Sin lugar a dudas, puedo afirmar que Deiben tiene una gran importancia en mi vida. Ahora entiendo que no desterré al amor de mi vida; simplemente, el único por quien siento amor es él. De pronto, Deiben comenzó a reír, sacándome de mis pensamientos. Lo observé totalmente desconcertada.
–Podría besarte, y tengo la total certeza de que ese beso sería correspondido. Podría hacerte mirar mis ojos y que me respondieras si me amas, con la seguridad de que tu respuesta sería afirmativa. Aun así, lo que haré será simplemente alejarme. Espero que seas muy feliz, Místic Cotrell.
–¿Qué quieres decir? – pregunté, consiguiendo sonar tranquila, aunque por dentro un ataque de pánico se apoderó de mí.
–Nunca te he visto como una segunda opción. Soy consciente de que parece que lo pienso, pero no es así. Estoy cansado y comenzaré de nuevo; simplemente, me alejaré de ti para siempre, Místic. No quiero seguir lastimándote al desear tener tu amor nuevamente en mi vida. Deberías darle una oportunidad a Jake; después de todo, como lo has dicho, él es el único que no te trata como segunda opción. Lo he visto: se desvive por ti. Además, estuvo contigo cuando más lo necesitaste, y aun a pesar de no tener tu amor, sigue acompañándote. Él hizo lo que yo no fui capaz de hacer: atravesó el océano por ti, aun cuando sabe que solo quieres su amistad.
–No quiero estar con nadie… – interrumpí. No quiero a nadie a mi lado que no sea Deiben, pero no puedo decírselo. Siento las palabras en mi boca, pero no puedo pronunciarlas.
–Es solo un consejo que te doy como tu mejor amigo. Hemos llegado a tu casa, Místic. Hasta luego.
No pude pensar con claridad, ni mucho menos decir nada. Me quedé en el asiento del copiloto totalmente muda, aunque ya no somos nada desde hace mucho, esta situación me consumía poco a poco. Me percaté de que había llegado a la puerta del automóvil. Me tendió su mano para ayudarme a bajar del vehículo; la tomé y me encontré con sus hermosos ojos azules. En sus labios, una sonrisa triste.
–Esto me duele más de lo que te imaginas. Siento como mi corazón se hace mil pedazos por atreverme a decir esas palabras, pero es lo correcto. Me equivoqué como un idiota; merezco todo esto. Solo espero que seas muy feliz –expresó sonriendo con ternura, tomó mi mano y me guio hasta la puerta de mi casa–. He cumplido; te dejo sana y salva en tu casa, princesa. Adiós.
Observé cómo dos lágrimas corrían por sus mejillas; las secó rápidamente, giró y avanzó lentamente. Se detuvo como si no deseara marcharse. No quería que se fuera, pero algo me impedía reaccionar. Es difícil renunciar al amor de tu vida. Renuncié a él una vez, y por siempre tendré la duda de si debí ser más fuerte y luchar por él, como Hayde lo dice. Deiben continuó avanzando. Mis piernas finalmente respondieron; corrí hasta donde él se encontraba y lo tomé del brazo, haciendo que se detuviera. Giró, y sus ojos se encontraron con los míos.
–¡No te vayas de mi vida! – expresé, dejando salir esa frase rápidamente. Era la desesperación que se había instalado en mí por miedo a perderlo definitivamente. Sin darle tiempo a responder, lo besé.
Noté la sorpresa que se apoderó de su cuerpo en el momento en que mis labios se unieron a los suyos. Una vez que lo asimiló, rodeó mi cintura con sus brazos y correspondió a mi beso sorpresivo. Sé que es una locura, pero definitivamente no me importa nada más que él. Mi vida sin él no tiene sentido alguno; lejos de él, sin poder tocarlo, besarlo o abrazarlo, algo le faltaba a mi vida. En mi pecho había un gran vacío que solo ahora, que vuelvo a sentir la suavidad de sus labios unidos a los míos, se logra llenar.
–Debí ser más fuerte – musité una vez que el beso llegó a su fin–. Debí luchar por lo nuestro; nunca debí alejarme de ti, que fuiste, eres y serás siempre a quien más he amado, el único al que puedo amar y lo que siempre deseé tener en mi vida. Perdóname por haberte dejado solo en las garras de esa bruja.
–No digas nada – pidió, pegando su frente a la mía–. Te amo; nada puede desterrar este sentimiento de mi corazón. Te amo.
–Comencemos de nuevo, Deiben. Olvidemos todo lo sucedido y comencemos otra vez, pero juntos, siempre juntos.
–No sabes cuánto deseo que seas nuevamente mi novia, pero así no, de esta manera no. Tú te mereces algo mucho mejor que esto.
–¿Entonces, te irás? – pregunté, abrazándolo, sintiéndome temerosa de su respuesta.
–Sí, me iré, pero solo iré a la residencia. Me refiero a que quiero algo más romántico para pedirte que seas mi novia. ¿Crees que ahora que he recuperado al amor de mi vida me alejaré de él? Ni que estuviera loco.
–No necesito eso, solo quiero estar contigo.
–Quiero darte lo mejor de mí; quiero hacer todo para que seas feliz. Déjame hacerlo a mi manera –pidió, mirándome a los ojos. Lo abracé nuevamente y lo besé con dulzura–. Debes entrar en casa; hace frío.
–Ten una bonita noche.
–Será la mejor que tendré después de mucho tiempo. Te amo, Místic. Descansa y ten dulces sueños.
Cada uno tomó un camino; él avanzó hasta su automóvil y yo me dirigí a mi casa. Una vez que llegué a la puerta, giré para cerciorarme de lo que hacía. Se encontraba recargado sobre su automóvil observándome. Sonreí; escuché mi teléfono sonar anunciándome un mensaje. Lo leería una vez que hubiera entrado en casa. Abrí la puerta y esperé a ver cómo Deiben entraba en su automóvil para después despedirse, mandándome un beso. Lo observé alejarse hasta que salió de mi campo de visión. Ingresé en la casa, subí hasta mi habitación y me preparé para dormir, pero antes de hacerlo, recordé que tenía un mensaje. Tomé mi teléfono y comencé a leer; era Jake.
Jake: Hermosa Smerald, espero que todo se encuentre bien. Necesito hablar contigo de manera urgente. Si pudieses venir mañana temprano, sería maravilloso; o si lo prefieres, puedo ir a tu casa.
Místic: Me asustas. ¿Qué sucede?
Jake: Tiene que ser en persona.
Editado: 21.04.2025