- Así que no le has contado.
Podía ver el reproche por más que quisiera mantener su cara impasible.
Ángela se había disculpado por un momento, por lo que mi padre no desaprovechó el momento.
Ya se había imaginado que algo así pasaría después de que éste se diera cuenta de la ignorancia de mi mujer sobre todo lo que sobrevenía con formar parte de nuestra familia.
Aunque también quien podría culparlo. Por años juré y perjuré que jamás sometería a una mujer a un destino como este. Y a pesar de que había estado de acuerdo con su boda porque sabía, en cierta forma, que terminaría por ceder ante alguien, no le parecía para nada el hecho de que no le hubiera advertido antes de desposarla.
- No – bajo la mirada al no poder sostenérsela.
- ¿Piensas ocultárselo hasta el último momento?
- Sólo… aún no he encontrado la forma de decírselo.
- ¡Eso debió ser antes de que se casaran, no ahora! – con su tono podía darse cuenta que estaba perdiendo la paciencia, pero intentaba mantener el volumen bajo, gracias a Dios. Lo que menos necesitaba es que Ángela se enterara de esta forma.
- Si, lo sé…
- No puedes arriesgarla de esa forma, no sin que esté consciente de ello. Y luego eso de que piensan tener hijos pronto – niega con la cabeza -. Debes hablar pronto con ella.
- Ella es de los que piensan que hay que arriesgarse y no dejarse detener por el miedo – era una excusa muy pobre, lo sabía.
- Si, pero en cuanto a nuestras propias decisiones, no las que otros tomen por nosotros – toma aire -. Una cosa es que tomaras el riesgo de que te abrieras a una relación consciente de las consecuencias, pero no pasando sobre ella.
>> ¿Qué piensas decirle cuando ella quiera tener hijos?, lo cual no parece ser en un tiempo muy lejano – después del comentario de Ángela durante la cena, era normal que pensara que la idea venía de ella -. ¿Qué escusa le vas a inventar? ¿Por cuánto tiempo podrás mantenerla? ¿Y si queda embarazada, cómo se lo explicarás? ¿O es que sólo vas a dejar que pase sin decirle hasta que tenga el tiempo contado, o incluso ni así?
- Lo haré, de acuerdo. Pero será a mi manera – trato de convencerlo -. Sólo por favor, deja que lo haga yo.
Julio iba a hablar cuando escuchamos que Ángela regresaba.
- Bueno, pues ya nos vamos – me levanto.
Puedo ver el desconcierto de Ángela mientras veía de uno a otro, seguro preguntándose si había pasado algo entre nosotros, pero no hizo comentario alguno.
- De acuerdo – es lo único que dice.
Mi padre también se levanta para acompañarnos hasta la puerta, donde le da un abrazo a mi esposa.
- Me dio mucho gusto que vinieras. Eres libre de hacerlo cuando quieras.
- Gracias.
- Hijo – me abraza también, pero de una forma más fría.
- Regresaremos pronto.
- Sí. Eso espero.
Aún percibía la crítica en su rostro mientras lo observaba alejarse.
Estaba en el cuarto, quitándome los accesorios frente al peinador.
El viaje de regreso de la casa de Julio fue muy silencioso. Intenté averiguar qué había ocurrido entre ellos mientras no estuve presente, pero Daniel negó que hubiera pasado algo, asegurando que todo se encontraba bien. Sólo que si eso era verdad, cómo explicaba la decisión tan repentina de irse cuando había planeado regresar tarde.
Su relación era tan diferente a la que tenía con mis padres. Espero que no se deba al dinero porque no me gustaría que termináramos en una situación similar.
Tal vez se debía al haber perdido a su madre a tan temprana edad. A veces ese tipo de cosas podía unir o alejar a las personas. Y claramente en su caso había ocurrido lo segundo.
Pero luego eso me lleva a recordar la plática que tuvimos en el estudio acerca de su abuelo.
El hombre había sido ya grande cuando conoció a su nieto, y sólo lo disfrutó poco tiempo, pero al menos tuvieron la oportunidad de pasar esos momentos juntos. Que de acuerdo a la mirada que percibí en mi esposo, fueron muy importantes en su vida.
Eso era algo a considerar.
- ¿Qué tanto piensas?
Estaba tan distraída con mis pensamientos que la voz de Daniel había logrado sobresaltarme.
Cuando me doy la vuelta para verlo sentándose en la cama desde el otro lado del cuarto. No me quedan más dudas.
- Sólo estaba pensando en que tanto tu padre cómo el suyo eran grandes cuando tuvieron hijos.
- Si – contesta mientras se mete entre las sábanas –. Los negocios son algo absorbentes.
- Si, supongo.
Me siento a su lado.
- Oye, ¿y eso de que de niño decías que no ibas a casarte? La mayoría sólo dicen que no les gustan las niñas – le sonrío divertida -, pero eso del matrimonio, pues…