Aeolus toma a Clara en brazos y la cubre con su capa ocultando bajo de ella a su esposa y viaja rápidamente fuera del Jardín en dirección a Mirita. Tenía el guardapelo colgando en su cuello y comienza a preguntar por la dirección indicada en él, pero existía muy poca gente durante la noche y muchos eran hombres alcoholizados o mujeres del bajo mundo. Ya estaba amaneciendo y pregunto a un panadero que comenzaba sus labores, le indicó el camino y como llegar.
Felicia toca la puerta del dormitorio de los Delinne e ingresa.
— Señora, Señor, un hombre está afuera, dice que necesita hablar con la familia de Verónica... no dice nada más.
Ana se sienta en la cama rápidamente junto con su marido.
— Felicia, hazlo pasar a la sala, no lo dejes esperar afuera en el frío, nosotros bajaremos ahora – responde Ana.
— Si mi señora — Se inclina y sale de la habitación
— ¿Quién puede ser y a esta hora de la mañana? –Pregunta Jorge, colocándose una bata y zapatos.
— Solo espero que algo bueno… — dice Ana, saliendo apresuradamente del dormitorio.
Varios sirvientes estaban mirando a este hombre sospechoso cubierto con una capucha en medio de la sala. Pronto llegan los Delinne, dirigiéndose Jorge de manera molesta al encapuchado.
— ¿Es usted quien quiere venir a hablarnos de Verónica?, ¿Qué sabe de ella?, ¿Quién es usted?
Ana toma a su marido por el brazo cuando ante estas interrogantes, él extraño comienza a retroceder.
— Por favor señor, disculpe a mi marido, le agradecemos por venir a visitarnos.
Jorge mira a su mujer con sospecha, ¿Por qué actuaba de esa manera con un desconocido?
Sin decir nada, Aeolus abre su capa y muestra lo que llevaba. Clara estaba en sus brazos, iniciando nuevamente la fiebre.
Al ver a Verónica, todos quedan sorprendidos y se acercan sus padres de manera tímida, Aeolus estira los brazos para que su padre la reciba, pero Clara comienza a agitarse. Con desesperación, ella se afirma a su esposo y comienza a llorar.
— NO POR FAVOR AEOLUS, NO ME DEJES AQUI... POR FAVOR, ESTARE BIEN…
— Tranquila, será por un corto tiempo. Debes quedarte aquí, pronto volveré por ti – Responde Aeolus con una mirada triste y angustiada.
Mientras miraban la escena, Ana descubre que, del cuello del hombre, colgaba el guardapelo que le entregó al guardián en aquella oportunidad, y comprendió perfectamente lo que estaba pasando.
— Querido, toma a Verónica – dice Ana a su esposo y luego se dirige a los sirvientes — ¡Ayúdenlo! y preparen la habitación de Verónica.
Incrédulo, Jorge se acerca a su hija, la que pensó que por 3 años estaba muerta y la recibe nuevamente en sus brazos.
— Ven mi niña, ya regresaste a tu casa con papá.
Para Aeolus, entregar a Clara se sentía doloroso, como si le quitaran una parte de él, pero se repetía que era por su bien y ellos la cuidarían lo mejor posible.
Al mirar todo aquello que estaba pasando, Ana tenía que hacer que él Guardián confiara en ellos, de eso dependía que les hable y saber lo que ha pasado, porque la ha traído y el futuro de su hija.
— No quiero que nadie mencione el regreso de Verónica a esta casa. Y tú — señala a su marido — no quiero que se lo comentes a Roberto, no lo quiero ver por aquí.
Jorge estaba sorprendido de que su esposa dijera todo eso, pero sabía que era por algún motivo, así que siguió sus órdenes, y se lleva a su hija, acompañado de los criados que le siguen.
Ana se acerca al hombre, logrando ver por la capucha a un apuesto joven que tenía ojos que expresaban tristeza
— Sé que usted es el Guardián, le agradezco traerla, pero sé que no la ha traído para que nos quedemos con ella
Felicia que se encontraba aun en el lugar, se sorprendió escuchar lo que dice la señora y también se acerca para poder ver al hombre bajo la capucha. Era el mismo que vio junto a la señorita en Zartia.
— Está embarazada, tiene 4 meses, sufrió un accidente, tiene una herida en el hombro que se ha infectado, necesita tratamiento urgente o estará en peligro ella y el niño – dice de manera fría el Guardián.
Ambas mujeres se miran sorprendidas.
— Ve por el médico y la partera – apresura la madre de Verónica a su criada.
— Si señora – Felicia se inclina y sale rápidamente de la casa.
— Guardián, puede confiar en mí, la cuidaremos, le aseguro que no la pondré en su contra... si así lo desea, puede quedarse con ella en esta casa – le ofrece Ana.
— Debo retornar. Vendré por ella cuando sane.
— Puede dejarla hasta que dé a luz, será más cómodo para ella y así se asegurará de que el niño nazca bien.
Aeolus saca del interior de su capa saquito con varios objetos del Jardín y se lo entrega a aquella mujer.
— Vendré por ella en 15 días – se voltea y se dirige hacia la puerta.
— Señor, sé que mi marido y otras personas pueden parecer groseros, pero... para que no tenga ningún problema al venir por Verónica, diga que la viene a visitar y que quiere hablar con la Señora Ana... ese es mi nombre, yo haré que esté lista si ya está recuperada para que nadie se interponga en llevársela.
— Confiaré en su palabra – Responde Aeolus sin mirarla, marchándose rápidamente por la puerta de aquella gran mansión.
El Guardián al llegar al Jardín, no podía contener las lágrimas, hizo lo que menos quería hacer, devolver a Clara con su familia, y ahora solo le quedaba esperar... esperar a que sane, que su hijo esté bien, esperar que su familia no quiera retenerla y esperar a que ella quiera retornar.