Anclas
Con un grito de adrenalina y un giro de mis talones, corté profundo en el pecho de un soldado al mismo tiempo que pateé a otro que se acercaba por mi derecha.
La salpicadura de sangre fue inevitable. Lo había sido desde que nos adentramos en la batalla, tanto como para mí, Leila, Ómar y Aren.
Podía aún visualizarlos a distancia en realidad, ya que cada uno tomó un propio camino donde se enfrentaba a altas cantidades de oponentes: resistiendo lo más que se podía. Algo que se estaba perdiendo con el pasar del tiempo.
Tomándome un descanso y agradeciendo la brisa que sopló sobre mi rostro, observé el cielo azul y brillante, libre de cualquier nube, solo lo adornaba un glorioso sol que se alzaba justo sobre nuestras cabezas. Un indicativo que también enseñaba la hora.
Medio día. Estábamos luchando prácticamente toda la mañana.
Era admirable la resistencia Lycan; el cansancio apenas se mostraba por la capa de sudor sobre la piel y posiblemente la suciedad que se pegaba. No solo por la sangre, sino la tierra, que al ser un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, existía una gran movilidad…
Reteniendo con mi mano el puño que se dirigía a mi rostro, no perdí el tiempo para golpear un punto especifico de su brazo con mi mano libre. Desconcentrando a la mujer que al ver mejor su vestidura, noté la imagen de un escudo diferente a un lado de su pecho.
Debía pertenecer a alguna comitiva de las manadas que vinieron a la coronación preparada para hoy.
Pateando sus costillas, desestabilice su postura justo para tirar de su puño hacia adelante, llevando a sus pies a avanzar para chocar con el mío. Última acción que no sucedió por hacerme a un lado, dejando que pasara por mi costado, permitiéndome ahora golpear con mi antebrazo la zona posterior de su cuello. Causando su desmayo.
Con la respiración ligeramente desestabilizada, no me preocupé por observar como cayó su cuerpo. No ante la vista lejana de un grupo inmenso de Lobos transformados viniendo a una amenazante velocidad.
Eran los refuerzos.
Pero no precisamente los nuestros.
Mierda.
—¡¡¿Dónde demonios está tu estúpida pareja?!! —El gritó provino de la Alfa Victoria que estaba luchando cerca. —¡¡Nos harán pedazos si seguimos así!!
La resistencia Lycan era increíble pero no ilimitada.
Recibiendo a otro oponente no me concentré en la pelea, de hecho mi mente empezó a preguntarse porque no aparecía el grupo que Seth comandaba. Ya deberían estar aquí.
Una patada voladora a un lado de mi rostro me arrojó al suelo no tan sorprendida. De hecho, fue mi culpa por no estar atenta.
Rodeé a un lado en una sintonía de la máxima alerta en al que se encontraba mis sentidos, y fue gracias a ello que evite la espada que perforó la tierra justo donde me encontraba.
Pretendiendo ponerme de pie antes de recibir más de ese ataque violento, fui detenida por la aparición de una espada que evito a la otra volver a acercarse. No solo fui protegida de mi atacante, sino el Príncipe Aren tomó mi lugar, y con una asombrosa fluidez que simulaba ser la brisa misma desarmó al otro y lo noqueó.
Eso fue… espectacular en verdad.
—¿Te encuentras bien? —asentí levantándome y tomando la espada que el otro dejo tirada— Noté que tú forma de lucha es bastante impresionante.
—¿De verdad? —pregunté más que extrañada de esa conclusión, porque como analizaba los enfrentamientos que tuve puedo decir que no era impresionante.
Había recibido golpes y varias cortadas. A veces olvidaba mantener la guardia y mi cuerpo no cooperaba con soltarse y dejarse llevar con mi sexto sentido agudo que la ex General Aragón mencionaba repetidamente.
—Por supuesto —Debió serle bastante evidente que no le creía porque sonrió suavemente. —Solo te hace falta pulir el talento que posees, y te aseguro que un día serás tan imparable como…
Un aullido, seguido de un segundo y un tercero me hicieron mirar a la misma sección que Aren observó tranquilamente y por la situación que interrumpió sus últimas palabras.
Seth.
Al lado contrario por dónde el grupo de Lobos venía, llegó los batallones que Seth dirigía cabalgando por delante con Indómito.
La imagen que proyectaba no solo fue a causa de la espada brillante que sostenía a un lado, tampoco lo fue su rostro frío o su mirada tenaz. No, de hecho había tres singulares cosas que lo hacían ver como el temible guerrero que todos catalogaban, que todos conocían a través de las fronteras por medio de historias mas terroríficas que las anteriores.
La primera de ellas era la sangre oscura que no solo bañaba su espada, también lo hacía sobre parte de su cuerpo; vestido con una armadura de cuero y metal.
Lo segundo, el tono vibrante de sus iris, notándose incluso desde esta distancia el azul eléctrico que ayudaba en una intimidación mayor por su Lobo estando presente.
Y como tercer lugar, los Lobos transformados que corrían a los lados de su caballo, figurando así una feroz escena. Situación que elevó el ánimo de los integrantes de nuestro lado que con mayor carácter y seguridad, varios dejaron la pelea unos segundos para transformarse en sus Lobos.
Notando que la batalla llegaba al clímax por el hecho de que el bando contrario ignoró olímpicamente una nueva explosión de palacio. Situación que no parecía ser importante pero contrario a ese hecho a nosotros… o al menos a Aren a mi lado y a mí nos dio el aviso de que Demetri había eliminado a todo Sangriento en su palacio. En sus palabras: “sacar la basura de sus terrenos”
Se quedó atrás tercamente. No sin antes casi discutir de nuevo con su hermano, porque pese a su reconciliación frágil, no compartían opiniones.
Al menos Marck decidió acompañarlo.
Sosteniendo con fuerza la espada y atacando con el mismo nivel las cantidades duplicadas de ataque, me concentré en dejarme llevar esta vez y actuar en instinto. Permitiendo así sobrellevar el mantenerme de pie luchando.
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Editado: 20.08.2024