recosté en la cama, la comodidad que me brindaba era exquisita. ¿Cómo estará mis niños? ¿Se estarán portando bien? Aunque no lo vea siento que están seguro, pero aun así la preocupación de una madre que ama a sus hijos estaba ahí, es como la primera vez que los tuve en mis brazos, Daniela tiene cierto parecido a Zack, mientras Daniel se parece más a mí en sus ojos verde celeste, ambos niños sacaron la combinación de los dos padres. Nuestra química en la cama fue la mejor. Por lo visto. Debería dejar de pensar en ello, pero es que cada vez que tarto de no pensar en ello es como si me golpeara una y otra vez con la misma pared.

― ¿Debería dejar que solo surja por si solo?

Me levante, tomando un poco de fuerza Salí a enfrentar al padre de mis hijos, baje las escaleras con cuidad, él estaba mirando la ventada que daba a la cascada, era una vista impresionante la verdad, el sonido que proviene de ella era tan relajante y el olor del agua es exquisita que te hace olvida que hay un mundo a unos kilómetros atrás. La brisa movía su cabello de un lado, el día un no terminaba, la luz se filtraba por su rostro resaltado lo varonil que era.

― ¿Qué te parece hacer algo para comer? ― pregunte, sabía que no me llevaría de vuelta hasta que no solucionemos lo paso hace tres años.

― ¿Qué te apetece comer? ― me miro con una pequeña sonrisa, haciendo que mi corazón se acelerara.

Me encogí de hombros. ― Sorpréndeme.

Le devolvió la sonrisa, éramos cómplice en ese pequeño momento; él se dirigió a un pequeño cuarto, no tenía que ser adivino para saber que era la cocina. Yo por otro lado me quede observando la cascada.

 

 

 

 

 

continuara....

 




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