Había pasado poco más de un mes desde mi llegada a Encenard. Dado que resultaba inverosímil seguir escondiéndome tras la excusa de un enfriamiento, la abuela había decidido que era momento de mostrarme al mundo. Bueno, tal vez no al mundo entero, pero sí a alguien que me sirviera como un primer acercamiento a la buena sociedad. Para tal objetivo había invitado a tomar el té a una querida amiga suya y a su nieta.
Las palmas de mis manos se sentían sudorosas en tanto que aguardábamos a que ellas descendieran de su carruaje.
Esta era una prueba de fuego para ver qué tanto había aprendido de mis lecciones de modales, fallar sería defraudar a la abuela irremediablemente. Quería ser buena, dar una excelente impresión.
—Querida Rebecca, estas son Ginebra Schubert y su adorable nieta Jaqueline —me presentó la abuela cuando tuvimos a ambas de frente en el salón—. Ella es mi nieta, Rebecca Nolan.
A pesar de la absoluta elegancia con la que se movían ambas, ninguna daba la impresión de ser pedante o acostumbrar a hacer menos a otros. Me saludaron con calidez, dándome la bienvenida al reino y mostrando un educado interés por mí. Su actitud me hizo sentir más ligera, como si de pronto la prueba de fuego no fuera a quemarme. Al igual que la abuela, había gentileza en sus ojos o tal vez solo era porque me creían una igual. Sin importar el motivo, quise corresponderles.
La abuela invitó a que tomáramos asiento, servimos el té y comenzamos a charlar. La plática era amena, era notorio que las mayores llevaban una amistad de años.
Jaqueline debía tener casi mi misma edad, era bonita, de cabello castaño largo y unas cejas bien definidas, su boca era pequeña, aunque tenía labios abultados. Casi no hablaba, se limitaba a asentir a lo que decía su abuela, pero me sonreía de cuando en cuando como sino pudiera esperar a que fuéramos amigas.
—Dime, Rebecca, ¿qué te hizo venir a Encenard? Sé que Fiorella llevaba años anhelando tu llegada, debo confesar que a momentos pensamos que jamás se le cumpliría el sueño —dijo la señora Ginebra antes de tomar una galleta de la bandeja que tenía enfrente.
—Mi padre volvió a casarse, pensé que sería más cómodo para él y su nueva esposa si pudieran tener su espacio —contesté, lo cual no era completamente mentira.
—Pues has elegido un momento muy emocionante para llegar. Ahora podrás ser parte del juego del amor —dijo la señora Ginebra intercambiando una mirada de traviesa complicidad con su nieta.
—¿El juego del amor? —preguntó mi abuela, igual de confundida que yo.
Jaqueline ahogó una pequeña risita tras su mano, aquello le parecía muy divertido.
—La reina Annabelle está planeando una… dinámica. Piensa invitar a unas cuantas jovencitas para que la ayuden a organizar los festivales de este año. Su plan es que las jóvenes vivan con la familia real en el castillo durante la duración de los festivales —explicó Ginebra.
—¿Los festivales? —repetí confundida.
Ginebra se irguió un poco más en su asiento, disponiéndose a responder.
—Cada dos años se realizan una serie de festivales en el reino. El primer festival coincide con el inicio de la primavera, se hace un desfile por la ciudad y luego un baile en el castillo. Al segundo festival se le llama “el festival de Dranberg” que es cuando tradicionalmente el reino de Dranberg mandaba emisarios para honrar la alianza entre los dos reinos contra Poria. Gracias al reinado de Danton, esa alianza ya no es necesaria, pero la tradición del festival persistió a pesar de ello. El tercer festival es el “festival de las apariencias” y se celebra con una fiesta de máscaras.
Una pequeña sonrisa curvó mis labios, deseosa de poder vivir uno de esos festivales. La posibilidad de estar en un baile en el castillo me hacía sentir que flotaba sobre nubes, esperaba de corazón que el abuelo no se opusiera a dejarme asistir si es que era invitada.
—Los reyes han organizado los festivales desde hace años sin ayuda, no entiendo el motivo de invitar a alguien a vivir al castillo para algo que ellos pueden hacer solos. Sobre todo a jovencitas que seguramente carecerán de la experiencia necesaria para ello —comentó la abuela extrañada.
—Ese es el asunto —dijo Jaqueline con una mueca divertida—. La reina dice que está buscando darle un nuevo aire a la vieja tradición, involucrar más a los súbditos con la Corona, pero corre el rumor de que se trata de algo más.
—Se piensa que lo que realmente está buscando es una esposa para el príncipe Connor y que los festivales son solo una excusa para encontrar a su siguiente nuera. Tener a las chicas dentro del castillo viviendo con ellos le dará la oportunidad de conocerlas y determinar quién sería la esposa más adecuada para su hijo menor. Por eso la gente se está refiriendo a esto como el juego del amor… bueno, realmente fue Violeta Muller quien le puso ese sobrenombre tan jocoso, pero a las demás nos pareció adecuado —dijo Ginebra.
—Qué evento más emocionante, esas chicas vivirán un agasajo —comentó la abuela con ojos bien abiertos—. ¿Saben quiénes serán las afortunadas?
—Aún no, la reina todavía está preparando las invitaciones, todos estamos aguardando con ansias —dijo Ginebra apretando la mano que su nieta mantenía sobre su regazo, dando a entender que esperaban que Jaqueline fuera una de las invitadas—. Hemos mandado a hacer varios vestidos nuevos para Jackie, vestidos dignos de lucirse ante la familia real a todas horas, y ustedes deberían hacer lo mismo.
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Editado: 28.08.2024