POV Maya
Desde aquella noche, no dejo de pensar en lo que sentí.
La Fiesta de la Luna debería haber sido solo eso: una noche bonita, llena de luces, canciones y bestias danzando bajo el cielo estrellado. Pero no fue solo eso para mí.
Algo cambió.
No sé cómo explicarlo, ni siquiera estoy segura de que alguien me crea si lo dijera en voz alta. Pero esa mirada... su mirada… me atravesó. No como un simple cruce de ojos entre extraños. Fue más como si algo invisible se activara dentro de mí. Como si una parte dormida de mí despertara de golpe.
Kael.
Ni siquiera sé cómo se llama oficialmente, no lo conocía antes de esa noche, pero todos saben quién es. El hijo del rey. El futuro heredero. El que todos respetan y evitan al mismo tiempo. Majestuoso. Intimidante. Intocable.
¿Y yo? Solo Maya. La chica que nadie nota demasiado. La adoptada. La que vive en los bordes del bosque.
La que no sabe realmente quién es.
He intentado hacer mi vida normal desde entonces. Cuidar del huerto con Lirea, ayudar a Boren con sus herramientas, escuchar las historias de los ancianos en la plaza. Pero nada se siente como antes. Todo se ve igual, pero lo siento diferente.
Yo me siento diferente.
No sé si es por lo que sentí esa noche o si es algo que ya estaba dentro de mí desde hace tiempo, esperando una chispa.
Pero hay momentos en que el viento me parece más fuerte, los colores más vivos, los sonidos más claros. Como si mis sentidos estuvieran afilados, atentos a algo que aún no comprendo.
Y está ese sueño…
Cada noche, desde la fiesta, lo tengo. Estoy en un lugar que no reconozco, rodeada de árboles altos y una luz azulada que no viene del cielo. Siento calor en la palma de mi mano, como si algo brillara allí. Pero nunca logro verlo. Me despierto justo antes.
Hoy volví a ese mismo lugar. Caminé sola, sin decirle a Naia. Necesitaba estar conmigo misma. Me senté al pie de un árbol grande, con raíces gruesas y corteza agrietada. Cerré los ojos e intenté respirar hondo.
Pero lo que sentí fue miedo. Miedo de mí misma.
De no saber por qué cada día siento más que no pertenezco a este lugar.
¿Y si hay una razón por la que me dejaron aquí? ¿Y si hay una verdad que mis padres adoptivos están ocultando?
¿Y si… lo que hay dentro de mí no es normal?
Me abracé las rodillas. No lloré. Ya no lo hago. Pero mi garganta estaba cerrada, como si las palabras quisieran salir y no supieran cómo.
Solo quiero entender. Saber quién soy. Por qué tengo esta sensación constante de estar hecha para algo más… algo que aún no llega.
Y por qué ese chico de ojos oscuros me hizo sentir por primera vez que alguien me vio de verdad.