Capítulo 7

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Mis ojos se abren bruscamente, la luz sobre mí me lastima así que debo cerrarlos con fuerza esta vez. Tengo una jaqueca terrible y la garganta me arde, además de que tengo un sabor asqueroso en la boca. 

Durante un rato permanezco ahí tendida con los ojos cerrados pero consciente, tratando de recordar qué ocurrió y, cuando no lo logro abro los ojos de nuevo pero ésta vez con lentitud; estoy completamente desorientada y por un momento entro en pánico.

Mis manos sudan y tiemblan, mi respiración se acelera y ni hablar de los latidos de mi corazón. Me siento sobre la cama en la que me encuentro y recargo mi espalda contra la cabecera metálica; extiendo mi mano derecha sobre mi corazón y me concentró en la sensación que provoca para intentar tranquilizarme…debo enfocarme.

Miro hacia la puerta de la habitación en la que me encuentro y ésta se abre de pronto, estrepitosamente y haciéndome saltar un poco en mi lugar, soltando un pequeño grito. 

Cuando Ethan entra, agitado y sosteniendo un vaso de agua, sus ojos se posan sobre mí, alarmado y preocupado por mi reacción.

—Maldición —musito y escondo mi rostro entre mis manos. Me siento avergonzada y aún muy desorientada; me aclaro la garganta y limpio un poco del sudor en mi rostro para luego alzarlo y mirar a mi mejor amigo— ¿Qué pasó?

Da un paso en mi dirección, pero parece dudarlo pues se detiene y sus ojos están posados sobre mí…está observándome de una manera muy extraña que de inmediato me preocupa, pues es como si una lucha existiera en su interior, puedo verlo claro como el agua en su expresión y en sus ojos. Me está ocultando algo, le conozco. 
—Ethan —digo con tono agravado, mi voz tiembla con molestia pero también con algo de miedo ¿qué es lo que no quiere decirme? 

De pronto, un pensamiento aterrador llena mi mente.

Hay algo importantísimo que recordar, algo que de alguna manera sé no debería olvidar. Me esfuerzo por pensar, por recordar qué debería saber pero nada viene a mi mente y eso me preocupa aún más.

—Estaba preocupado —me dice, ofreciéndome una rápida y débil sonrisa para luego dejar el vaso de agua en mi buró y sentarse en la orilla de la cama. 

Me siento rara junto a él ahora…como si tuviera que estar alerta incluso frente a mi mejor amigo.

Su brazo se estira hacia mi rostro e intento no encogerme de forma en la que se note demasiado que he dejado ya de confiar en él; Ethan aparta un mechón de cabello de mi rostro y luego me ofrece una caja de pastillas.

Alzo las cejas y le miro, confundida.

— ¿Qué me pasó? —pregunto— No puedo recordar mucho…

— ¿Pero qué es lo último que sí recuerdas?

Mi ceño se frunce y desvío la mirada hacia mis manos en mi regazo; luego de pensarlo detenidamente y haciendo un esfuerzo titánico por recordar todo lo que pueda, me rindo y le respondo, derrotada:— Sólo recuerdo levantarme de la cama y sentirme como si el mundo estuviera girando sin control, caminé hasta la puerta y…nada.

Ethan deja salir un suspiro y casi puedo jurar que puedo ver el alivio en su rostro.

—Algo debió hacerte daño, según un doctor que Alvah conoce. —responde y de inmediato sé que su respuesta es una mierda. — Fui como un loco hasta  su consultorio en Osburn luego de que te encontramos inconsciente en las escaleras. Nos sugirió este medicamento, debes tomarlo sólo un par de días.

Asiento y tomo las caja que me está ofreciendo, la abro y saco el medicamento. Ethan se estira de nuevo por el vaso de agua y me lo entrega, lo tomo con manos temblorosas, teniendo cuidado de no hacer contacto con sus dedos.

Antes de tomarlas, observo las pastillas y dudo durante unos segundos; son algo extrañas, de un color rojo casi neón y la textura tan suave me recuerda más a alguna clase de dulce que a un medicamento. 

No puedo beber esto…no cuando viene de alguien en quien ya no confío luego de que me ha dado una explicación tan extraña. Pero Ethan me está observando detenidamente, casi ansioso de que ingiera esto.

Y lo hago, pero la coloco de tal forma en mí boca que, cuando bebo el agua, la pastilla no se mueve. Cuando termino de beber le sonrío como siempre suelo hacerlo, como si aún le pudiera confiar mi vida a éste hombre; Ethan se levanta y camina hasta la puerta, pero antes de irse se gira un poco para mirarme.

—Te pondrás mejor, Abeja —me asegura ofreciéndome una sonrisa amable que me da escalofríos. Ya no estoy tan segura de que sea “amable”— Te lo prometo.

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He dejado la pastilla en la funda de mi almohada. Me ha dejado un sabor muy amargo en la boca y me hace arrepentirme de haber bebido toda el agua que Ethan trajo a la habitación.

Incluso después de que ya ha pasado un buen rato desde que Ethan se fue, aún me siento débil. Creo que estoy paranoica porque no he dejado de pensar en cómo salir de la mansión junto a Gala sin que nadie lo note.

Incluso comienzo a empacar algunas de mis pertenencias, ansiosa y con el corazón latiendo a mil por hora mientras meto mi ropa a mi maleta y observo constantemente la puerta de mi habitación; de repente tengo que detenerme…comienzo a escuchar pasos cerca de mi habitación, son ligeros pero aún así la madera cruje bajo las pisadas del individuo, se dirige rápido a mi puerta.

Moviéndome con rapidez, tomo la maleta y la oculto bajo mi cama, mordiendo mi labio y maldiciendo en voz baja cuando la maleta al ser lanzada bajo la cama hace un ruido como de madera siendo destrozada en su camino.

Los pasos se detienen y yo me acuesto en la cama, actuando como si acabara de despertar aunque sienta como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho.

La puerta se abre lentamente, primero sólo un resquicio y luego a la mitad: Orien asoma la cabeza, inspecciona con su mirada mi habitación hasta que sus ojos azules se posan sobre mí.

Le sonrió, feliz de verlo luego de lo que siento ha sido una eternidad.

—Te ves mejor —comenta mientras entra y cierra la puerta detrás de él.—, con más color y cara de viva.

—Y me siento mejor. —le respondo con amabilidad.