EL PAR DE DEMONIOS
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Tábata se mantiene alerta, está atemorizada por el animal que no deja de observarla, de resoplar, bufar y dar contra la tierra sus pezuñas. Su trote hace sonar sus cascos, el animal se mueve alrededor de ella, como si fuese una marcha. Cazando a la chica a su manera.
Se para sobre sus dos piernas y vuelva a lanzar un balido.
El animal corre tras de ella y Tábata sale disparada de donde está. Mientras corre se da cuenta que entre más lo hace, más le duelen sus pies, siente un dolor tan fuerte como si varias ajugas se le incrustaran en los pies.
—¡QUE DIABLOS!
Mira sus pies y los ve sangrantes. Queda perpleja, levanta la mirada al cielo sin entender. Cada paso que da para escapar es una tortura, como si algo en la tierra, en ese bosque no la dejara escapar de su destino.
Tábata es tacleada, sus piernas se levantan del suelo y gira sobre el aire, cayendo de seco sobre el suelo. El cabrío la ha tacleado con una fuerza asombrosa. Se abre una herida en su cabeza, en la parte izquierda. Está mareada, no sabe qué hacer, el animal se perdió de vista en la penumbra.
Tábata camina con lentitud, arrastrando su pierna dañada, mientras mira a los lejos el resultado horroroso de un verdadero crimen.
Varios cadáveres postrados en el suelo, con las gargantas abiertas, sangre rodando por el campo, varias caras fracturadas y regando sangre por todo lado. Alcanzó a ver el rostro de un niño aplastado, y sus ojos rodando por el suelo sin sentido.
Está asustada, con el pelo despeinado, sin entender qué sucede.
Un golpe seco y certero en su vientre. Lanza un grito y cae precipitadamente al suelo, golpeando sus codos, cabeza y espalda. Limpia la sangre de su cabeza y se examina un poco, pero es realmente complicado saber el daño que se ha provocado.
—¡Cómo un demonio! —grita, enojada.
Le falta aire y se controla de no caer al suelo, pero su estómago se contrae con fuerza, sus piernas ceden a cada instante.
No aleja el brazo de su vientre y toma un tronco del suelo, con toda su fuerza lo levanta y lo pone en una posición para atacar. Mira de frente al animal, que parece endemoniado.
Resopla fuerte y su vientre se llena de aire, sus piernas no dejan de sacudirse, pero logra ponerse en pie. Toma el pedazo de tronco con las dos manos, mientras el animal la observa, con esos ojos achinados como si fuese un animal muy tonto y estúpido, incapaz de pensar. Pero no, el animal no solo observaba, analiza.
—¡¿Quieres matarme a cabezazos, bestia? ¡Quieres! ¡Ven por mí, bola de pelos!
El animal salta en el aire y emprende carrera hacia la chica, Tábata se mueve a la izquierda enseguida y el cabrío pasa de largo. No sin antes, darle un bueno golpe en el muslo al animal.
El cabrío más furioso se voltea, raspa sus patas sobre el terreno y emprende corrida. Tábata vuelve a esquivarlo, le da otro palazo en el muslo, pero esta vez el animal levanta las patas, impacta una en el vientre de la chica.
Tábata grita de dolor y se desploma.
El animal se alza sobre sus patas y le da un pisotón, estalla en gritos, El animal no planea dejarla y sigue atacándola a pisotones.
La chica se bate en el suelo, chilla de dolor, su rostro se humedece al temor de terminar su vida así. Comiendo pasto, lágrimas y mocos, mientras es pisoteada por un cabrío endemoniado, no, ella merece un final mejor y no va a dejarse justo ahora.
Toma el tronco del suelo y con este se cubre, el cabrío falla en darle otro pisotón. Es su oportunidad y se pone de pie, el animal intenta darle un cabezazo, pero ella logra acertar un golpe en la trompa. Luego le da otro más, uno de esos palazos impacta en la parte izquierda del hocico y otro más en la espalda.
El animal furioso intenta atacarla, pero toma el arma como única fuente de salvación y lanza golpes a diestra y siniestra sobre el animal, una de las patas logra lastimarla, el animal se sienta sobre el suelo y Tábata aprovecha el descuido del animal, da un solo golpe a la cara del animal, haciendo que caiga al suelo.
Mira una piedra grande sobre el suelo, la toma con fuerza. Cojea hasta llegar ahí, se aferra a esa arma y la lanza con energía, sangre sale de la cabeza. El animal se bate en el suelo, se intenta poner de pie y lanza patadas. Pero Tábata no va a dejarlo vivir.
—¿Sientes eso, animal maldito? —da otro golpe con la piedra—. ¡Siente esto, animal maldito!
El cráneo del animal queda abierto, se alcanza a ver el ojo aplastado, la lengua reposando sobre la piel café del animal, mucha carne sucia sobre el suelo. El animal se ha muerto. Tábata respira con fuerza, pero cada soplido que da merma su presión en el pecho, se siente liberada, libre, ya no hay tanto miedo como antes.
ǁǁ ǁǁ
Mirla camina por el lugar, a lo lejos repara a Tábata que se medía con aquel cabrío poseído, pero ahora, justo en ese instante, no puede pensar en ir a ayudar a su amiga, simplemente no puede hacerlo.
Corre en las faldas de las colinas y mira a su hermano, que con un palo intenta aplastar la cabeza de un cadáver que se arrastra por el suelo.
—¡Fer! ¡Fernando! —lo llama y sacude sus brazos para llamar su atención—. ¡Ven aquí...! ¡Estoy aquí...!
Su hermano se voltea y logra ver a su hermana, el rostro de aquella chica ha palidecido dos tonos, se tiembla, está cubierta de sangre y los ojos parecen agrandados, seguro si se le da un golpe fuerte en el vientre, le sacaría los ojos.
Fer se acerca a su hermana a un pequeño trote, no le importa en lo absoluto el resto de los hombres que se miden con los cadáveres andantes y almas en penas que han salido dentro del bosque.
—¡¿Qué sucede, Mir?!
—Es peor de lo que imaginé, Fer... —responde con la voz entrecortada.
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Editado: 02.07.2021