El hombre del pañuelo

8

Ricky, está en una silla de ruedas, debe ser por lo que le hizo mi amiga, ahora si me alegro de lo que hizo, le aguanto mucho, por fin se libró de esa cucaracha. El anuncio de la policía interrumpe mis pensamientos.

 

 

—¡POLICIA DE MANHATTAN ESTAN RODEADOS! —¿Quién les aviso? Según yo, estábamos solos en estos, miro a, Ian, me sonríe y después se pone serio otra vez.

 

 

—Suelta a la mujer, mis hombres entraran aquí si no te rindes ahora — la voz del hombre del pañuelo, que aunque no lleve saco, se ve tan guapo, tan mandón.

 

 

Lo miro de nuevo y le hago señas para estar en la distracción, en cuestión de segundo empieza la balacera, no se quien ha hecho el primer disparo, solo, sé que he corrido y disparando en las piernas y manos a los hombres mientras me apresuro a liberar a, Roxanna.
No sabía que fuera tan buena en esto, Ian, cubre mi espalda mientras desato a Roxanna, le libro los pies manos, la abrazo. Al alejarme de la vista se me nubla, todo me da vueltas, siento que un frio recorre mi cuerpo, caigo al suelo, escucho voces al mi alrededor, toso sangre.

 

 

 

***

 

 

 

Me arrodillo en el suelo y levanto la cabeza de la chica del cabello arcoíris, no me dije que alguien le ha disparado, tiene dos impactos de bala, uno en el pulmón y otro en el estómago. Los agentes se acercan y uno de ellos llama a la ambulancia. Quisiera levantarla y llevarla, pero no puedo, tengo miedo de que pueda perjudicar más su salud.


Los paramédicos la llevan en la camilla yo voy a s lado, siento una opresión en el pecho, me cuesta respirar, es una emoción que no logro descifrar. Me siento tan perturbado cuando la tengo cerca, es una mujer apasionada, sentí sus besos anhelantes, deseosos, es tan desafiantes, con un carácter fuerte, determinada.
Cada segundo que pasa me desespero más, no quiero volverme loco con todo esto. Uno de los policías está al pendiente de su amiga, ambas se quieren. El destino las junto para convertirse en la espalda de cada una.
En el camino al hospital, mi chica arcoíris tuvo un paro cardiaco, los paramédicos lograron que volviera después de cuatro intentos de resucitación, le pusieron oxígeno, tiene el pulso demasiado débil. Al llegar al hospital, la ingresan rápidamente en el quirófano, quiero entrar pero no me lo permiten. Permanezco en la sala de espera, voy al baño después de un rato, me quito la camisa y el chaleco anti balas que traía puesto, tengo un gran moretón en el pecho, el chaleco un gran casquillo de bala. Me lavo la cara y me miro en el espejo, tengo la ceja roja, muchos hematomas por las peleas que he tenido hoy. A sido un día lleno de actividad, balas y golpes no han faltado, probablemente no seguiría vivo si la chica arcoíris no hubiera salvado mi vida en la comisaria.


Siento una opresión en el pecho al recordarla ¿Por qué me siento así? Me estremezco solo de pensar en ella, sonrió ante todo lo que ha pasado.
Me pongo la camisa y salgo del baño con el chaleco en la mano izquierda, me siento en la sala de espera. Debió ser por la adrenalina que no sintió antes los efectos de los disparos, solo tenía una cosa en su mente, ayudar a su amiga de la manera que sea.
Ordeno a mi departamento recoger toda la evidencia para procesar lo, no quiero a esa rata en la calle. Sé que el narcotráfico puede que no acabe nunca, pero seguiré trabajando para que desaparezca.
Yo no puedo llenar su informe médico pues no conozco más de lo que ella me ha contado, tengo curiosidad por saber si su padre vive, si ella puede tener otra vez un hogar, me sentiría más tranquilo si ella ya no viviera en ese barrio tan peligroso y más con lo que ha pasado.
Las horas se me hacen eternas, miro el reloj, ya llevan tres horas los doctores, espero que todo salga bien, no entiendo por qué me siento perturbado, preocupado, apenas la conozco y siento como si me entendiera por completo. 


Me levanto y me vuelvo a sentar, camino una y otra vez en la sala de espera, me siento sofocado con tanta espera, paso mis manos por el cabello y las reposo en mi cuello, hago la cabeza hacia atrás en la pared. Algo dentro de mí quiere quedarse, asegurarse de que este bien, quisiera que me desafiar ahora, que me tratara con ese sarcasmo suyo y quisiera besar su boca, sus labios se acoplan tan bien con los míos.
Veo cómo sale el doctor que entro con ella al quirófano y me levanto en seguida.

 

 


—¿Doctor como esta? — no puedo creer que hayan pasado seis horas en quirófano.

 




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