El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

7. Jor V

Los segundos invasores

—Trabajarán desde esta hora —dijo Qizil'Semser, que había venido después de la hora del almuerzo— construirán un muro y para ello necesitamos que vayan a los árboles y talen, sigan a Balta'Olim, los llevará a la zona que talarán.

Fui el primero en pararme, la mayoría de los gurianos tenía dificultades para caminar por la falta de alas y equilibrio, yo por el contrario no sentía mayor diferencia. Edd tardó un poco y si quería llevármelo en el escape sería un poco complicado.

—¿Tienes algo en mente? —me pregunto cuando estuvimos lo suficientemente cerca. No sabía que responder.

—No en realidad, sabes que no temo por mi vida, pero la tuya es algo distinto.

—Casi no nos conocemos, no digas estupideces.

—Hay cosas que no sabes de mí —dije sin mucha expresión, observando cómo Qizil se marchaba y dejaba a este nuevo encargado de pelaje color café, ojos café y todo de un uniforme color.

—Vengan por aquí mocosos —dijo Balta, su voz era tan gruesa como él mismo, en la espalda llevaba un hacha inmensa y su armadura era de un completo cuero, aun así era fascinante.

Seguimos al corpulento petún hacia la salida de la tienda, al salir quedé poco más que espantado, los cuerpos de los gurianos muertos estaban siendo apilados muy cerca de la orilla, uno de los soldados traía una antorcha y otro un barril de aceite, los iban a encender.

Miré entre todos los rostros secos, varios con quemaduras y cortes en la piel, todos con los ojos cerrados. Reconocí el de mi madre, el de Fer, el del Maestro, el Sabio, pero no encontré en ningún lado el rostro de Bay, ni sus alas de color inusual y menos su especial color de piel.

Se ha ido —escuché de un susurro, giré para ver quién lo había dicho. Cuando lo hice vi que todos tenían la misma expresión de susto y miraban a los restos de la aldea.

—Todo está en ruinas —dijo Edd tomando mi hombro, tratando de descansar y recuperar equilibrio— nos quieren matar.

Lo observé, cansado y demacrado. Ojeras yacían por debajo de sus ojos de color negro, su cabello castaño estaba tan sucio que parecía lodo, su nariz aguileña estaba desviada, quizás por golpes entre los mismos gurianos o de algún guardia cuando este se dirigía al baño, sus labios estaban rotos y en su mirada estaba una gran desesperanza.

—Si desean hacer eso —dije irguiéndome— pues lo ocultan muy bien.

—¡Por aquí! —gritó Balta— no querrán perderse y que acaben con sus vidas, el resto del coto de caza no es tan amable.

«¿Coto de caza?».

Caminamos unos metros, varios de los gurianos caían al suelo por la falta del equilibrio, se nos unieron unos cuantos petunes, que levantaban a los gurianos para que siguieran andando.

Pues la mano de obra era importante, para Frank'Rorkenok y para Qizil'Semser. Por un segundo deseé verlos muertos.

***

Pasaron pocos días y la tienda en la que habíamos descansado había sido desmantelada, quedaba solo la mitad de gurianos que hubieron en un inicio.

Cansancio, sublevación y lo más concurrente: suicidios. La población de la aldea poco a poco iba menguando y posiblemente no nos recordarían ni en canciones.

—Edd —dije en voz baja, me había despertado súbitamente en la noche. Otra vez.

Había estado teniendo la misma pesadilla noche tras noche. El hombre de la maza se acercaba y destruía los restos de mi aldea, asesinaba a mi madre, a Fer, a Bay y a todo aquel que había conocido en mi estancia como prisionero.

—Dime —dijo el guriano, tenía los ojos abiertos, mirando fijamente la tela de color hueso que estaba por encima de nosotros.

—¿En qué piensas?

—Pienso que no puedo dormir, los músculos me duelen, los huesos me duelen, la cabeza y tal vez las mismas venas. Siento que me vuelvo loco y que la simple tela de esta carpa tiene este color por los huesos de los gurianos que murieron en los saqueos.

—Tranquilo, saldremos de esta.

—Tú crees —dijo y volteó para mirarme, sus ojos estaban llenos de lágrimas, estaba frustrado— no soporto estos dolores, me están matando.

—Mañana saldremos —me mostré convencido, estaba seguro de que no sería así, y estaba seguro de que el sentía lo mismo.

—¿Escapar? Jor. ¿Estás loco? Estoy seguro de que viste lo que le pasó a Hel cuando intentó escapar por el Gurbaskualt, lo mataron a flechazos, recuerdo haber corrido para socorrerlo, recuerdo su retina cubierta de sangre —sus ojos empezaron a lagrimear mientras el guriano recordaba el momento— recuerdo su cabello negro manchado de sangre, desparramado por el suelo, recuerdo cómo murió con los ojos abiertos y como los cerré.

—Basta.

—No —dijo molesto— recuerdo que grité, que traté de despertarlo, a mi mejor amigo. Vinieron los guardias, recuerdo, y me apartaron de el cadáver con un súbito empujón, recuerdo como caí humillado y noche tras noche tengo la pesadilla de su muerte, pero no lo matan a flechazos, sino que viene un hombre, vestido con una armadura de metal y destruye con su maza poco a poco el cuerpo de mi amigo.




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