El sótano de la mansión Blackwood era un lugar sombrío y opresivo, impregnado de una atmósfera de antigüedad y decadencia. Clara, con la linterna en mano, sentía el frío y la humedad que emanaban de las paredes de piedra, mientras avanzaba lentamente, intentando controlar su respiración. Las sombras danzaban con el movimiento de la luz, y cada paso resonaba en el silencio, amplificando la sensación de aislamiento.
Mientras exploraba, Clara notó una serie de cofres y baúles viejos alineados a lo largo de las paredes. Algunos estaban cerrados con candados oxidados, mientras que otros estaban entreabiertos, revelando su contenido polvoriento: libros, ropa antigua y objetos personales olvidados. La curiosidad la llevó a abrir uno de los cofres. Dentro, encontró una colección de diarios y cuadernos, cuidadosamente apilados y envueltos en un paño de lino desgastado.
Al levantar uno de los diarios, Clara vio que llevaba el nombre de Henry Blackwood en la portada. Con manos temblorosas, abrió el diario y comenzó a leer. Las primeras páginas estaban llenas de relatos cotidianos sobre la vida en la mansión, pero a medida que avanzaba, el tono cambiaba, volviéndose más oscuro y desesperado. Henry describía con detalle cómo había comenzado a sentir una presencia maligna en la casa, una sombra que parecía seguirlo a todas partes, observándolo.
Henry había intentado investigar la historia de la casa y de su familia, buscando respuestas en textos antiguos y consultando con expertos en lo oculto. Las entradas del diario revelaban un creciente miedo y paranoia, especialmente hacia el final, cuando Henry mencionaba que sus noches estaban plagadas de pesadillas y sonidos inexplicables. Clara sintió un escalofrío al leer esas palabras, reconociendo en ellas sus propias experiencias desde su llegada a la mansión.
Mientras continuaba leyendo, Clara notó una entrada que mencionaba un "cuarto secreto" en el sótano, un lugar que Henry había descubierto por accidente y que describía como "el corazón del mal en la casa". Según Henry, había encontrado el cuarto mientras seguía la sombra que lo atormentaba. La entrada terminaba abruptamente, como si Henry hubiera sido interrumpido o hubiera decidido no revelar más.
Determinada a encontrar ese cuarto, Clara comenzó a buscar en el sótano, revisando las paredes y el suelo en busca de cualquier señal de un pasadizo o puerta oculta. Después de un rato, notó una leve corriente de aire que provenía de detrás de una estantería. Con esfuerzo, empujó la estantería, revelando una puerta oculta que se abría hacia un pasillo estrecho y oscuro.
El Cuarto Secreto
El pasillo era angosto y apenas iluminado por la linterna de Clara. Sus pasos resonaban en el espacio confinado, y el eco de su respiración parecía amplificado. Después de unos metros, el pasillo se abrió en una pequeña habitación circular, cuyas paredes estaban cubiertas de símbolos y escrituras en un idioma desconocido. En el centro de la habitación había una mesa de piedra, sobre la cual descansaba un libro antiguo y una serie de objetos rituales.
Clara se acercó con cautela, sintiendo un peso en el aire, como si la habitación estuviera cargada de energía negativa. El libro en la mesa estaba encuadernado en cuero negro y no tenía título. Al abrirlo, Clara vio que estaba escrito a mano, con ilustraciones detalladas de rituales y símbolos arcanos. El texto parecía una combinación de latín y otro idioma que no reconocía. Aunque no entendía la mayor parte del contenido, las ilustraciones y diagramas le dieron una clara sensación de peligro.
Mientras examinaba el libro, Clara sintió de repente una presencia detrás de ella. Se giró rápidamente, pero no vio a nadie. El aire a su alrededor se volvió más frío, y la linterna parpadeó. Un susurro inaudible llenó la habitación, y Clara sintió una mano invisible que la tocaba levemente en el hombro. Soltó un grito ahogado, retrocediendo hacia la mesa.
En ese momento, la linterna se apagó completamente, sumiendo la habitación en la oscuridad. Clara, luchando por no entrar en pánico, buscó a tientas su mochila, tratando de encontrar otra fuente de luz. Sus manos temblaban mientras sacaba una vela y un encendedor. Con dificultad, encendió la vela, cuya débil llama proyectó sombras danzantes en las paredes.
La luz reveló algo que antes no había notado: una inscripción en el suelo, justo delante de la mesa de piedra. Era un círculo de símbolos y letras, similar a los que había visto en el libro. En el centro del círculo había una losa de piedra, ligeramente elevada. Clara, impulsada por una mezcla de curiosidad y terror, se arrodilló para examinarla más de cerca. Al tocarla, sintió un suave clic, y la losa se desplazó, revelando un compartimento oculto.
Dentro del compartimento había una pequeña caja de madera, con una cerradura antigua. Clara, recordando una de las llaves que había encontrado en el sótano, la sacó y la probó en la cerradura. Para su sorpresa, la llave encajó perfectamente y la caja se abrió con un chasquido.
En el interior de la caja había varios objetos: un anillo de oro con una piedra negra, un pequeño frasco de cristal con un líquido rojo, y un pergamino enrollado. Clara desenrolló el pergamino, encontrando más símbolos y palabras en el mismo idioma extraño. Sin embargo, en la parte inferior había una frase en latín que pudo entender vagamente: "El portal debe ser cerrado para que la paz regrese".
La Maldición de los Blackwood