- No lo entiendo.
Todo es demasiado extraño.
Había pensado que era el fin, que no volvería a ver a Ángela jamás. Y ahora aquí estaba, observando a mi hijo, mientras que mi mujer descansa en su habitación.
Sólo el hecho de querer conocerlo me había hecho apartarme de ella, aunque fuera por unos minutos.
Parece un milagro. Pero era tan inesperado que sigo sin poder creerlo.
Sigo temiendo que en cualquier momento surja alguna complicación y la pierda definitivamente. Por eso es tan difícil estar apartado de cualquiera de las dos personas que ahora son mi mundo.
- ¿Crees que de alguna manera haya terminado la maldición? – pregunta mi padre a mi lado.
Había llegado un poco después de que Ángela fuera trasladada a su cuarto. Así que después de asegurarme que estuviera bien y cómoda, lo traje a que conozca a su nieto.
- No lo sé.
- Lo importante es que están bien – pone una mano sobre mi hombro, reiterándome su apoyo.
- ¿Y si no ha terminado aún? - le expreso mis mayores temores -. Es que todo parece tan perfecto que no puedo creerlo. Temo que en el momento en que baje la guardia las cosas vayan mal.
- Entonces como te dije en un principio, sólo te queda disfrutarlo el mayor tiempo posible.
- Tienes razón. Al menos podría tener la oportunidad de pedirle perdón – mi padre sólo asiente -. Regresaré con ella.
- Yo me quedaré un poco más con mi nieto.
- De acuerdo.
Pero antes, necesito un poco de cafeína, recuerdo haber visto una maquina cerca de la sala de espera, pero en vez de eso, a quien encuentro es a Vicky.
No queriendo perder más tiempo con alguna explicación de porqué están ahí los dos, trato de irme antes de que me vea.
- ¿Daniel? – dice Vicky.
- ¿Vicky? – así que después de todo si hablarían.
- Ya te enteraste – dice intentando dejar de llorar.
- Eh, no. ¿Qué pasó? – no me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que habló -. Vicky, ¿Qué pasa?
- Maite murió.
- ¡Qué!
- Fue arrollada por un autobús. Hace como una hora. No puedo creer que no esté – me abraza.
- Lo siento. No lo sabía.
La consuelo por un rato antes de indicarle que debía irme.
Ángela sigue dormida. Así que me siento en el sofá que esta por un lado.
Todavía no puedo creer que Maite murió, cuando hace unas horas estábamos discutiendo.
Claro que siento su pérdida. No como lo que sentí cuando creí que Ángela había muerto, pero era triste saber que había sido su final.
Es extraño como es ella la que muere y Ángela sobrevivió al parto, cuando se suponía debía ser lo contrario.
Porque… No, no puede ser.
Las palabras fueron muy específicas. Todo es en base a ello. Recuerdo lo que dijo Gustav.
No puede haber una relación entre ambos sucesos.
¿Qué dijo mi abuelo? ¿Cuáles fueron las palabras de esa gitana?
¡Tanto tú como todos tus descendientes quedan malditos! ¡Te maldigo a ti y a toda tu estirpe! La primera mujer que encuentren digna de desposar, después de nacer el primogénito, morirá.
Es eso. Ángela es mi esposa, por lo consiguiente, la que morirá. Lo de Maite es un caso aparte.
La observo desde mi lugar. Ella sigue tranquila, estable.
Pero, ¿porque algo en este asunto sigue inquietándome?
Me casé con Ángela, nuestro hijo ya nació. Maite no cuadra en esto, porque cómo dije, a quien desposé fue a Ángela. Es la primera mujer a la que encontré digna de desposar.
Sólo que eso no es del todo verdad.
Te juro que me encantaría casarme contigo, había dicho. Y no a Ángela, sino a Maite.
Yo quería casarme con Maite. A ella es a quien había encontrado digna de desposar, en un principio.
Gustav tenía razón. Las palabras fueron específicas.
Ángela no va a morir.
Es tan difícil de creer, pero todo encaja. Ni siquiera la culpa por lo que le pasó a Maite puede quitarme esta felicidad de que no la perderé.
Ángela vivirá.
Y nuestro hijo.
Ahora sólo falta esperar que me perdone.
Sé que ni siquiera debería esperar algo como eso, pero haré todo lo que esté en mis manos para lograrlo. No perderé a mi familia sin pelear. Menos ahora que sé que puedo tenerla aun en contra de todas las estadísticas.