Un pasado perfecto
Música resonaba a través de varias bocinas, alrededor de un pequeño local simple. Completamente repleto de adolescentes que bailaban bajo el ritmo atrayente de una banda juvenil, presentándose clandestinamente, promocionando sus músicas.
Nada de ello fue importante por un lado: ni el lugar descuidado que se ocultaba por las pocas luces coloridas que aclaraban la oscuridad, ni tampoco alguna que otra bebida alcohólica aparte de refrescos que casi nadie tocaba. Excepto una joven de dieciséis años que cambiaba otro vaso de trago por uno sin nada que pueda causarle problemas con sus mayores…
Técnicamente ya tenía problemas con ellos estando en ese lugar pero… Tampoco es importante en ese instante.
Ignorando la voz de la razón, bebió el refresco frío de un solo trago, aminorando el calor que se filtraba en el lugar. No le ayudó nada estar con dos chaquetas sobre si, una más abrigadora que la otra. Siendo ninguna de su agrado pero no podía sacarse ni la capucha oscura por temas simplemente abrumadores para ella.
Si alguien la reconocía, estaba en problemas y en medidas extremas, si alguien la reconocía, tomando una foto subiéndola a alguna red social: estaba acabada.
Se atrevía a imaginar incluso todo el desastre que seria; sus padres decepcionados, su fantástica imagen ejemplar en las ruinas, las víboras que tenía como socios a las millonarias empresas de sus padres: añadiendo cizaña al hecho de que no sería adecuada como próxima líder de aquí en los próximos años…
Cuanto caos existiría por esto.
Aun siendo consciente de todo esto, quería estar ahí. Quería sentirse por una vez en su vida libre, tomando terribles decisiones, como escapar de su hogar a altas horas de la noche. Saliendo por la ventana, caminar por el techo con cuidado, escalar por una enredadera de plantas en unas escaleras, confundir a unos guardias en los patios y atravesar las rejas metálicas de la parte trasera. Escalándolas para quedar libre y correr hacia un vehículo que esperaba por ella a una distancia segura. Fue una aventura escapar. Al menos no una imposible.
—Leila —llamaron su nombre sacándola de la ensoñación—. ¿Te diviertes?
Una adolescente dos años mayor apareció con un contenido diferente en un vaso de plástico en su mano, pero con una gran sonrisa animada y un vestuario más acuerdo al evento.
—Es fantástico —No mentía en ello. Sus ojos grises claros brillantes lo comprobaba. —Jamás estuve en un lugar así.
Nada de malicia existía en su voz. No difamaba el lugar ni a los demás. En realidad, la experiencia es lo que más la tenía emocionada, y la otra joven más alta a ella lo sabía, por eso le sonrió. —¿Verdad que sabemos divertirnos.
En plan cómico, interrogó, demostrando las líneas separadas que existía de dos mundos diferentes metafóricamente hablando.
Mientras la menor vivía en un mundo con reglas, disciplina social, estatus elevado. La mayor se mantenía en un nivel menos exigente para la sociedad y menos exigente a esa edad.
—Sí que lo hacen —rio tomando otro sorbo de refresco, observando su alrededor y como todos bailaban con toda la energía ilimitada a esa edad.
También lo había hecho hace unos minutos, disfrutando la diversión hasta hacer que una capa de sudor se formara en su frente, y a las plantas de sus pies exigir un descanso. No estaba siendo muy buena de soportar el ritmo animado.
Pensando en lo diferente que era su vida con la vida de la mayoría de los jóvenes en el lugar, no presto atención a la mirada de un adolescente un año mayor que la había estado observando desde su llegada. No solamente por la escondida apariencia de la joven, sino porque la conocía. Y la conocía bien. Por ello, no espero más tiempo del que fue paciente a acercarse, atrayendo una que otra atención gracias al aspecto fuerte y feroz que traía.
Hizo a un lado varias de las insinuaciones en su camino. En otra ocasión con gusto hubiera disfrutado la atención, pero ahora, alguien más llamaba toda su atención. Como siempre.
—Vaya, vaya. A quién es que encuentro aquí —habló en alto estando a unos metros de la más joven—. Si es nada más que la gran River.
Al tono bastante familiarizado no necesito verlo más de dos veces para reconocerlo, como una gran calamidad desde que apareció en su vida.
—André —pronunció su nombre, suspirando en cierto fastidio—. ¿Qué haces tú aquí? —Pese a detestarlo un tanto por cierto; la curiosidad tenía sus momentos en su vida y, ésta era una.
—Divirtiéndome, por supuesto —con la bebida en mano llevó su mirada alrededor—. Admito que los de esta clase… saben, divertirse.
La aclaración no fue muy bien recibido por la joven mayor que se mantuvo al margen. Pensó que el chico estaba bien dotado con todo lo que mostraba ante una simple camiseta negra de mangas cortas, revelando un cuerpo entrenado y que decir del atractivo rostro pálido, ojos mieles y unos cabellos modificados de su color original a platinados. Atraía a sus sentidos hormonales, pero también, sabía que no debía meterse con él por la simple razón de ser de mundos y pensamientos diferentes. Como lo acaba de aclarar con esa inferioridad en los que puso a su gente.
Por otro lado, la menor de ojos claros solo pensó lo idiota que era su compañero. Aborrecía el hecho de conocerse. Aborrecía el hecho de que todos sus compañeros de academia fueran muy similares a él: hipócritas que nada más se centraban en sí mismos, en su grande posición en la sociedad y el suficiente dinero que derrochaban sin medida.
¿Por qué tenía que ser la única en pensar diferente?
¿Y por qué tenia que verse mal su pensar?
—Al menos ellos tienen prioridades más importantes.
La risa burlona ante esa insinuación obvia hacia él, lo alentó a molestar un poco a la menor. Admitía en el fondo lo entretenido que era la única hija de los River. Muy diferente a todas las que caían encantadas con unas cuantas palabras y dulces sonrisas, más escuchando su apellido afamado, conocido por contar con sumas millonarias.
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Editado: 20.08.2024