Duelos de pruebas casi finalizadas
Regulé mi respiración escondiendo mi cuerpo tras el tronco de un árbol. Estiré mi brazo sobre un lado de mi hombro hasta mi espalda, contando las flechas restantes; cuatro nada más.
Si continuaba así lograría pasar la prueba con bastante dificultad. No tenía ningún arma de alto calibre con la cual defenderme, contaba con nada más que una pequeña cuchilla y las flechas que le quité a otra persona junto al arco improvisado. Enfrentarme a alguien en estos instantes no estaba en mis planes. No si quería conservar cada flecha.
Aunque la ventaja de un enfrentamiento... (si es que ganaba por supuesto) sería recolectar las armas del oponente. Una muy buena opción en mi caso pero demasiado riesgosa llevarla acabo.
Mi análisis de que opción decidir fue interrumpido por pasos acercándose. Volví mis movimientos nulos concentrando mi audición en el conteo de saber de cuantas personas se trataba. Si resulta ser un grupo de dos o tres, definitivamente estaba acabada.
Logrando dar con solo una presencia salí del escondite tomando la opción más arriesgada. Necesito recursos. Sostuve en alto el arco tensando y soltando la cuerda, dejando libre a la cuarta flecha, fallando estúpidamente.
¡Maldición! No era buena en el arco… Bueno, tampoco una fracasada, pero disparar a alguien que ha sido reconocido como el más ágil entre nosotros… Es tener el destino a un fracaso seguro.
—Preciosa, te recomiendo que no desperdicies las únicas flechas que te quedan —Enseñó la estúpida sonrisa que dejaba embobada a muchas chicas. —Acepta la derrota y seré compasivo contigo.
Tiene la misma habilidad de irritarme como lo hace Silvia. Con razón están saliendo… Tal para cuál definitivamente.
—¿Y si no quiero? —sonrió altivo haciendo una pose que acepto lo hacía ver demasiado bien.
—Olvidaré que no debo golpear a una chica, más a una tan preciosa como tú —Imbécil.
Si hablamos en términos de apariencia, no podía negarlo, Ómar era atractivo, bastante de hecho: cabellos negros, ojos oscuros, piel bronceada y unos buenos bíceps, tríceps, abdominales, etcétera. Lo que sí no tenía era tanta inteligencia. Imagino que por eso se convirtió en la pareja de Silvia hace ya dos meses, denominados como los populares de la secundaria. Era una simulación de la porrista líder y el mariscal de campo en el fútbol americano. Un cliché desgastado.
—No me rendiré.
Reafirmando mi objetivo, no espere… corrí hacía su dirección elevando la pierna hasta su rostro. Previendo mi movimiento, sujetó mi tobillo en el aire, evitando el golpe. Desplazó tan rápido una sonrisa de burla y estuve a punto de oír otra lista de sus estúpidos apodos, pero no lo dejé ni entonar la primera palabra. Actuando rápido me elevé, impulsando mi pie en su pecho girando hacía atrás, libre y aterrizando en tierra firme.
¿Quién creería que algún día haría esas acrobacias? Nadie posiblemente, y en ello me incluía.
Lamentablemente, o una fortuna en realidad, podía ejecutar esos movimientos con más facilidad cada vez que lo practicaba, volviendo los movimientos más sencillos con el pasar del tiempo.
Aprovechando el desconcierto sujeté el arco de madera con ambas manos golpeando su rostro hasta hacerlo girar a un lado. Ante esta acción volteó rápidamente la cara mirándome con un aspecto diferente al coqueto que siempre lleva.
Los iris de sus ojos cambiando me mostraron perfectamente la furia que provoqué. Contrario a él mantuve tranquilidad, poniendo en marcha el plan para terminar esto.
Cada segundo perdido equivalía a mi vida en la cuerda más floja.
Esperando su perdida de sensatez llegó a su poco límite, corriendo ahora hacia mí dispuesto a asesinarme. Y sí, podíamos matarnos, esa decisión dependía al tipo de persona que eras y al tipo de persona que lo había autorizado alegando ser divertido ver algo como eso.
Negué en disconformidad a ese razonamiento nada lógico de esa decisión de un psicópata.
Calculando el momento exacto, lancé el arco al aire, corrí también hacia él extrayendo la única cuchilla que guardaba en las prendas de cuero a un costado de mi cintura. Cambié mi ruta pasando por debajo de su brazo, evitando contacto. Justo estando a su lado pasé el filo por su muslo causándole una herida superficial pero suficiente.
Estando nuevamente en lados contrarios: él obviamente de pie y yo en una sola rodilla, ambos dándonos la espalda, elevé el brazo justo a tiempo para atrapar el arco en el aire.
Solté la cuchilla y saqué la tercera flecha girando la mitad de mi cuerpo, posicionando mis extremidades superiores, liberando la flecha hasta colisionar en el objetivo que dio en el omóplato derecho de Ómar.
Fueron cuestión de algunos segundos para que el líquido impregnado en cada arma haga efecto. Sucediendo, cayó sobre la tierra en un sonido seco, inconsciente.
Pudo haber resultado diferente sino fueran por las dos heridas que hice; seguiría en pie dando lucha. Para desgracia suya no iba a levantarse en un tiempo determinado de quince minutos.
Estaría preocupada por la flecha incrustada en él si fuera un caso diferente, pero recordando la explicación de Marck hacia todos en general al principio de esto, no debía preocuparme… Los trajes que llevábamos consistiendo en uno similar a los soldados y guardias, tenía equipado una protección en toda la prenda, impidiendo el traspaso total de algún arma filosa; lograba incrustarse, claro, pero no llegaba a internarse a fondo, siendo un gran escudo.
Ante ello la punta de la flecha que disparé, no estaba a fondo. Un centímetro adentro de la piel, nada más.
Estará bien... espero.
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Editado: 20.08.2024