Julián subió al coche y encendió la radio. Ya era más de medianoche.
Con cuidado colocó la bolsita cerrada con cremallera en el asiento del copiloto. Apoyó la cabeza en el volante y se permitió sollozar quedamente.
Las palabras de Cristian era lo único que quedaba de Grak.
“El cubo cuenta con un sistema de transferencia cinética muy avanzada. Desgraciadamente, no pudimos estudiar qué utiliza como generador. Pero analizándolo químicamente descubrimos algo increíble.
Antes de cristalizar y convertirse en lo que ves ahora, formaba parte de un océano que en un pasado lejano fue masa de tierra firme. Pensamos que perteneció a un ecosistema planetario. Creemos que pudo estar habitado por alguna civilización avanzada.
Pero lo cierto es que estuvo viajando durante cientos de años hasta que se apagó su sistema de propulsión y finalmente, se quedo en órbita sobre Marte donde lo encontramos. “
¿Dónde está Grak?
“El cubo necesita vitamina C y proteínas para sobrevivir, Julián. No tengo ni idea de cómo llegó el lagarto a su interior. Lo que he hecho ha sido revertirlo a su estado inicial. No hay nada más”.
Mira la foto. Yo lo vi. ¡Es real!.
“El universo es enorme. Pero dudo mucho que los alienígenas sean seres de carbono como nosotros. Los programas de SETI no han hallado nada… y esa foto borrosa no tiene validez alguna. Lo único real es la caja. Y gracias a ti podemos seguir estudiándola ”
Julián empezó a dar golpes contra el volante con las manos y con fuerza se restregó la cara, secándose las lágrimas.
Encendió el motor del vehículo y se dirigió a su casa.
Al llegar, encendió la lámpara del cuarto de invitados y colocó un plato con agua. Despacio abrió la cremallera y dejó al lagarto encima de la mesita.
El reptil se quedó inmóvil debajo del calor que le proporcionaba la lámpara. Se mostraba totalmente ignorante a la presencia del humano.
Julián se tumbó en la cama y se tapó con la colcha.
Deseó soñar con esos ojos azules, para intentar comprender lo que la criatura le había querido decir. Sintió un dolor agudo en el estómago y se colocó por unos instantes boca abajo, sintiendo la pesadez de su respiración. El tiempo transcurrido con Grak había sido muy breve, pero sus encuentros habían destruido los cimientos sobre los que se asentaba la exitencia de Julián. Sentía que le habían arrebatado a alguien importante y de algún modo, añoraba el poder encontrarse frente a frente con la misteriosa criatura.
Esto no puede ser el final, Grak...
Una llamada de teléfono le despertó por la mañana. Tras varios intentos su mano contactó con el teléfono y desplazó la flecha verde para contestar.
-¿Sí?
Su voz sonaba ronca y rota. Julián carraspeó mientras escuchaba la voz de Sara risueña y clara.
-Buenos días, Julián. ¿Te de despertado? Bueno, mira voy a ser breve. Acabo de llegar de Lisboa y es por ver cuándo me puedes traer a Grak, o bueno si lo prefieres y me das tu dirección yo me acerco.
Julián tanteó con la mano y encendió la luz de la habitación.
-Ehh… Ya te lo llevo yo. ¿Te va bien que me pase ahora por allí?
-Muy bien. Nos vemos en un rato.
Julián se levantó y se vistió. Entró en la habitación de invitados. Debajo de la lámpara dormitaba el lagarto. Lo cogió con cuidado y lo metió de nuevo en la bolsita.
Julián sacó del armario su riñonera y se la puso en la cintura. Metió a Grak y la libreta gris y se dirigió a casa de Sara.
Cuando llegó, introdujo el código en el interfono y al pasar por el jardín vio varios lagartos en la pared de ladrillos tomando el sol. Todos eran grises o pardos y de tamaño pequeño.
Apoyó la mano en la riñonera y subió lentamente las escaleras. La puerta estaba entornada y Julián la empujó, accediendo al recibidor y cerrando la puerta tras de sí.
Miró su reflejo en el espejo y vio a un hombre con las ojeras hinchadas y el pelo revuelto. Lo único realmente atractivo era el color brillante de sus ojos pardos. Con un suspiro, se sentó en el sofá.
Sara abrió la puerta del recibidor y accedió a la sala.
-¡Julián!...¿Y el terrario? ¿Dónde está?
Con calma, el hombre sacó la libreta y la bolsita. Las colocó en la mesa y dejó salir al lagarto.
-Aquí tienes al bichito, Sara.
El lagarto empezó a corretear por la mesa, trepando a continuación por la pared hasta alcanzar una lámpara que había en la parte superior.
-¿Dónde está el terrario, Julián?
-Me lo han robado. Solo han dejado el lagarto.
Sara hizo una mueca extraña con la boca.
-Eso no es mi Grak, Julián. Dime la verdad, ¿qué está pasando aquí?
Julián se levantó de golpe y apretó los puños, acercándose a la mujer.
-Aquellos a los que se la robaste la han recuperado.
Sara abrió mucho los ojos. Un ligero temblor en su boca delataba su nerviosismo, hasta que mordió con fuerza su labio inferior.
-Sus ojos eran azules, Sara- susurró Julián, situándose a escasos centímetros de la mujer- su piel era gris y áspera. Tenía unas protuberancias pardas que empezaban en su ancho pecho y descendían hasta el bajo vientre.
Sara agarró a Julián y le empujó violentamente contra la pared. Aunque era de menor estatura que él, su antebrazo apretaba con fuerza el cuello dificultando su respiración. El hombre la agarró de los hombros, pero ella siguió incrementando la presión.
Se escucharon unas voces en el pasillo, y Sara gritó algo en un idioma extranjero.
A continuación, se alejó lentamente de Julián quien empezó a toser, llevándose las manos agarrotadas al cuello.
-Llévate esa cosa de aquí, Julián. Esta es la última vez que nos vemos.
-¡No, espera!- gritó desesperado, mientras se acariciaba el cuello- ¡Tienes que hablarme de Grak! ¿Por qué has dicho que era tuyo?
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Editado: 24.01.2021