Era una tarde soleada, pronto serían las festividades del día de los Dioses y del Guardián del Jardín de la inocencia. Zartia estaba de fiestas y sus calles estaban abarrotadas de turistas.
Mientras tanto, en una casa central de la ciudad, un matrimonio esperaba la llegada de su primer hijo.
Aeolus estaba al lado de su esposa, sentado en el borde de la cama, tomando de su mano, ya que ella realizaba muecas de dolor.
— Clara, ¿Qué tienes? ¿te duele mucho?
— Si, duele demasiado — responde Clara, quien había iniciado con contracciones que aumentaron de intensidad.
La partera revisaba su condición y le habla a su esposo quien estaba notoriamente preocupado.
— Aún falta un poco, así que puede quedarse con ella hasta que inicie el parto.
Aeolus estaba intranquilo y en extremo ansioso, preguntaba todo lo que estaba ocurriendo, hasta que para las mujeres en la habitación comenzó a ser molesto.
— Ya muchacha, estas lista y usted señor tiene que salir — anuncia la partera
— Yo me quedo — responde Aeolus
— Por lo general los hombres deben salir y esperar afuera — insistía la madre de Clara.
— Además nos incomoda y está poniendo nerviosa a la madre, por eso los padres salen de aquí — concluía la Partera
— Ya dije que yo me quedo — Aeolus lo vuelve a decir con mirada amenazante.
Clara estaba sudando y el dolor era insoportable, sabía que Aeolus insistirá en quedarse y no deseaba escuchar una discusión en ese momento, así que le grita de malhumor.
— ¡YA AEOLUS, SALE DE AQUÍ!
Aeolus sale inmediatamente después de la orden de Clara y cierran la puerta tras él. Estaba nervioso, las cosas que le decía Lita sobre los partos de los zorros no mejoraban su imaginación.
— Ven siéntate — le invita Jorge, quien estaba sentado al lado de una mesita bebiendo vino — pensé que al ser un semidiós serías distinto, pero todos los hombres que seremos padres nos pasa lo mismo, por eso nos quedamos aquí afuera, bebiendo vino o fumando un tabaco. Creo que sería bueno que bebas vino.
Aeolus acepta la invitación. Si bien no le gustaba la presencia de este hombre, estaba agradecido de tener compañía que le distraiga, así que se sienta a su lado y comienza a beber vino, mientras escuchaba lo que le decía su suegro.
— Esto puede durar bastante tiempo. No te asuste cuando comience a gritar, lo hacen para liberar las tensiones.
Pasado los minutos, Aeolus escuchaba los quejidos de Clara por el dolor, estar afuera sin poder hacer nada era una sensación extraña, pero miraba al hombre a su lado que no se inmutaba.
— ¿Tu mujer le pasó lo mismo? — pregunta Aeolus, sirviéndose más vino en su copa y bebiéndolo apresuradamente.
— Ah sí, pero ella gritaba más, Verónica realmente lo está haciendo muy bien. Cuando esperaba afuera por el nacimiento to de mi niña, sudaba mucho y bebí demasiado vino, al final no conocí a mi hija hasta la mañana siguiente porque me emborrache, así que no bebas demasiado y no te asuste cuando salga Felicia corriendo con sábanas manchadas con sangre, es normal.
Más temprano que tarde, Aeolus ve como Felicia salía apresuradamente de la habitación con sábanas manchada de carmín y regresaba con más agua. Lo que el hombre le decía al menos lo calmaba y estaba agradecido que estuviera ahora con él, para aliviar su angustia.
Pasó aproximadamente unos 15 minutos, cuando comienza a escucharse el sonido de un gato maullando muy fuerte, Aeolus no sabía que era eso, pues nunca había escuchado el llanto de un recién nacido. Su suegro se levanta rápidamente y se le acerca con felicidad.
— Ya terminó... ahora eres padre — anunciaba Jorge tomando por los brazos al Guardián que lo miraba sin comprender.
Luego de unos minutos sale de la habitación la madre de Clara con un pequeño envuelto en paños y se lo entrega a Aeolus.
— Es un varón y está sano — dice Ana al borde de las lágrimas.
Aeolus mira a su hijo con ternura, ese niño era toda su historia con Clara, los buenos y malos momentos culminan con su nacimiento, era el fruto de su amor que tomó forma en una vida.
— Pasa, Verónica se encuentra bien, fue un buen parto — le invitaba Ana.
Aeolus se dirige donde su esposa, ella estaba cansada, pero lo miraba con una amplia sonrisa desde la cama. Aeolus le entrega a su hijo para que ella lo abrace, acomodándose a su lado en la cama, mientras ambos estaban hipnotizados mirando a su pequeño.
Los padres de Clara miraban aquella tierna escena desde la puerta de la habitación.
— Te dije que era un buen hombre, le querías dejar sin padre a tu nieto — reclamaba Ana a su esposo.
— Ya basta mujer, ya lo entendí y aprendí mi lección, ahora, déjame disfrutar este momento.
***
El Jardín de la Inocencia se volvió más alegre y llena de vida, ahora que estaba el pequeño Dan con ellos. Sus padres se dedicaban a su cuidado completamente y todo lo que en su oportunidad fueron rastros de tristeza, se olvidaron con las risas de Dan.
A medida que crecía y ya cumplía un año, se volvía más travieso, pero el matrimonio estaba tranquilo, ya que Lita era muy buena niñera y sobreprotectora, así que podían dejarla con ella sin vigilancia.
Aeolus, amplió la cabaña para agregar más habitaciones, ya que consideraba que su hijo debía tener un dormitorio propio, más otros cuartos pensando en una familia numerosa y de una cabaña con solo una habitación se transformó en una casa, con 4 dormitorios, un área común y bodega.
Aeolus luchaba con su hijo para vestirlo, ya que le gustaba quitarse la ropa y correr desnudo con Lita, mostrando cada vez más seguido una actitud desafiante.
— Con Dan primero a su misma edad, nunca fue tan difícil — decía Aeolus a su esposa cuando ella se acerca para ayudar.
— Es porque tiene tu personalidad, ahora ya sabes lo difícil que puede ser tratar contigo algunas veces — responde Clara quien había comenzado a reír.