Ya estaba comenzando amanecer y Aeolus buscaba a Clara. Se encontraba más calmado y esperaba que ella también lo estuviera, pero sabía que sería difícil, ya que era complicado entender lo que ocurrió y sobre todo para alguien tan sensible como ella.
Para Aeolus no fue tan difícil encontrarla. Clara estaba en la guarida de Lita en el hueco que formaba la rama de un enorme árbol, acostada en un montón de hojas secas. Lita estaba recostada a su lado para entregarle calor, lamiendo su mejilla con los ojos cerrados.
Lita al escuchar que alguien se acercaba y ver que era Aeolus, sale rápidamente de la guarida cubriendo con su cuerpo a su amiga, gruñendo y mostrando los dientes. Clara se sobresalta y ve que era lo que perturba a Lita y al darse cuenta que Aeolus se aproxima, trata de ingresar más en la guarida, atemorizada esperando a que Lita pueda contenerlo.
— Aléjate Aeolus, no eres bienvenido — Lita comenzaba erizar su pelaje en señal de ataque.
— Lita, sabes perfectamente que no lastimaré a Clara. Sólo quiero que entiendas que este siempre ha sido mi trabajo, mi pecado fue no comentarlo antes, para evitar asustarla.
— Si te acercas más te atacaré, te juro que lo haré — decía desafiante y mostrando más los dientes.
El Guardián se cerca a la guarida de Lita, se inclina para poder ver a Clara en el interior, quien estaba observándolo expectante. Aeolus estira la mano para invitarla a salir y Lita inmediatamente muerde su antebrazo, Aeolus hace una mueca de dolor, pero no retira el brazo, sólo la mira compasivo. Lita mantenía la mordida, pero al ver que él no retiraba el brazo, muerde mucho más fuerte que antes y comienza zamarrearlo con violencia. Aeolus contenía el dolor, y mira suplicante a Lita.
— Lita gracias. Siempre eres tan buena con Clara, pero en este momento tengo que hablar con ella, sólo te pido que me permitas hacerlo.
Al escucharlo, Lita calma su expresión, se serena y comienza gimotear, lo suelta y lame la herida que la acaba de provocar. Clara estaba asustada al ver que Lita comienza a ceder, así que sale de la guarida para tratar de huir, pero apenas lo hace, la atrapa el Guardián.
— ¡NO! SUÉLTAME, SUÉLTAME... TE LO SUPLICO — gritaba Clara
Aeolus la abraza esperando que se tranquilice, forcejea durante unos minutos, pero pronto comienza a perder fuerza. Clara se calma, se siente confundida, tiene temor, pero a la vez, sentir el abrazo de Aeolus la consuela y volvía el sentimiento de protección que solo él podía darle.
— Tengo miedo, tengo mucho miedo— Clara llora
Aeolus sin dejar de abrazarla le habla suavemente.
— Desde que has llegado aquí, te he ocultado muchas cosas, créeme que todo era para protegerte, pensaba que si no lo sabías, podrías estar más tranquila, pero me equivoqué.
— ¿Me ocultabas que eres un asesino para que no te tenga miedo? — preguntaba Clara agitada, aún seguía asustada — mataste a una muchacha quien era igual a mí, ellas son recogió hojas.
— Clara, es mucho más complicado que eso, mi deber está maldito y fue impuesto desde que el jardín permaneció en la tierra.
— Pero matas hombres y mujeres, sean viejos o jóvenes. Podrías matarme.
— Quiero que sepas, que nunca te dañaré, te lo juro — Aeolus la aleja un poco para poder verla a los ojos. Le ofrece la mano para que lo siga.
Clara mira a Lita para saber qué hacer, pero ella estaba echada de manera relajada y comenzaba a mover la cola. Mira Aeolus y responde.
— Confiaré en ti, si me prometes responder con la verdad por muy incómodo que sea. Quiero saber todo y quién eres.
— Te lo prometo
Clara toma la mano de su protector y lo sigue.
Llegaron al borde de un hermoso lago con aguas cristalinas, se sientan en el borde para poder tener una conversación tranquila. Aeolus comienza a explicarle sobre el aura del pecado del hombre y sobre porque ella no lo tiene, según el razonamiento de Jadurus que le dio en su oportunidad.
— ¿Es por eso que no podrías atacarme? ¿por qué no tengo el Aura? – preguntaba Clara.
— Porqué nunca lo podría hacer
— ¿Y no tienes compasión por los que atacas?
— Si, y es por mi naturaleza humana. Por eso los dioses me otorgaron un poder adicional para lograr mi misión, sin que mi compasión sea un impedimento.
Aeolus explica que, al ingresar un extraño a los terrenos de los dioses y al poseer el aura del pecado, su instinto divino se activa dejando en segundo plano al humano. Al momento de atacar, sus ojos son cubiertos por una venda divina creada para él, quedando completamente ciego, de esta manera puede atacar sin saber a quién y sin poder juzgar si es merecedor de la muerte o no. Todos mueren rápido y sin dolor, puesto que no saben lo que ha ocurrido. Cuando el invasor es aniquilado, la venda desaparece y es el momento cuando Aeolus ve quién fue su víctima. En un comienzo, esto lo afectaba y no podía estar tranquilo, puesto que la muerte no perdonaba. Desde ese entonces, decidió cortarlos en varias partes, para hacer los cadáveres irreconocibles y así no tener el pesar de ver a quién ha dado muerte.
— Los animales mortales no ingresan al jardín. Así que nunca he aniquilado a uno y a los niños que aún son de pecho y no logran hablar, no tienen el aura del pecado y pueden ingresar al jardín sin ser atacados por mí – comentaba Aeolus.
— Pero un pequeño de esas características, no puede ingresar sólo, al menos que alguien lo abandonará de manera cruel, puesto que apenas saben caminar.
— Clara, te presentaré a Dan — le decía el Guardián con tono triste.