Voy de camino a mi primera clase de actuación, y al parecer he llegado demasiado temprano, pues sólo hay un chico en el salón. Me siento un poco incómoda al ser la única, pero decido no hacerle caso a la ansiedad.
—Hola, ¿eres nueva? —me pregunta, entrecerrando los ojos mientras me observa de arriba abajo.
—Hola, sí, me llamo Christina —respondo, intentando mantener la calma.
—Joe —dice con una ligera sonrisa, dándome la mano—. ¿Has estudiado actuación alguna vez?
—Toda mi vida —respondo sin dudar—. ¿Y tú?
—Este es mi segundo semestre —dice con tono relajado—. Lo bueno es que he aprendido rápido, y tal vez tú puedas enseñarme algunas cosas.
—Claro, puedo ayudarte con cualquier cosa que necesites —contesto, sintiéndome más tranquila ahora que estamos charlando.
Mientras hablamos, las personas comienzan a llegar al salón, y de repente, la puerta principal se abre. Una mujer de cabello rubio platinado entra con paso firme, y el ambiente cambia inmediatamente. Todos la miran un poco atemorizados, otros le sonríen nerviosos. Según lo que me contó Joe, esta profesora es conocida por ser extremadamente estricta. No tolera la mediocridad, y siempre espera lo mejor de sus estudiantes.
—Buenos días, alumnos —su voz es clara y fuerte, como si esperara que todos prestaran atención a cada palabra.
Todos saludan en un coro algo tímido, y ella, sin perder la compostura, pregunta quiénes son las personas nuevas. Levanto la mano sin pensarlo, con una mezcla de nervios y emoción.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta, mirando directo a mis ojos—. Cuéntame un poco sobre ti.
—Me llamo Christina —digo con firmeza, sintiendo la mirada de todos sobre mí—. He estado estudiando actuación desde que era muy pequeña.
—¿Cantas? —pregunta, y yo asiento con una sonrisa.
—Sí. —pauso un momento—. También bailo y toco el piano.
—Excelente —dice con una leve sonrisa, como si estuviera satisfecha con mi respuesta—. Espero que te sientas a gusto en esta clase.
La clase continúa con una mezcla de teoría y práctica, enfocándonos en cómo actuar de manera orgánica, sin forzar las emociones. De repente, la profesora invita a los estudiantes a participar en un ejercicio. Nadie se atreve a dar el primer paso, pero siento la necesidad de hacerlo. Me levanto y me dirijo al centro, dispuesta a salir de mi zona de confort. La profesora me observa atentamente, y puedo notar que se sorprende cuando me desempeño con más naturalidad de lo que esperaba.
Al finalizar la clase, mientras todos se levantan para irse, la profesora me detiene.
—Señorita Christina —me llama con una mirada intensa.
—¿Señora? —la miro con atención, sorprendida por su tono.
—¿Podría reunirme con usted lo más rápido posible? También soy manager, y me parece que tiene mucho potencial.
—Eso suena… grandioso —sonrío, sintiendo que mi corazón late más rápido—. Sólo dígame cuándo y estaré allí.
—La espero mañana en mi oficina —me dice, sacando una tarjeta de su bolso y entregándomela—. Que tenga buen día, señorita.
Cuando la clase termina y la gente comienza a salir, no puedo dejar de pensar en lo que acaba de ocurrir. ¿De verdad la profesora se dio cuenta de mi talento en el primer día? ¿Mi primer día de clase y ya me están ofreciendo una reunión con alguien tan importante? Parece demasiado bueno para ser cierto, pero algo en su mirada me dice que esta es mi oportunidad.
Mañana voy a su oficina, y tal vez, solo tal vez, esto sea el comienzo de algo grande.
Entro corriendo a mi habitación, casi tropiezo con la alfombra, y veo a Naomi sentada en el escritorio, concentrada en su laptop.
—¿Qué tal tu primer día de clases? —me pregunta sin mirar hacia arriba.
—Mi profesora quiere verme —respondo, sonriendo de oreja a oreja—. Dice que tengo mucho potencial y quiere hablar conmigo.
—Eso suena increíble —dice, levantando la mirada y sonriendo conmigo.
—¿Y a ti, cómo te fue? —pregunto, mientras me dejo caer en la cama, un poco agotada.
—Llegué un poco tarde —suspira—. Odio llegar tarde a clases, me pone nerviosa.
—Tranquila, mañana será un nuevo día —le digo, tratando de animarla, pero es obvio que su frustración aún está presente.
De repente, la puerta se abre y entra Marcus, seguido de Lukas.
—¡Hola, chicos! —sonrío al verlos.
—¿Qué tal el primer día? —pregunta Lukas con una sonrisa cómplice.
—Mejor de lo que pensé —respondo, mirando a ambos con un brillo de emoción en los ojos.
—Nosotros vamos a salir —Naomi toma a Marcus de la mano—. ¿Se quedarán aquí?
—¿Quieres que vayamos a la playa? —Lukas me mira de manera casual, pero sus ojos tienen algo más.
Asiento con una sonrisa, mi corazón dando un pequeño salto al pensar en el mar.
Nos quedamos solos en la habitación, y mientras Naomi y Marcus se alejan, no puedo evitar sacar mi celular para revisar si Logan ha contestado mis mensajes. Nada. No desde ayer. Tampoco ha respondido a mis llamadas. Un mal presentimiento se instala en mi estómago.
—¿Te pasa algo? —Lukas me pregunta, mirándome desde su cama con una expresión de preocupación.
—Mi novio no contesta desde ayer y desconfío un poco de eso —respondo, sin poder evitar que la ansiedad se haga presente en mi voz.
—¿Desconfías de tu pareja? —dice, alzando una ceja, claramente sorprendido.
—Me engañó una vez con una chica de mi mismo curso —mi tono se vuelve más serio, más sombrío. El recuerdo de ese momento sigue fresco en mi memoria.
—¿Y tú lo perdonaste? —frunce el ceño, su tono de voz cambia, es más protector—. Ninguna chica merece que la engañen, y menos una tan bonita como tú.
Me siento extraña, como si sus palabras tuvieran un peso inesperado. Intento desviar la mirada para no mostrar que su comentario me ha afectado, pero algo en su sinceridad me hace cuestionar todo.
—Tu novia debe de tener suerte de estar contigo —murmuro, casi sin pensar, mientras me levanto de la cama.