El Lado Oscuro Del Amor

Prisionero Del Amor

Daniel sintió cómo las palabras de Valeria se enredaban a su alrededor, como una red de espinas que se apretaba con cada movimiento. Su corazón latía con fuerza, un tamborileo de miedo que resonaba en su pecho. Intentó mantener la calma, pero sus manos temblaban ligeramente, traicionando su ansiedad.

—Valeria, esto no es amor. Es una prisión —dijo, su voz un susurro desesperado — Necesito respirar, necesito espacio para ser yo mismo.

Valeria avanzó hasta estar a solo unos centímetros de él, su perfume dulce y embriagador llenando el aire entre ellos. Sus ojos claros brillaban con una mezcla de furia y tristeza.

—No entiendes, Daniel. Yo soy todo lo que necesitas. Nadie más te amará como yo —respondió, sus palabras un susurro seductor.

Daniel sintió un nudo en la garganta, como si las palabras que necesitaba decir se negaran a salir. Sabía que enfrentarse a Valeria era peligroso, pero no podía seguir viviendo en ese ciclo de control y miedo.

—Esto tiene que parar, Valeria. No podemos seguir así —dijo finalmente, su voz temblando con una mezcla de resolución y temor.

Valeria lo miró con una intensidad que lo atravesó, sus ojos llenos de una pasión desquiciada.

—No puedes dejarme, Daniel. Si lo haces, no sé qué haré. No puedo vivir sin ti — dijo, su voz quebrándose — Te lo advierto

Daniel sintió un dolor agudo en el pecho. No quería herir a Valeria, pero sabía que su propia cordura estaba en juego. Tomó una respiración profunda, intentando encontrar las palabras correctas.

—Necesitamos tiempo separados, Valeria. Para entender lo que realmente queremos — dijo, su voz firme a pesar del miedo que sentía.

Valeria se quedó en silencio por un momento, su expresión cambiando de furia a desesperación. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, y su cuerpo temblaba ligeramente.

—No... no puedes hacerme esto, Daniel. No después de todo lo que hemos pasado —dijo, su voz un lamento.

Daniel sintió cómo su corazón se rompía un poco al verla así, pero sabía que no podía seguir permitiendo que Valeria controlara su vida. Dio un paso atrás, creando una distancia física entre ellos.

—Lo siento, Valeria, pero es lo mejor para los dos —dijo, su voz firme.

Valeria lo miró con una mezcla de incredulidad y dolor, sus ojos llenos de una tristeza que parecía infinita.

—Si te vas, Daniel, no sé qué haré. No podré soportarlo —dijo, su voz temblando con una mezcla de amenaza y súplica.

Daniel sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero se mantuvo firme. Sabía que era su única oportunidad para recuperar su libertad.

—Debes entender que esto no es saludable para ninguno de los dos. Necesitamos tiempo y espacio para sanar —dijo, esperando que sus palabras llegaran a Valeria.

Valeria se quedó en silencio, sus ojos claros fijos en él. Parecía estar debatiéndose internamente, luchando entre su amor obsesivo y la realidad que Daniel le presentaba.

Finalmente, Valeria dio un paso atrás, sus hombros hundidos y su expresión derrotada.

—Está bien, Daniel. Si eso es lo que quieres... te daré espacio —dijo, su voz un susurro apenas audible.

Daniel sintió un alivio momentáneo, pero sabía que la batalla no había terminado. Valeria no era alguien que aceptara fácilmente la derrota.

Se despidió de ella con un nudo en el estómago, sintiendo cómo la tensión entre ellos se mantenía en el aire, como una tormenta a punto de estallar.

Las siguientes semanas fueron un infierno para Daniel. Valeria, fiel a su palabra, se mantuvo alejada, pero su ausencia no trajo la paz que él había esperado.

Los recuerdos de su tiempo juntos lo perseguían, y la culpa por haberla dejado lo atormentaba. Sentía como si estuviera caminando sobre un campo minado, cada paso lleno de incertidumbre y miedo.

Las llamadas y mensajes de Valeria se habían detenido, pero Daniel sentía su presencia en cada rincón de su vida. Era como si su sombra estuviera siempre detrás de él, esperando el momento oportuno para reaparecer. En sus sueños, la veía con sus ojos claros, mirándolo con una mezcla de amor y reproche.

Una noche, mientras intentaba conciliar el sueño, su teléfono vibró en la mesita de noche. Con el corazón latiendo con fuerza, lo tomó y vio un mensaje de Valeria.

—No puedo seguir así. Necesito verte. Solo una vez más.

Daniel sintió cómo su corazón se hundía. Sabía que responder a ese mensaje podría reavivar todo lo que había intentado dejar atrás, pero la culpa y el miedo lo consumían. Después de unos minutos de agonía, respondió.

—Está bien. Nos vemos mañana en el parque, a las cinco.

El día siguiente fue una mezcla de ansiedad y expectación. Daniel llegó al parque antes de la hora acordada, sus pensamientos una maraña de dudas y temores. Cuando Valeria apareció, su corazón se aceleró. Ella estaba tan hermosa como siempre, pero había una tristeza en sus ojos que lo desarmó.

—Gracias por venir, Daniel —dijo Valeria, su voz suave.

Daniel asintió, sin saber qué decir. Se sentaron en un banco bajo un árbol grande, sus ramas creando un refugio íntimo.

—He estado pensando mucho en todo —dijo Valeria, rompiendo el silencio — Y me doy cuenta de que tal vez fui demasiado... intensa. Pero es solo porque te amo tanto, Daniel. No sé cómo ser de otra manera.

Daniel sintió un nudo en la garganta. Sabía que Valeria estaba siendo sincera, pero también sabía que su amor era una fuerza destructiva que había enredado su vida en una red de dolor y control.

—Valeria, yo también he pensado mucho. Y creo que necesitamos encontrar una manera de seguir adelante por separado. No podemos seguir lastimándonos de esta manera —dijo, su voz quebrándose.

Valeria lo miró con lágrimas en los ojos, y por un momento, Daniel vio a la mujer vulnerable que había conocido al principio. Era una visión desgarradora, y sentía que su corazón se partía en dos.

—No quiero perderte, Daniel. Pero si eso es lo que necesitas, lo aceptaré —dijo Valeria, su voz un susurro.




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