El hombre del bosque

Capítulo 15

Brenda.

¡¿Por qué tengo que ser tan nerviosa?!

Ay dios. AY DIOS.

No puedo respirar... ¿Voy a morir?

DIOS MIO, DIOS MIO.

Vamos, respira... respira... respi... NO PUEDO.

—Brend.... Me falta... el aire... —con su cara de "no me importa nada" fue a buscar mi inhalador en mi bolso.

Aunque lo sabía disimular, yo sabía que se preocupaba por mi. Pondrá su cara de culo siempre, pero yo sabía un detalle muy importante para diferenciar cuando algo le valía y cuando no.

Apretaba la mandíbula.

Sí, es tonto o lo que sea, pero es algo que siempre a hecho. Desde niños.

—Toma —me dijo mientras me extendía el inhalador. Se lo quité rápidamente abriéndolo.

Por favor que funcione, por favor que funcione. No aguanto más.

Lo agarré adecuadamente poniéndolo en mi boca para después presionar rápidamente dos veces. Tomé el contenido al instante, aguantando la reparación por diez segundos.

Lo he hecho tantas veces que ya el procedimiento lo tengo grabado de memoria.

Exhale lentamente al pasar los segundos correspondientes, un poco más aliviada.

No morí... todo bien, Brenda.

—El asma y la ansiedad no combinan —Brend levantó la comisura del labio, pero rápidamente volvió a su expresión seria.

—No hables, quédate tranquila y no hagas esfuerzo —asentí con la cabeza dejando el inhalador cerca de mi... por si acaso.

Estábamos solos en el cuarto, Brend les había dicho a los demás que salieran cuando me dio el ataque.

Lo que Carmen dijo me había preocupado y asustado tanto que casi al instante sufrí esos horribles ataques, y al tener asma se mezcló y lo empeoró aún más.

—Que bueno que recordaras tu inhalador, eres tan olvidadiza que guarde uno de repuesto en mi bolso —sonrió mostrando los dientes, negando con la cabeza.

Me reí fuerte, muy fuerte para ser sinceros. Tanto que comencé a toser como loca.

Brend se acercó a mí sentándose a mi lado en la cama, dándome golpes algo fuertes en la espalda.

—¡Oye! —exclamé aún tosiendo mientras apartaba su mano —. ¡Me sacarás un pulmón, desgraciado!

—Mejor, así te los reemplazamos por unos más sanos.

—Serás idiota —giré los ojos, ya me había calmado, de nuevo—. Además, aún así me cambiaran los pulmones, seguiría teniendo la ansiedad de mierda esa.

—Tienes razón... Y no digas groserías, andamos en un ambiente infantil.

—Si cierto —reí, ahora más suave—. Recuerdo que la primera grosería que oí cuando salimos de aquí fue de... —me detuve un momento, tratando de recordar el nombre.

—¿Miriam?

—¡Sí! —volví a reír, recordar esa parte de mi adolescencia me hacía feliz—. Era muy grosera. Teníamos 19 años cuando Herk nos mandó con ella y no sabíamos ni que iba a ser de nuestras vidas.

—Es bueno saber que no todos le tienen miedo y que están dispuestos a ayudarlo con los niños —desvío mi mirada—. Así como nosotros...

Había algo de tristeza en su voz, lo conocía tan bien...

Por algo es mi mellizo.

—¿Qué tienes?

—No...

—No me digas que no es nada porque te golpeo —amenacé, señalando con el dedo índice su cara.

Él me miró unos segundos, después se tiró hacia atrás en la cama mientras se tapaba la cara con las manos. Estuvo así unos minutos hasta que bajó las manos y habló.

—Lo que dijo Carmen también me preocupó. Entraran en 5 días y lo único que tenemos es lo que quiere hacer Herk —suspiró pesadamente—. La verdad no me parece lo mejor, es un plan para locos, pero tampoco sé qué más podemos hacer. No los podemos lastimar desde el primer momento porque nos darían por terroristas o lo que sea con tal de tener una razón de más peso para matar a Herk, a nosotros y aunque suene injusto... a los niños. Y si no hacemos nada nos matarían igual.

No sabía que decirle, tenía mucha razón, no había nada más que pudiéramos hacer, y obviamente no íbamos a huir. No haríamos eso ni aunque fuera la única opción disponible.

Herk le tiene demasiado aprecio a este bosque, es de él por lo que jamás lo abandonaría, ni por una amenaza de muerte. Literalmente.

—Tienes razón —baje la mirada a mis manos, las cuales descansaban en mi regazo—, es difícil saber que hacer en esta situación tan delicada.

—Es muy delicada, los niños están aquí para vivir una vida tranquila, sin más problemas, sin traumas o lo que sea que tuvieron que pasar antes.

»No es justo que tengan que pasar por algo así solo porque los del gobierno no se toma el tiempo de investigar a fondo. Todo lo que no comprenden lo consideran como una amenaza y quieren destruirlo sea como sea, y si no lo destruyen lo encierran para sus perversas investigaciones.

No dije nada, no sabía que decirle. Tenía tanta razón que se me era imposible contradecirlo.

—El gobierno puede llegar a ser la mayor mafia de todas... —cerré mis manos convirtiéndolas en puños. Volteé a mirarlo, mi tono de voz se volvió determinante—. Pero no dejaremos que eso nos detenga. Haremos lo que sea con tal de que Herk y los niños estén seguros siempre.

Me miró, su expresión se había endurecido a tal punto que sobresalía una vena en su cuello.

Nunca lo había visto así, en serio estaba molesto, mejor dicho, furioso.

—No podemos dejar que ellos ganen. Debemos detenerlos a toda costa —hablaba entre dientes—. Herk no puede morir, no perderemos el bosque y mucho menos dejaremos que los niños sufran de nuevo.

Asentí con la cabeza, se notaba que esto era tan importante para él como lo era para nosotros, tal vez más.

De repente, la puerta se abrió de golpe, entrando por esta Sindy.

—Lamento entrar, así pero tienen que venir ahora —su expresión era todo lo que necesitábamos para preocuparnos más.

—¿Qué pasa?

— Los niños quieren hablar con nosotros, pero dicen que no se puede enterar Herk —Brend y yo nos miramos.

—¿De qué quieren hablar?

—No lo sé, solo me dijeron que nos quieren decir algo súper importante, que depende del destino de Herk y el bosque.



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En el texto hay: suspenso, huerfanos, monstruo

Editado: 07.07.2023

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