El ladrón y el príncipe sapo.

CAPÍTULO OCHO. CUPIDO.

―Bien, espera en este lugar ―dije en cuanto estuvimos a un par de metros del bar.

―¿Vas a dejarme aquí solo?—protestó Ossian.

―No pretendes que entre contigo en mi hombro, ¿cierto? ―Lo observé con ambas cejas alzadas.

Aunque, usualmente, las cosas en el Gatito de oro, no eran del todo normales, me parecía que intentar explicar la situación del príncipe de Lynpantopia, estaba a otro nivel. Probablemente, me tomarían a loco o se burlarían de mí, y ya había tenido suficientes humillaciones los últimos días.

―Al menos deja que me acerque a la ventana― pidió.

―Solo no dejes que nadie te vea o los incitarás a un ranacidio―expliqué mientras caminaba hacia la entrada.

―Sabes, para ser alguien tan amargado, te la pasas haciendo chistes sobre sapos y ranas de manera constante ―me criticó divertido y saltó hasta el marco circular de una de las ventanas.

―No soy un amargado― me defendí y finalmente entré al lugar.

A diferencia del exterior, ahí adentro era cálido. Todo el sitio estaba hecho un desastre, algunas de las mesas estaban volteadas y un par de sillas esparcidas cerca del escenario. Había trozos de vidrio y un montón de basura en el suelo. Era claro que aquello era consecuencia de una de las tantas peleas que se desataban en el Gatito de oro. Parte de la banda de músicos dormía amontonada cerca de los baños y dos ebrios bebían en la barra.

Dina recogía algunas botellas y Vladimir estaba concentrado, intentando reparar una de las mesas.

En cuanto entre, la rubia desvió su mirada hacia la puerta, y no pudo evitar poner una expresión de sorpresa cuando me acerqué a ella.

―Castel, ¿qué diablos te pasó?—preguntó, mientras soltaba la reja con las botellas y acortaba aún más la distancia entre los dos.

―Solo, tuve unos cuantos problemas―respondí, empezando a arrepentirme por no haber reparado en cómo lucía antes de entrar.

―¿Unos cuantos problemas? ―cuestionó ella incrédula―. Si no estuvieras caminando, asumiría que estás muerto.

―Tiene razón, ¿A quién hiciste de enojar esta vez? ―dijo Vladimir, mientras se aseguraba de que la mesa se mantuviera en pie.

―Es una larga historia―respondí, sin saber qué más decir.

Cerré los ojos un momento, pues una fuerte punzada invadió mi brazo y mi estómago parecía querer salir, por mi boca.

―¿Qué te pasó? ―volvió a preguntar Dina, esta vez más tranquila, pero con el mismo tono de preocupación―. Siéntate en donde puedas, le echaré un vistazo a tus heridas —dijo con la intención de ir a la barra por alcohol y vendas.

―Pero antes —hablé, para evitar que siguiera caminando—. Necesito saber si alguien de aquí encontró un anillo.

Las piernas otra vez amenazaban con temblarme, tenía un terrible dolor de cabeza y el aire comenzaba a faltarme.

―¿Estás bromeando?—preguntó la rubia—. ¿Acaso no ves el lugar? Dudo mucho que encuentres algo aquí que no sea basura o vómito.

Estaba a punto de responder, cuando uno de los sujetos de la barra comenzó a balbucear. Al principio era poco entendible, pero poco después comenzó a gritar.

―¡Cu... pido!― intentó decir, mientras abría y cerraba los ojos. —Oye, amigo, muestra... muestrales tu teso...ro―pidió y solo en ese momento, me percaté de que su acompañante era el hombre sin dientes.

Cupido alzó su rubia cabeza por unos segundos y después la dejó caer contra la barra, al parecer estaba más que ebrio.

―Vamos ―insistió el otro hombre, a quien finalmente reconocí. Era Dante, el encargado de tocar el piano de la banda―Presume... les la argoll... Ita que encontraste ―dijo y alzó una de las manos de su acompañante.

Sentí una especie de alivio y sorpresa, al ver que en verdad Cupido tenía el anillo que había descrito Ossian. Era una suerte que el anciano no parecía afectado por el encantamiento.

Con esfuerzo me acerqué hacia ellos, con la mirada de Dina y Vladimir sobre mí, pues no entendían nada de lo que estaba sucediendo.

―Amigo, necesito que me des eso ―dije al anciano, pero él cerró los ojos nuevamente, debido a su insoportable dolor de cabeza.

―Es mío, yo... yo lo encontré ―respondió, aun con su pálida cara en la barra.

―Vamos, te daré 100 unidades ―ofrecí.

―¿100 unidades? ―preguntó riéndose y después se quedó en silencio.

―¿Te dormiste?—cuestioné tras unos segundos, sin poder creerlo.

«Bueno, no esperaba que fuera tan fácil», pensé, mientras suspiraba con cansancio.

―¿Por qué quieres ese anillo?—Dina me observó con extrañeza―. Ayer me lo ofreció, pero luce bastante feo como para conservarlo.

―Es difícil de explicar―respondí con tono desesperado.

Quería dormir. Me sentía tan cansado, y adolorido, que la sola idea de dejarme caer ahí mismo, me parecía maravillosa. Sabía que no era una simple infección lo que me estaba debilitando, algo extraño sucedía con mi herida y si probablemente aquellos eran mis últimos minutos, al menos quería hacer bien una cosa.

Ossian no era mi amigo, pero, quizás ayudarlo a dejar de ser un sapo, me haría parecer menos inútil y deplorable de lo que ya me sentía.

―Te daré 500 unidades ―ofrecí sin muchas ganas, rogando porque los soldados no las hubieran hurtado de la cabaña.

―No lo creo…

―¿Qué te parecen 15,000?—dijo una voz a mis espaldas

―Maldición ―solté, inclinando la cabeza hacia el techo. Previendo lo que sucedería.

Ossian saltó hacia uno de mis hombros, mientras observaba al hombre.

―Hecho ―dijo Cupido con rapidez, levantando la cabeza.

―Espera... Cas, ¿esa cosa habló? —preguntó Dina, asustada, señalando a Ossian en mi hombro.

―Hola ―dijo el príncipe con descaro, antes de que yo pudiera contestar.

―¡Qué carajo!―gritó Cupido sin titubear.

Al parecer, aquello había bajado de golpe sus niveles de alcohol.

Vladimir abrió los ojos con asombro y después frunció el ceño, pensativo, como si tratara de decidir si aquello en verdad estaba pasando. Mientras tanto, Dante tomó una de las escobas que estaban cerca de la barra e intentó golpear a Ossian, pero su equilibrio era tan malo, debido a su estado, que terminó por caerse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.