Había pasado casi un mes desde que había decidido alejarme de las dos mujeres
de mis dos vidas, para intentar aclarar mis dudas.
De alguna manera me había servido para centrarme más en las diferencias de
cada una, y en lo que sentía al estar con ellas.
Desde que había empezado con mi doble vida, había sentido tantos cambios en
mi cabeza, pero sólo hasta hacía relativamente poco tiempo, había notado que
mis sentimientos habían sufrido lo mismo.
Por lo que ahora, después de tanto pensar y pensar, no había decidido nada. Fue
hasta que dejé de hacerlo que la respuesta sólo apareció, como si siempre
hubiera estado ahí, sólo que no me había dado cuenta.
Por lo que hoy comienza mi nueva vida.
Me levanto de este asiento que tanto he estado ocupando sólo para mantener mi
fachada de estar lleno de trabajo, listo para salir de mi escondite. Más que listo
para hacer frente a mi decisión.
Cuando llego al departamento, encuentro a Ángela recostada en la cama, viendo
la televisión.
- ¿Algo interesante? – pregunto sentándome a su lado.
- Nada en especial.
Sólo me da un beso simple de bienvenida antes de regresar su atención al
aparatejo.
- Entonces no te importará si la apago.
Ni siquiera esperé a que me contestara, sin más tomo el control de su mano y lo
apago. No necesitaba ese tipo de distracciones para ella.
Yo seré el encargado de su entretenimiento, esta, y todas las noches que vengan.
No es hasta que la tomo por la cabeza y comienzo a besarla, que parece darse
cuenta de mis intenciones.
- Wow – dice casi sin aliento cuando la dejo respirar por un momento -. ¿Se acabó
el periodo de abstinencia?
Siempre me había mantenido al margen en mis relaciones, evitando que pudieran
entrar en este escudo que había forjado para protegerme desde siempre, pero eso
no había funcionado con Ángela. Ella había entrado muy hondo sin siquiera
haberme dado cuenta.
Había pensado que Maite era como una droga, adictiva, pues lo era, pero sólo
eso. En cambio, la mujer que tengo frente a mí era algo más profundo. Algo más
real.
Es la mujer que había roto ese caparazón para quedarse. Y ahora que lo sabía,
haría lo que estuviera en mi mano para mantenerla conmigo.
- Si – sonrío como un idiota -. Definitivamente.
Esta vez no tenía suficiente con besarla, así que me coloco sobre ella.
Estaba tan centrado en nosotros, en lo bien que se sentía volver a tenerla contra
mí, que casi lo olvido.
- Espera – me separo por un momento, a regañadientes.
- ¿Ahora qué? – se queja, tratando de evitar que me aparte.
- Sólo es un segundo – digo sonriendo mientras sacó la caja de condones que
acababa de comprar antes de llegar.
- Pensé que volvíamos a la tarea de tener un bebé – frunce el ceño.
- Eso puede esperar.
Antes de que diga otra palabra, vuelvo a estar sobre ella. Listo para hacerle el
amor a mi esposa.