Capítulo 9

Peper.

—¿Cómo entraremos? —me pregunta Sindy a mi lado, mi prometida, sin apartar sus grandes ojos grises del bosque. Llevaba un suéter azul grueso con una falda ajustada de cuero negro que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, y botas del mismo color. Su liso cabello rojizo está recogido en una coleta alta. Nunca he entendido como puede usar faldas con este frío.

—No lo sé, por ahora tenemos que seguir escondidos en este callejón —había estacionado la camioneta en el callejón más oscuro frente al bosque. Los vidrios estaban polarizados así conseguimos más seguridad.

Mi ropa solo consiste en un suéter con capucha gris, un mono negro y zapatos deportivos. Mi cabello marrón estaba suelto llegándome a los hombros, y mis ojos negros contenían ligeras ojeras.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? Llevamos una hora esperando. Me duele el culo —se quejó Brend en el asiento de atrás girando sus ojos de diferente color, el izquierdo de un azul claro y el derecho completamente negro. Aunque todo el mundo se fascina con ellos los oculta tras sus lentes de sol oscuros, pero al estar dentro del carro los dejó sobre sus rizos negros.

Trae una franela blanca bajo una chaqueta de cuero negra, pantalones oscuros y unas Jordan. Un arete blanco decorando su oreja izquierda.

—Ya deja de quejarte Brend, si ibas a estar así mejor no hubieras venido —le regañó su melliza, Brenda, está sentada a su izquierda. Sus ojos son iguales a los de él pero invertidos, a ella sí le gusta mostrarlos con orgullo.

Su estilo también es algo diferente al de él. Una camisa blanca bajo su suéter morado tejido el cual le queda muy grande, el cuello y el dobles de las mangas sobresalen del suéter, un pantalón holgado gris y unas Jordan como las de su hermano. Una cadena plateada decoraba su cuello. Su cabello también es igual pero un poco más largo y desordenado, con mechones morados.

Habíamos decidido no usar colores tan llamativos por si teníamos que salir de la camioneta y adentrarnos al bosque caminando, pero no pensé que usarían ropas que llamarían la atención. Ese plan era algo que a ninguno le gustaba por la cantidad de bolsas que cada uno tendría que cargar pero ahora no sabía si incluso entrar caminando iba a ser posible.

Mi pierna subía y bajaba en desesperación, todavía no había encontrado una manera de entrar ya que todo esta rodeado por personas armadas que supongo son del ejército.

«Sólo uno» pienso mientras abro la guantera frente a Sindy.

Ella al ver lo que buscaba la cerró bruscamente lastimando mi mano, solté un alarido de dolor sacándola rápidamente cuando dejó de presionar. Iba a hablar pero no me dejó.

—¡Ni te atrevas a decirme algo porque te juro que lo que te haré será mucho peor! —se volteó hacia mi señalándome con su dedo índice. Brend, Brenda y yo compartimos una mirada, sorprendidos por su grito. Asentí con la cabeza mientras acariciaba mi mano en un intento de calmar el dolor.

Ella se volvió a girar en su asiento abriéndola de nuevo, agarró los cigarrillos dejando el encendedor y salió de la camioneta para botarlos en un montón de bolsas de basura que estaban de su lado.

Traté de decirle algo pero al recordar sus palabras me mordí la lengua. Entró de nuevo y me miró como si buscará algo en mi expresión.

—Tienes cuatro días que no fumas. Si descubro que tienes más en algún lado sea en la casa o en la camioneta, tenlo por seguro que los voy a encender y quemaré tu piel con ellos uno por uno para después hacerte tragar todos los restos, hasta las cenizas —finalizó, mirándome directo a los ojos.

Tragué con dificultad, con ésta mujer se podía esperar lo que sea, y más miedo daba al conocer su pasado.

Sonreí mentalmente al recordar que me iba a casar con la misma persona que si quería me podría matar. Por alguna razón su inestabilidad y amenazas fue lo primero que me atrajo de ella cuando nos conocimos.

Le señale el encendedor, mi cara expresando confusión ya que no entendía por qué lo había dejado.

—Lo podemos necesitar —sonrió. Lo agarró guardándolo en el interior de su bota izquierda—. Sólo me asegurare que no lo tengas tú por obvias razones —golpeó mi mejilla en un gesto para nada amigable y se enderezó en el asiento.

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—¡Peper despierta! —abrí los ojos de golpe al sentir que alguien me agitaba —. ¡Es ahora o nunca! —Brend me señaló el frente con insistencia. Al dirigir mi mirada cansada hacia allí vi como el montón de guardias que estaban formados alrededor ya no estaban.

—¿Qué...?

—¡Después te explico, muévete!

Encendí el motor arrancando al poco tiempo. Por la velocidad y un brinco que hizo el carro Sindy y Brenda despiertan también.

¿Todo el mundo se había dormido? ¿En qué momento?

No había nadie alrededor así que pasamos sin problemas. Al entrar al bosque los árboles se hicieron a un lado para que la camioneta pudiera pasar tranquila, bajé la velocidad.

—¡¿Qué te pasa Peper?! ¡¿Por qué avanzaste así?! exclamó Brenda, golpeando mi asiento.

Bostecé antes de contestar.

—Lo siento, pero tu hermanito me hizo avanzar de golpe —lo miré por el retrovisor unos segundos antes de devolverlos al frente.

—¿Qué hiciste, Brend? — golpeó a su hermano en el hombro. Nos dio una sonrisa enorme a todos antes de responder.

—Sólo que esa gente se fuera de una vez por todas — se encogió de hombros. Brenda alzó una ceja cruzándose de brazos.

—¿Cómo hiciste para que se fueran? —preguntó Sindy girándose sobre su asiento para poder ver a los mellizos.

—Interrumpí su señal de radio haciéndome pasar por su general. Les dije que los necesitaba a todos de inmediato en un lugar muy lejos de aquí. Para ser del ejército son muy estúpidos —hizo una pequeña reverencia —. De nada.

No me sorprendía para nada que lo hubiera hecho, desde pequeños se notaba que es muy inteligente.