Mirando a su alrededor, trato de pensando en las razones por las que podría estar allí.
_ ¡Tal vez alguien me tendió una trampa para impedir mi boda!_ se dijo así mismo.
_ ¿Pero quién haría eso?_ pensó nuevamente.
_ No conozco a nadie que no esté feliz por nosotros_ No tenía ni idea de la hora, no llevaba su reloj, ni su teléfono para saberla
_ Seguro que es pasada la media noche _ creía, pero solo sabía que era de noche por la oscuridad. Decidió descansar en el banco al menos por un rato, sin bajar su guarda por si las abejas volvían o algo más.
_ Apenas vea el sol asomarse comenzaré a buscar la salida nuevamente _ decidió, ya que la oscura noche no le dejaba ver mucho, y solo rogaba que las abejas no volvieran a buscarlo.
Despertó un poco después del amanecer y feliz porque fuera de mañana, antes de retomar su búsqueda tomó un poco de agua, se mojó su cara, su cabeza y luego continuo, de entre los 5 pasillos de salida, no pensó mucho y tomo el 3er pasillo
Pasó horas y horas recorriendo el laberinto otra vez, y ya se le había ido al menos media mañana. A esa hora ya, moría de hambre y no llegaba más que a callejones sin salida.
No noto la raíz que sobresalía del suelo y tropezó a mitad de uno de los pasillos, cayó junto a la pared izquierda y con suerte no se pinchó con las espinas de los rosales que cubrían las paredes. Se quedó allí sentado por unos minutos, su hambre ya era tan, pero, tan grande que comenzó a preguntarse.
_ ¿A qué sabrán las rosas? _ Pero, luego sacudió la cabeza y recapacito.
_ ¡NO! El hambre me está empezando a enloquecer _ Dijo fuerte mientras se refregar la cara.
_ ¿Cómo voy a comer rosas? _ le causaba gracias tener esa idea. Luego se levantó del suelo y siguió con las pocas fuerzas que le quedaban. Para su suerte, camino algunos pasos más y al doblar por una esquina a la derecha se sorprendió al ver un árbol de naranjas en mitad del camino; primero pensó que estaba alucinando ya que no había visto más que rosas entre los callejones del laberinto, pero luego pensó en acercarse y saber si era real o no. Nunca le habían gustado mucho las naranjas pero era comida y las prefería antes de seguir muriendo de hambre o comer rosas.
Al llegar a árbol, se colgó de una de sus ramas para no caer rendido por la falta de energía al suelo. Saco una de las naranjas y no tardó mucho en abrir su cáscara. En ese momento era un manjar de los dioses, como tomar un vaso de agua helada en el desierto de Sahara
_ ¡Qué delicia!_ exclamo mientras comía con desesperación. El jugo de la fruta caía por los costados de su boca manchando la ropa pero no le importaba.
Una vez que satisfecha su sed y su hambre, corto algunas naranjas del árbol y las cargó formando una bolsa con la parte baja de su remera; sabía que el peso lo retrasaría un poco, pero por las dudas volviera a divagar en el laberinto sin nada que comer, o por lo menos por el tiempo que siguiera allí.