El Latido Salvaje

Capítulo 25: Lazos Eternos

La luz de la victoria se extendió por el claro, un manto de paz que sanó las heridas del bosque y restauró su equilibrio. La amenaza de Marcus, una sombra que había oscurecido el corazón del bosque, se había desvanecido.

El portal de obsidiana, ahora tranquilo, pulsaba con una energía sanadora, uniendo la magia de Amara con el alma del bosque.

En el centro del claro, Amara y Kalen se abrazaron, su unión fortalecida por la batalla y el poder compartido. La mirada de Kalen se suavizó al contemplar a Amara, la loba de pelaje plateado que había despertado un poder ancestral y salvado su manada.

Sor Emilia, con su mirada sabia y su sonrisa enigmática, observó el claro, su corazón lleno de alivio y esperanza. Su larga vida, dedicada a proteger el bosque y sus secretos, había llegado a un punto de inflexión, pero no a un final.

Arion, con su corazón latiendo con una nueva esperanza, se acercó a Sor Emilia. La admiración y el amor que había sentido por ella durante siglos y no se había dado cuenta hasta que la volvió a ver, encontraron su voz.

—Emilia —dijo Arion, con voz suave, pero firme—. Has dedicado tu vida a proteger este bosque, has sido una guardiana, una monja, una protectora. Pero ahora, la oscuridad ha sido desterrada, y el bosque está a salvo. ¿No crees que es hora de que te permitas ser feliz?

Sor Emilia lo miró, sus ojos brillando con una luz antigua. La vida, para una guardiana, era dedicación al bosque. Ella siempre se había entregado a él por encima de su propio ser. Pero se permitió pensarlo.

—Arion, mi corazón ha estado atado a este bosque durante siglos —respondió Sor Emilia, con voz suave—. Pero contigo, siento que podría encontrar un nuevo camino, siempre y cuando este bosque este protegido.

Arion sonrió, su corazón latiendo con esperanza.

—Entonces, permíteme mostrarte ese camino —dijo Arion, extendiendo su mano—. Permíteme mostrarte un mundo donde la libertad y el amor florecen, sabiendo que el bosque está protegido.

Sor Emilia tomó su mano, su corazón latiendo con una nueva esperanza. Días después, el claro del corazón del bosque se transformó en un escenario de celebración.

La boda de Amara y Kalen fue una celebración que resonó con la magia del bosque. Bajo la luz de la luna llena, se juraron amor eterno, sus votos tejidos con la esencia misma de sus almas.

Amara, con la voz llena de emoción, dijo:

—"Kalen, mi alfa, mi compañero. Llegaste a mi vida como una tormenta, trayendo consigo un poder y una pasión que nunca creí posibles. Me enseñaste el significado de la manada, de la lealtad y del amor incondicional. Prometo ser tu compañera, tu fuerza y tu apoyo, en cada batalla y en cada amanecer. Mi corazón late al unísono con el tuyo, unido por un lazo que trasciende el tiempo y la oscuridad".

Kalen, con los ojos llenos de amor, respondió:

—"Amara, mi luna, mi luz en la oscuridad. Desde el momento en que te vi, supe que eras mi destino. Tu fuerza y tu compasión me inspiran cada día, y tu amor me ha transformado en un hombre mejor. Prometo protegerte con mi vida, honrar tu espíritu y amarte con cada fibra de mi ser, hasta el último aliento".

Después de la ceremonia, Kalen llevó a Amara a una cabaña construida especialmente para ellos. La cabaña, hecha de madera tallada y adornada con flores silvestres, emanaba un aura de calidez y romance. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente mágico.

En el centro de la cabaña, una cama de madera tallada estaba cubierta de suaves pieles y pétalos de flores. Amara y Kalen se acercaron, sus corazones latiendo al unísono.

La noche de bodas fue un preludio de su amor eterno. Bajo la luz de la luna llena, se fundieron en un abrazo apasionado, sus almas conectadas por un lazo que trascendía lo físico. La magia del bosque los envolvió, creando un aura de intimidad y deseo.

Sus cuerpos se encontraron en un baile de amor, sus susurros llenos de ternura y pasión. La luz de la luna, testigo de su unión, iluminó sus cuerpos entrelazados, sellando su amor con un brillo eterno.

Mientras la celebración continuaba en el claro, Lyra observaba a Caelan desde la distancia, su corazón latiendo con un amor silencioso. Durante años, había guardado sus sentimientos, esperando un momento que quizás nunca llegaría.

Caelan, ajeno a la mirada de Lyra, sintió una extraña inquietud. Sus sentidos, agudizados por su naturaleza lunar, captaron la fragancia de Lyra, un aroma dulce y sutil que resonaba con su alma.

Al girarse, sus ojos se encontraron con los de Lyra. En ese momento, una chispa se encendió en su interior, una conexión que nunca había sentido antes. La luna en el cielo brilló con intensidad, iluminando el rostro de Lyra con una luz celestial.

Caelan se acercó a Lyra, su corazón latiendo con una nueva comprensión.

—Lyra —murmuró Caelan, con voz suave—. ¿Por qué nunca me dijiste...?

Lyra bajó la mirada, sus mejillas enrojecidas.

—Pensé que no me veías —respondió Lyra, con voz temblorosa.

Caelan levantó su barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.

—Te he visto desde el principio —dijo Caelan, con voz grave—. Pero estaba ciego, incapaz de ver la luna que brillaba a mi lado.




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