El Legado

Capítulo 10

Estaba en una de las tantas reuniones anuales que hacía mi padre donde invitaba a todos sus amigos y socios a la casa.

Acostumbro a acudir solo, pero ya que era una buena oportunidad para mostrar mi relación con Ángela ante ellos, la traje. Y de paso me evitaba la molestia de responder a sus preguntas cada vez que alguno nos viera, de esta forma todos se enteraban al mismo tiempo.

Pero no me quejo, la verdad que es todo un placer tener de mi brazo a una mujer tan bonita. Se veía hermosa con ese vestido azul, que aunque de frente luce recatado, lo interesante es la parte de atrás con ese enorme escote que dejaba casi toda su espalda descubierta.

Y yo que creía que me veía bien en mi traje. Casi me dan ganas de usar, por única ocasión, la corbata que tanto me recuerda mi padre debería usar.

Casi.

El problema estaba en que esas cosas acostumbran a hacerme sentir demasiado nervioso. Siento como si por más que lo aflojara, aun estuviera apretado. Podría ser un poco de claustrofobia, no lo sé, sólo no me agradan y por ello los evito.

Incluso siempre uso las camisas con el botón superior desabotonado, y asistir a estas cenas no hacían la excepción.

- Buenas noches Daniel – saluda uno de los más antiguos amigos de mi padre, dándome un apretón de manos.

- Buenas noches Rogelio. Permítame presentarle a mi novia, Ángela Flores. Ángela, él es Rogelio González, uno de los viejos amigos de mi padre.

- Mucho gusto – contesta ella.

- El gusto es mío – le sonríe antes de volver su atención a mí -. Es muy linda tu novia. Ya era hora de que alguien lograra domarte un poco.

Domarme. Sí, claro.

Muy lejos de ello.

Pero prefiero mantenerme callado.

- Aún estoy en eso – le contesta Ángela.

- Pues por lo que veo, va por muy buen camino. Sabe, en todos estos años, jamás había visto que Daniel trajera a alguien.

Y ahí va.

¿Es que acaso a todos les preocupa que siga soltero?

Y como no estarlo. Fuera de lo que a la maldición respecta, es difícil traer a alguien si cada uno va a estar atosigándonos con sus preguntas y comentarios.

- ¿Enserio? – pregunta ella antes de verme con las cejas, era claro que le sorprendía la revelación.

Pero como no, si todos parecían más que encantados de remarcar la diferencia que hacía con ella.

- Me está poniendo en aprietos – es lo único que se me ocurre decir para que lo deje de una vez -. Eran detalles que aún no esperaba supiera.

- Lo siento, pero no podría ocultarle nada a éste bello ángel.

- En eso estoy de acuerdo.

Ángela se sonroja un poco, y aunque al principio me parece divertido, después me hace sentir como un patán diciendo aquello cuando sé perfectamente que hay mucho que le estoy ocultando.

- Bien, los dejo. Fue un gusto verlos.

- Igualmente – contesto antes de volver a estrechar su mano.

Lo observo mientras se retira. A veces, era difícil pensar que tenía la misma edad que mi padre, porque aunque así es, Julio tiene esa expresión en la cara de como si hubiera vivido mucho más años que todos ellos.

Pero teniendo en cuenta la vida dura que tenían todos los hombres Montreal, no era extraño que se vieran más viejos de lo que realmente eran.

Y eso no pasaría conmigo. No lo permitiría.

Yo tendría mi final feliz.

Veo algo por el rabillo del ojo, haciéndome recordar a quien tenía por un lado.

Bueno, al menos un poco feliz.

- Muy halagador el Sr. – dice Ángela una vez se fue Rogelio.

- Si.

Fuerzo una sonrisa sacudiéndose el pesimismo de encima. En estos casos era mejor actuar y no pensar, sino quería arruinar las cosas

- Demasiado – prosigo más relajado -. Si no fuera por el hecho de que está felizmente casado y tiene edad para ser tu abuelo, me daría cuidado.

Ángela, que estaba sonriente, de repente observa a su alrededor de forma extraña, viendo a los asistentes detenidamente, como si los estudiara a lo lejos.

- Y… ¿te diviertes con todo esto? – pregunta de repente, antes de que él pudiera hacer la misma pregunta.

- ¿Ya te quieres ir? – digo avergonzado de no haber previsto que podría ser aburrido algo así para ella.

¿Y como no lo iba a ser? Si incluso para mí era difícil estar aquí sin nada mejor que hacer que estar parado viendo como todos hablaban de sus anécdotas.

No era que estuviera tan mal, sólo que después de asistir como por vigésima vez, era difícil mantenerse interesado en las mismas historias de siempre. Algo así como ver lo mismo una y otra vez.

- No. Por mi está bien, mientras tenga con quien platicar estaré bien. Hablaba de ti, con todo eso de que siempre vienes solo. ¿Te gusta?




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