Clara se bañaba en el estanque bajo el chorro de la vertiente, y mientras corría el agua por su cuerpo, miraba su reflejo, esperando tener una respuesta. Pensaba que no era fea, no creía que su cuerpo fuera desagradable, y sabía que a Aeolus le gustaba, por eso la seguía espiando a través de los arbustos, pensando que ella no lo sabía. Cuando Clara sale del agua, comienza a secarse y busca sus prendas.
Desde la llegada de Clara al jardín de la inocencia, han pasado dos años, tiempo suficiente para que ella madure y entienda muchos comportamientos humanos que había olvidado, es por eso que la confesión a Aeolus era real. Al terminar de vestirse, se sienta al lado de un árbol y saca de su bolsillo la caja musical que le regaló el Guardián. Quería recordar esos momentos felices donde nada importaba.
Efectivamente Aeolus la espiaba tras los arbustos cercanos al estanque. Era el único momento en que podía verla sin que ella se alejara, verla le ayudaba a aclarar sus ideas, sobre la conversación que tuvo ayer en el gran árbol. Pensaba;
"ella no quiso responder, ¿será que quiere abandonar el jardín? ¿acaso el amor por mí ha cambiado a sentir rechazo?"
Clara mientras seguía escuchando la caja de música sentada bajo un árbol y volvía a darle cuerda para que siga sonando, mientras miraba en dirección donde se encontraba Aeolus, si bien no podía verlo, sabía que ahí estaba.
— ¿Hasta cuándo te ocultaras?
Aeolus estaba sorprendido, ¿Cómo podía saber que estaba ahí? Tal vez le hablaba a otro, pero ella miraba fijamente en su dirección. Clara cierra la caja de música, la guarda en su bolsillo y se levanta para dirigirse en dirección donde se encontraba él.
— Sal de ahí
Aeolus estaba avergonzado y ruborizado, sale de su escondite y se dirige hacia ella. Todo le salía tan mal, todo lo hacía mal, como si la buena fortuna lo hubiera abandonado.
— ¿Qué haces espiando? — Clara lo reprende con enfado, pero de manera calmada — quebrantas tus propias reglas, y sé que no es la primera vez.
Aeolus saca de su bolsillo un peine para su cabello. Había estado trabajando en él, tallando la hermosa madera y agregando flores que hicieran juego con el vestido favorito de Clara. Estira la mano suavemente para entregárselo. Ella niega con la cabeza sorprendida.
— No lo quiero
— Lo hice para ti — suspiraba triste Aeolus — quiero que me perdones por todas las veces que te he ofendido, es para que sepas cuán apenado estoy.
El peine era hermoso, pero la expresión triste de Aeolus le enternecen el corazón de Clara.
— No necesitas darme nada, yo no lo quiero, ya no quiero nada que venga de ti.
Aeolus lentamente coloca el peine en el cabello de Clara.
— Te queda muy bien, consérvalo. Aunque nada podría ser más hermoso que tú — lo decía mientras le acariciaba la mejilla sin pensarlo.
Clara estaba sorprendida y se ruboriza. No entiende por qué la rechaza y luego vuelve a ser tan gentil, esto la confunde y le provoca enfado.
— Ya dije que no lo quiero — toma el peine para sacarlo de su cabello, pero esta acción la realiza con tal fuerza que, al sacarlo se le resbala de las manos y es arrojado hacia una piedra en el borde del estanque donde se golpea y rompe. Aeolus tenía una mirada triste, se acerca y recoge las piezas del peine una por una.
— Aeolus, lo siento — decía Clara apenada — no lo quería romper, se me ha resbalado.
— No importa, lo que pasa sólo pasa y puedo crear otro si tú lo deseas.
— He sido muy injusta contigo — Clara se acerca con tristeza — no lo quería entender, pero ya lo entiendo. No tienes porqué disculparte, soy yo la que se debe disculpar.
— ¿Por qué lo dices? — Aeolus pregunta sorprendido — fui yo él que te ha causado tantas penas.
— No has sido tú, me la he causado yo misma. No puedo obligarte a que me ames, el amor se siente o no se siente, y no he respetado tus sentimientos, sólo estoy obligando a quererme.
Para Aeolus, esto fue como un rayo luminoso las palabras de clara, dándole por fin una tregua a su tristeza.
— Yo no te odio — continuaba hablando Clara avergonzada — no podría odiarte, sólo sé que te amo, pero este sentimiento lo guardaré para mí, no importa que tú no me quieras, solo permíteme estar contigo.
— Gracias Clara, no sabes cuán feliz me haces — Aeolus la abraza contento — podemos volver a la cabaña y comer algo, si así lo quieres.
Clara asiente bajo los brazos de su protector.
Durante la noche, Clara nuevamente acomoda sus sábanas y las incorpora a la cama original. Aeolus estaba feliz de que su querida Clara regresé a ser la misma, puesto que por fin se encontraban en paz y esa noche, tuvieron un sueño reparador, que no habían tenido hasta antes del conflicto. Ambos durmieron abrazados, acariciando sus espaldas de manera tierna. Ya todo volvía a la normalidad, pero está paz que sentían, duraría poco, puesto que sería perturbada nuevamente.