Cael observó el reloj, ya pasaba del medio día, pero aún tenía tiempo para terminar de guardar sus pertenencias sin sentirse presionado por el tiempo. Podía sentir la mirada de sus amigos en la nuca, en silencio, solo observándolo. Decir que eso no era incomodo era mentira, porque se hacía una idea de lo que deberían estar pensando los dos sobre su decisión. Mientras tanto, Samuel y Claudia lo observaban desde la puerta, aún se preguntaban sí aquello realmente estaba pasando, intercambiaron miradas silenciosas, haciéndose gestos para pasar la batuta de quien debía preguntar de los dos; al final, fue Samuel quien se encoge de hombros cruzando los brazos y apoyándose en el marco de la puerta.
—¿Estás seguro de hacer esto? —la voz de Samuel, dudosa, interrumpe sus pensamientos sobre lo primero que haría.
Cael sonrió hacía sus amigos, entiende el porqué de sus dudas, y si en el pasado le hubieran dicho que él terminaría en una relación a distancia seguramente se habría reído.
—Jamás en mi vida he estado tan seguro como ahora —movió las manos señalando nada concreto en realidad.
—Pero es tan repentino —murmuró Claudia, avanzando al interior del cuarto unos pasos, también con el semblante con dudas como su hermano, recibiendo en respuesta una negación por parte de Cael.
—Si algo aprendí con la muerte de mi madre, es que todo en esta vida es repentino y debes apreciar cada momento, yo no recuerdo a mi padre biológico, pero me salvó la vida, y todo lo que tengo de él son fragmentos —señaló el dibujo del lago.
Finalmente lo había terminado.
Ya sea que se trate de dolor, soledad o lo que sea, todos los humanos están sujetos a una cantidad igual de tiempo en el que tienen que soportarlo. Y aquellos que lo hacen son recompensados por ello más tarde. Cuando era niño pensó que ese dibujo solo era un recuerdo doloroso, algo de lo que debía deshacerse para deshacerse también del dolor. Pero conocer a Raina le hizo darse cuenta que muchas veces las cosas más dolorosas son las que te hacen apreciar la vida. Para ella, quien perdió a sus padres, recibir ese dibujo y su carta habían significado algo, la esperanza de que había alguien que entendía su dolor o que de cierta manera buscaba dar esa paz con un dibujo y palabras infantiles sinceras.
De cierta manera ambos conectaron esa tristeza a lo largo de los años y un día se reencontraron.
—Lo entiendo —Claudia levantó la mano, moviéndola como si espantara algo imaginario—. Pero vamos, deja de sonreír como idiota, mejor cuéntanos qué dijo tu papá
Cael observó por la ventana, sería la última vez que vería ese paisaje en un buen tiempo y quería llevarlo en la memoria, así no sentiría que algo le hacía falta, pero sabe, certeramente lo sabe, que a donde iría no añoraría exactamente el paisaje, porque tendría uno mejor que poder admirar.
—Que haga lo que creo correcto —respondió con simpleza y una sonrisa en su rostro; al ver a sus amigos nota como, pese a apoyarlo y estar con él, había ese sentimiento de distancia interponiéndose entre ellos.
Y él entendía perfectamente ese sentimiento.
—Cael, he escuchado que las personas suelen seguir adelante, y me da gusto que por fin puedas hacerlo —Claudia palmeó su hombro, su mirada decía que estaba conteniéndose de extender los brazos y abrazarlo.
—Eso creó, creo que lo hago realmente —Claudia, sin contenerse, le dio un gran abrazo acompañado de un grito infantil, uno que Cael respondió con el mismo afecto—. Mándame mensaje cuando llegues.
—Si, si —había diversión en su voz, una sana y burlona diversión que no dudó en dejar que la hermana de Samuel viera—. ¿Si sabes que estaré a cinco horas en autobús y cuarenta minutos en avión verdad?
Ella asintió. Claro que sabían su itinerario. Saben en qué autobús y asiento, en qué aerolínea y hora de abordar, asiente y hora de llegada. Incluso sabían si los dos asientos de su fila estarían ocupados o no. Entonces es cuando Claudia entrecierra los ojos y pone una mano en su cadera.
—Espera ahí —Claudia frunció el ceño—. ¿Ella lo sabe? Porque eres malo siguiendo indicaciones, aunque usaras el gps.
Cael se encogió de hombros fingiendo que aquello no lo ofendió en muchas maneras posibles.
—Claro que sí, no soy un psicópata que se va aparecer frente a ella —frunció el entrecejo, aunque eso le hace recordar que, si pareció un acosados o psicópata cuando le envió aquella solicitud de amistad en Facebook y comenzó a dar like a sus fotos, hasta dar con la del dibujo.
—No puede ser, Raina no lo sabe —lo acusó Claudia llevando una mano a su rostro, frustrada, pero a fin de cuentas así era Cael.
Cael ni siquiera pensó en responder esa pregunta, lo único que debía saber era que Raina sabía que iría a pasar las vacaciones de invierno a Arcken y de alguna manera podrían tener citas. ¿Qué importaba si Raina no estaba enterada que llegaría unos días antes? No cree que sea complicado llegar, y si se pierde bien puede enviarle un mensaje diciéndole algo como “oye, Arcken es muy bonito y todo, pero creo que me perdí, ¿puedes venir por mí?”
—Bueno, si estás listo creo que ya es hora —Claudia se adelantó unos pasos, recordando mentalmente que debe instalar una aplicación para darle seguimiento he impedir que se pierda.