Jeremy puso el pié sobre la cabeza del cadáver, y con sus manos retiró la daga que estaba incrustrada en su garganta. La limpió en la ropa del antiguo guardia y se la metió en el compartimiento que tenía en la bota derecha. Buscó entre sus bolsillos, a ver si encontraba algo que le sea útil, pero no halló nada, solo cuchillos y más cuchillos, ni una sola amena. Era de esperarse solo tenían 10 y Jeremy se las había robado todas. Pensó en que no debía desperdiciarlas, aunque ya había malgastado una en ese mocoso. Las otras 9 las guardaría para una ocasión en que sí valiesen la pena usarlas.
Buscó en los bolsillos de los otros dos guardias, en uno de ellos encontró un mapa. Lo vió por todos lados y luego quedó pensando unos cuantos minutos.
Luego la guardó en su chaqueta, se sentó un momento al lado de uno de ellos, quitó la improvisada venda que tenía en su pierna y revisó la herida, ya no salía sangre pero la bala seguía dentro, debía de sacarla.
Tomó su daga y la hundió unos cuantos centimetros alrededor de donde se encontraba la bala. Abrió el pedazo de piel que se acababa de cortar y la vió. Era lo que esperaba.
Con la punta de su daga retiró la bala e hizo un gesto de dolor. Inmediatamente vendó su herida con un pedazo de tela que arrancó de las vestiduras del guardia.
Observó la bala con detenimiento y vió el rastreador que se encontraba en ella, probablemente hasta el último cuartel conocía de su existencia, si no no le veía el caso de intentar capturarlo incluso con rastreadores.
Lo que menos quería era llamar la atención, pero ya todos debían conocer su existencia. Era cuestión de tiempo para que lo atrapasen , pero no se las dejaría fácil. Se levantó desenvainó su espada, la alzó con las dos manos hacia arriba y con un solo corte separó el brazo del cadaver maloliente del guardia.
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Bend estaba sollozando en silencio, em el lugar en que aquel hombre lo había dejado, sus ojos húmedos botaban lágrimas, no era un llanto como el de cualquier otro niño, Bend siempre lloraba en silencio y lágrima por lágrima.
Estaba asustado, no sabía que hacer, ¿a dónde iría? ¿Quien lo ayudaría? Estaba resignado, en un mundo como este no había lugar para un niño de 8 años. Él único destino que le esperaba era la muerte, solo deseaba que no fuera tan dolorosa. Bend limpió sus lágrimas y echó a andar sin rumbo. Ya era casi medio día, tenía hambre. Se introdujo aún mas en el bosque y se perdió entre la maleza. A lo lejos oyó que alguien se acercaba, creyó que se trataba del hombre que lo había salvado. Se quedó quieto sin moverse, al parecer el hombre venía hacia él.
Cada vez que se acercaba veía como su silueta crecía. Ese no era el hombre, era un oso enorme, que probablemente buscaba alimentarse de él.
Bend corrió tratando de huir del animal, pero no servía de mucho, el oso era mas veloz y lo alcanzó dándole un zarpaso en la espalda que lo tiró metros mas allá.
Bend no podía levantarse, se quedó tirado ahí esperando la muerte en las fauces de aquel grotesco animal. Cuando el oso estuvo a punto de darle el zarpaso final una daga salida de la nada se incrustó en su pata, el animal entonces arremetió contra quien lo había dañado.
Jeremy fué corriendo hacia el oso y cuando estuvieron frente a frente éste saltó por encima del animal, retirando con una mano la daga de su pata y clavando con la otra una más en su nuca. Ésta vez el oso soltó un rugido, probablemente de dolor.
Jeremy cayó de cuclillas dió un volantín y se dirigió nuevamente hacia el oso.
El animal dió la vuelta y se puso en dos patas abrió su enorme boca y con una fuerza bruta la cerró sobre el brazo. Éste forcejeó mas no gritó.
El oso dió un jalón hacia atrás y le arrancó el brazo. Jeremy retrocedió.
El oso salió de la escena, corriendo y llevándose un brazo entre sus dientes.
—Suerte siguiendo eso Hijos de puta- balbuceó Jeremy.
Bend aún se encontraba en el suelo sin poder levantarse. Jeremy se acercó y le habló:
-¿Estás bien enano?
Bend alzó la cabeza y respondió llorando.
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Editado: 21.04.2019