El Jardín De Las Estrellas

V

Con el corazón lleno de emoción y determinación, Ainé estuvo totalmente decidida a enfrentar su destino.

—Hay que hacerlo.— le dijo en baja voz a Ilán.

—Entonces cierra los ojos. — respondió el mago tomandola de los hombros.

 Ainé cerró los ojos y sintió un fuerte desequilibrio, al punto que creyo caerse. Abrió rápidamente los ojos, miró a un lado y el otro. Vio el mismo jardín todo estaba igual.

—Bienvenida a casa, a tu casa Ainé.

— Pero no nos hemos movido del mismo lugar.

— Eso es lo que crees, pero hemos viajado hasta el planeta Deceronia. Este es un lugar mágico y lleno de belleza. Finalmente haz regresado al lugar donde están tus orígenes y donde perteneces. Estamos cerca del lugar que te recibirá, caminemos un poco.

Recordó la tierra, y el frio de aquuellas montañas en las que siempre había vivido; aquí el clima se sentía más cálido. Tímidamente empezó a caminar, el suelo también le parecio familiar, como si de un camino ya recorrido se tratase. Sintió cómo la energía del planeta fluía a través de ella, recordándole su propósito y su conexión con este lugar místico.

Decidida a salvar su mundo de la amenaza que se cernía sobre él, Aine se adentró en las vastas tierras de Deceronia. Estaba decidida a aprender el arte de la magia, una habilidad que se había mantenido oculta en su interior hasta ahora. Sabía que solamente el conocimiento y el control de estos poderes podrían darle las herramientas necesarias para enfrentar la oscuridad que amenazaba con consumir su hogar.

En compañía de Ilán,  Ainé ese dirigió hacia la Gran Morada de los Magos, un lugar sagrado donde los aprendices de la magia se congregaban para aprender y evolucionar. Al llegar, fue recibida por el Gran Maestro, un sabio anciano cuyos ojos transmitían la sabiduría de siglos.

—Sea bienvenida, majestad.— pronunció el Gran Maestro hincando en tierra una de sus rodillas . —Hemos esperado su regreso, pues sabíamos que llegaría el día en que regresaría a la que siempre ha sido y será su casa.

Ainé se sorprendió al escuchar esto. La maravilló el hecho de que aquel planeta tan lejano y misterioso fuese su casa.

— Personalmente me alegra mucho que haya decidido venir a desatar sus grandes habilidades, y sobretodo, enfrentar su destino. Así como el de este, su humilde planeta.

Completamente asombrada al escuchar estás palabras, Ainé se preguntó ¿Cómo podía él saber sobre su destino y sus habilidades? Sin embargo, no dudó en preguntar.

—¿Y usted quien es?

— Disculpela Gran Maestro, apenas hemos llegado y no hemos visto a nadie más que usted.— Interpeló Ilán.

— Discúlpeme usted majestad, debí presentarme, mi nombre es Morian, sin embargo me conocen como el "Gran Maestro", ya que he dedicado gran parte de mi vida al entrenamiento de magos, en diferentes artes y disciplinas, este lugar será su hogar hasta que domine completamente  su magia.

—Levantese por favor.

—Gracias majestad.— exclamó el anciano mientras se ponía en pie.

—Quiero que levante la cabeza y me miré a los ojos.— El Gran Maestro levantó tímidamente la mirada y enfocó los ojos de Ainé. —A partir de este momento no soy reina, ni majestad, ni ninguna de esas cosas, soy su más torpe aprendiz. Debe el más fuerte y riguroso entrenamiento, y no se avergüence de tratarme como a cualquier novato torpe, así que por favor, solo Ainé. ¿Esta claro?

— Claro que sí. — respondió el anciano con voz mucho más firme y confiada. 

—Entonces, por donde empezamos Gran Maestro.

—Por acá.

El Gran Maestro la guió hacia la Sala de Meditación, un lugar lleno de energía positiva que invitaba a la reflexión y al descubrimiento interno. 

— Siéntate en medio de la habitacion, cierra los ojos y déjate llevar.

Ainé se sentó en el centro de la habitación, cerró los ojos y se concentró en su respiración, permitiendo que la magia fluyera a través de ella. A medida que se adentra en su meditación, Ana comienza a sentir una conexión profunda con el universo. Las corrientes de energía se enroscan a su alrededor, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Su mente se abre a los misterios de la magia y acoge el conocimiento ancestral que fluye hacia ella.

Poco a poco, Aine comienza a sentir una fuerza moviendose a su alrededor, abrió los ojos, giro completamente sin ver nada más que al anciano sentado frente a ella.

—No lo busques, solo cierra los ojos y concentrate en eso que sientes, lo verás con los ojos cerrados.— aconsejó el anciano sin inmutarse.

—Que es?— preguntó Ainé.

— Esa es tu energía mágica. Solo relájate y sigue concentrada. Cuando lo vuelvas a ver, solo enfocate en dominarla

Ainé cerró los ojos nuevamente, en esta ocasion, le tardó menos llegar a sentir esa energía mágica. Poco a poco pudo visualizar una fiesta chispeante a su alrededor. No pudo asociarlo a otra cosa que no fuesen los fuegos artificiales, que siempre veía desde lejos; Ahora se sentía en medio de muchos de ellos.

Las horas pasaban y Ainé solo había podido ver, estaba cansada de ver su propia magia y no poderla dominar. Eso la frustró bastante.

— Hemos terminado por hoy, Ainé, abre los ojos y ponte de pie 

Los abrió lentamente, más por obedecer, que otra cosa. El cansancio invadió de repente su cuerpo. No pudo levantarse durante unos segundos.

 

 




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