El Kairós de las primeras veces

Decidido...

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo aquí? – le dijo con una sonrisa que le había detenido el corazón, pero que, perfectamente, podría estar usando en su contra justo en ese momento.

 

Apostaba a que se estaba burlando de él, y sabía el por qué.

Se lo había ganado, pero no iba a admitir que ella tenía razón.

No en esto que era nuevo para él. Donde era ella quien tenía el control.

 

— ¿No puedo venir a comprar las velas que tu familia hace? Sé que aprendiste a hacer de mi aroma favorito. – le contestó Félix con el ceño fruncido, procurando no ser tan obvio en mostrar la verdadera razón de su inoportuna llegada.

 

— ¿Un viernes por la noche? Bien sabes que hoy no trabajamos, además jamás te ha atraído lo que yo o mi familia hace. – dijo cruzándose de brazos sin dejar de sonreír. – Aún piensas que fabricar y vender velas es ridículamente una alusión al romanticismo.

 

Eso no es cierto. – se defendió imitando su postura y tratando de hacer que se cumpliera su principal objetivo, sin dejar notar que era un idiota.

Aunque fracasara porque ella lo sabía.

 

¿Por qué tenía que ser buena en todo?

 

Era uno grandísimo desde que se había resistido a dar un paso más en aquel intento de relación sin compromisos, cuando las luces que ella alzaba para él siempre habían sido de un brillante color verde y ahora tenía que soportar que tuviera una cita con alguien más.

 

¿No?

 

Por supuesto que no.

 

¿Entonces me dirás qué haces aquí? – le dijo tras una mirada sospechosa y juguetona.

 

— ¿No puedo venir a verte? Además, es viernes y escuché que hay un parque de diversiones al otro lado de la ciudad. Supuse que sería perfecto ir allí. Una vez me dijiste que te gustaba subirte a los juegos. ¿No crees que sería buena idea ir... juntos?

 

Una risa salió de lo profundo de su ser y el rostro de confusión de Félix pronto estaría cambiando como los aparadores de aquellos letreros que se encienden y apagan constantemente a las afueras de cualquier bar o restaurante.

Sospechaba que ella ya lo había adivinado.

Que él estaba atrapado en ese sucio juego que había construido, pero que estaba dispuesto a jugar.

Justo esa noche.

 

¿Tan malo era ocultando su objetivo?

¡Pésimo!

Tanto como su absurda terquedad en no querer hacer de lo que tenían una relación exclusiva, cuando simplemente quería encontrar al tipo que se había atrevido a invitarla para darle el mensaje de que este asunto era estrictamente prohibido.

Y con asunto se refería a ella.

 

Sé perfectamente que estás tratando de sabotear mi cita, Félix. Pero no te lo voy a permitir. – le dijo recuperándose de las risas y recostándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

Tal vez era momento de estirar aquella cuerda y esperar a que la polea levantara suficiente peso para inclinar la balanza a su favor.

 

No sé de qué estás hablando.

 

Por supuesto que lo sabes. Te dije que tenía algo importante esta noche cuando nos vimos el martes.

 

¿Qué puede ser más importante para querer perderse el parque de diversiones? – insistió.

No iba a admitir que lo recordaba y que había estado enojado consigo mismo desde ese momento.

 

¡Félix! –dijo suavemente, arqueando una ceja en su dirección.

 

En realidad no recuerdo que lo hayas mencionado. Además, ya estoy aquí, vayamos al parque de diversiones... por favor. – contestó desviándole su mirada y adoptando una postura tensa con las manos dentro de sus bolsillos.

 

¿Estás celoso cierto? – susurró ella al mismo tiempo que contenía su risa.

 

No es que se estuviera burlando. Había deseado que él se rindiera y aceptara que la quería como ella lo hacía. Más bien toda la sensación se sentía como lo había soñado.

Entendía que era un gran paso para él.



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En el texto hay: primeras veces, romance, relatos cortos

Editado: 16.10.2021

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