Tan extraño como normal
Cambié de lado mi cuerpo empezando a molestarme por el ruido cerca. Quería seguir durmiendo y soñando con la ciudad de chocolates, Soñar estando en esa ciudad era más bonito que vivir en la fea realidad. Y era algo obsesivo que esa tonta realidad quisiera que vuelva, porque sentí un fuerte golpe en mi espalda, igualito a una patada de unas botas: talla siete, color negro, material pirata. Un mismo golpe fue seguido de un grito que rompieron mis tímpanos.
—Ya cállese, Señor.
Por instinto me cubrí la cara con los brazos justo a tiempo de recibir otra patada. —¡Levántate ahora mismo, gusano! —entreabrí los ojos viendo el mismo rostro de molestia desde hace siglos— Si te atreves a quedarte dormido nuevamente voy a azotarte hasta destrozar tu espalda. ¡¿Escuchaste?!
Este tipo me recuerda a alguien. Alguien especial.
—¿Buen hombre, por si acaso conoce al General Lars? —pregunté respetuoso poniéndome de pie con dificultad—. No sé, usted me recuerda a él. Tienen el mismo carácter de mierda y la misma apariencia nauseabunda.
Un golpe en la cara fue suficiente para callarme y tirarme al suelo noqueado y oyendo borroso. Sonreí en el suelo ya acostumbrado a los golpes y la sangre en mi boca. No me dolió.
—Si no fueras valioso para mi Señor te mataría, gusano.
Disgustado vi sus botas negras dar la vuelta alejándose para despertar a otros prisioneros, recostados a los lados de árboles o arbustos. Todos tenían casi mi edad y sabía que todos excepto uno eran convertidos.
—¿Por qué siempre estás provocándolo? —reprochó ayudándome a levantarme— ¿Eres masoquista?
—Puede —limpiando mis labios moví mi quijada recuperando la movilidad en mi rostro—. La sincera verdad es que estoy aburrido, y la única diversión que tengo aquí es molestarlo.
—Eres la persona más rara que pude conocer. ¿Quién prefiere recibir un golpe para dejar de estar aburrido?
—Lei dice que no soy raro y, Minerva dice que soy especial.
—Por supuesto que lo dirían —quise entender que insinuaba—. Eres su amigo después de todo. Nunca dirían nada como: lo loco que pareces ser aparte de todo un dramático.
—Exacto. Ellas no lo dirán porque no lo soy. Gracias.
Frunció las cejas rodando los ojos y bufando en diversión. No entendí ese gesto pero igual no le di importancia. Encogiendo mis hombros y lanzándome a él para despeinar sus cabellos negros que de alguna extraña manera a los rayos del sol se veian en momentos como con líneas azuladas... Eso fue raro y a la vez increíble. Pero igual me agradaba molestarlo un poco, tal vez porque era más joven que yo.
Nos conocimos una semana después de que ese Lobo grande de ojos Sangrientos me arrastrará por todo el bosque hasta una cueva. Al principio pensé que iba a comerme, pero cuando se transformo en un humano lo único que hice fue gritar como una mujer en apuros cubriendo mis ojos de ver a un hombre desnudo. Fue tan vergonzoso que olvidé estar secuestrado.
Paso mucho para dejar de taparme los ojos y salir tras la roca. Ese hombre me obligó a mirarlo pero yo no quería, así que empezamos una mínima pelea terminando con un golpe en mi nuca quedando dormido por no sé cuanto tiempo. Despertando estaba sobre un caballo con brazos y piernas colgando, una escena que me hizo rodar a un lado cayendo como un costal de harina del enorme animal.
Poniéndome al corriente, encontré a otras personas caminando a los lados, la mayoría con unas cadenas en los tobillos y muñecas. Todos se veían fatales, yo también… No sabía que pasaba, hasta recibir un feo golpe en mi espalda de un sujeto que parecía normal pero no lo era. En su mano tenía una extraña soga similar a un látigo y en su cintura una espada desgastada.
Le pregunte amablemente que estaba pasando. Qué hacía aquí, y si vio a mi mejor amiga, pero recibí otro golpe en la cara explicando a gritos que no tenía porque darme explicaciones. En ese momento pensé lo delicado que era ese hombre y desde entonces me gusta molestarlo. Tal vez si soy masoquista. Sea lo que sea eso.
En fin, paso una semana más: caminando en grupo, aumentándose más personas casi todos convertidos. Y uno de esos días; el día de la nueva amistad, esos hombres que nos tenían prisioneros capturaron a un chico de quince años, el cual ahora era mi colega…
—Esas amigas tuyas deben ser especiales para ti —caminamos lado a lado como cada mañana siendo vigilados por los secuestradores—, a pesar de solo ser Convertidas.
—¡Hey! Mucho cuidado con ese tonito —No ignoré como existía un toquecito de inferioridad con la palabra Convertida, en su voz. Fingí molestia. —Yo también soy un Convertido y eso no significa que seamos débiles... —dudé pensándolo mejor— o eso fue lo que dijo Marck alguna vez.
No recordaba cuando, a que hora y en donde lo dijo… pero si lo menciono. Animándonos luego como la mamá gallina que es.
—La verdad, aunque no sea de tu agrado ustedes son: menos fuertes que uno de linaje puro —En lugar de molestarme, sonreí de lado.
Sabía de sobra que a él no le agradaban mucho los Convertidos: los califica de débiles e inferiores, seres que no debían existir, siendo la falla de la pirámide alimenticia. Palabras que más o menos dijo y las cuales me gustaba aprovecharme de su pensamiento demasiado adulto.
—Entonces, búscate otro amigo —hice un ademán de resignación con la cabeza—: uno tan puro como tú —me miró con esos hipnóticos ojos de color humo.
—No seas dramático —llevé mi mano al pecho ofendido por la mentira que decía—. Siempre me extorsionas de esa forma. La primera vez pude haber caído pero ahora ya no.
Es listo, más listo que yo. Mucho más listo para su edad y para la mía cuando tenía sus mismas quince primaveras… Me preguntó si ellos celebran los quince. Yo no lo hice pero eso no importa
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Editado: 20.08.2024