El hombre del bosque

Capítulo 19

Herk.

En cuanto oí los disparos reaccioné.

Agarré a los niños poniéndolos detrás de mí, tapándolos con el cuerpo y los brazos.

Pero había un problema.

No me puedo concentrar.

Para poder desintegrar las balas necesitaba mucha concentración. Pero no puedo hacerlo si estoy pendiente de cubrir a los niños.

Sólo puedo disipar algunas, aunque son demasiadas. Aún si me concentrara hasta el máximo no podría evitar que muchas de ellas me dieran.

Siento un dolor inmenso en mi espalda, las balas me perforan en la piel tan rápido que a penas reacciono.

Obviamente, estaban aquí sólo para matarme a mí, los niños fue un detalle extra para ellos. Por eso enfocaban sus balas a mi cuerpo.

Miro a mis pequeños, están asustados, saben que me están hiriendo y que no pueden hacer nada. Que todo lo que hicimos fue en vano.

—Trataré de hablar con ellos, si no funciona voy a atacar a todos los que considere necesario, sería como amenaza. Espero que con eso entiendan y no vuelvan a entrar a este bosque.

Sabía que no funcionaría, pero aún así... lo quise intentar... después de tantos años, aún tenía una pequeñísima pizca de esperanza en la humanidad, y como siempre, ellos se han encargado de apagarla.

Con los disparos no me puedo mover, le pueden dar a alguno de mis niños. Y eso sí que no me lo perdonaría.

—Nos mostraremos como evidencia de que Herk no es malo, pero aún así iremos preparados, haremos lo que sea con tal de que nos dejen tranquilos. Incluso matar... — escuché decir a Georgia en la lejanía. No puedo permitirme que maten por mi culpa...

No lo permití y no lo permitiré. No puedo dejar que sus manos se manchen de sangre por mi causa. No así...

Si alguien se tiene que manchar las manos de sangre soy yo.

Por un momento, todo estuvo en calma, estuve a punto de girar mi cabeza cuando sentí algo filoso siendo incrustando en mi espalda de manera rápida.

Y casi tan rápido como pasó, reaccioné con uno de mis brazos haciendo un movimiento hacia atrás, golpeando a quien fuera que me había apuñalado.

No me gustaba, me podrían hacer de todo pero eso me traía muy malos recuerdos.

Recuerdos que no quería, y causaban que fuera impulsivo.

Me giré para notar que había golpeado al coronel, lo hice con tanta fuerza que salió volando hacia uno de mis árboles, el cual, hizo aparecer una rama filosa que se incrustó justamente en su estómago, no mucho, pero sí lo suficiente como para que quedara colgando de él.

Escupió sangre mirándome con desprecio al igual que a los niños.

Y, finalmente, después de varios segundos en silencio en el cual todos habían quedado en shock, habló.

—¿Qué se siente saber que matarás a alguien inocente? —sonrió de manera burlona. Un hilo de sangre salía de entre sus labios.

—Genial —hablé de manera que todos podían oírme—, porqué eres de todo menos inocente, por lo que disfrutaré tu muerte como no tienes idea.

Me acerqué a él con rapidez, agachándome hasta su altura, lo agarré del cuello mientras lo empujaba, ésta vez, muy lentamente. Y como detalle extra, con mis filosos dedos corté los suyos, sólo los de la mano izquierda.

Él había soltado ya hace rato el cuchillo con el que me hirió. Su rostro expresando extremo dolor y angustia. Sabe que no se librará de esta.

Nadie hiere a mis niños si yo estoy presente.

Nadie daña a mí bosque si yo estoy presente.

Corté su último dedo, viendoñ cómo ahogaba un grito. Cerró los ojos con fuerza un momento para después abrirlos. Al estar completamente incrustado en la rama, lo agarre de la cara tan fuerte que creo haber escuchado un crujido, lo obligué a mirarme a los ojos, trató de esquivarlos pero logré que llegara a enfrascarse en ellos.

—Te mostraré tu peor pesadilla, experimentarás el peor de tus miedos. ¿Estás listo? —le dije, solo a él.

—Haz lo que quieras, no me importa —murmuró entre dientes.

Pero pareció importarle mucho cuando empezó. Agonía y sufrimiento expresaba su rostro. Una delicia para mí. Su miedo.

Pero no duró mucho.

Escuché como uno de los soldados levantó su arma, disparando casi al minuto.

Y vi de reojo como Claudia se interpuso entre la bala y yo.

Reaccioné tan rápido como pude, girando mi cuerpo y empujándola hacia otro lado, siendo yo de nuevo el blanco.

Todo paso tan lento que fue irreal.

Vi a los niños, sus caras de absoluto terror puestas en mí. Claudia había quedado sentada en el suelo, llorando. Espero no haberle hecho daño...

Casi todos lloraban. Me partía el corazón... no quería verlos llorar por mi...

Mis niños más grandes estaban asustados también. Nunca había visto a Brend llorando, nunca, sin embargo, eso pasó. Estaba llorando agarrado de su hermana.

No oía nada, solo un fuerte zumbido, pero sus labios formaban mi nombre con insistencia.

Se empezaron a mover hacia mi, pero todo pasaba con tal lentitud que a penas pude notarlo. ¿Por qué...?

En ese momento lo supe.

La bala ya me había dado.

Justo sobre el corazón de tela que tenía cosido sobre mi ropa.

Justo sobre mi corazón de verdad.

Sobre el único lugar en el que sí puedo morir mucho más rápido. Será mi corazón, pero seguiré vivo unos minutos más. Ni yo entiendo eso. Créanme.

Mi caída al suelo se me hizo eterna, pude inspeccionar con más precisión sus rostros.

Pero no pude mirarlos más, no podía soportar ver sus caras llenas de lágrimas y dolor. Cuando mi caída terminó, decidí mirar hacia arriba, a la copa de los árboles sin hojas pero sí llenos de nieve.

Quién lo diría... Tanto que me gusta la nieve, y terminaré en ella.

En ese momento me acordé de él. De mi compañero de toda la vida.

¿Estás ahí?

Si... —tosió sangre en ese momento—. Hasta donde vinimos a parar ¿no Herk?

Nunca quise que te fueras conmigo si algo de esto pasaba...



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En el texto hay: suspenso, huerfanos, monstruo

Editado: 07.07.2023

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