LUNDALETH. CENTURIA XXI.
ESTATUS CRONOLOGICO 5.
ESTADO TEMPORAL / PRESENTE
El legado de la familia Glinderhart comenzó con el nacimiento de la Duquesa Victoria Glinderhart Windrider. Como estaba escrito, el don fue pasado a su hija Eleonora Glinderhar, de la cuarta generación, y quedó establecido el lazo de sangre para la última viajera del tiempo.
Aunque no se conoce registro de las primeras generaciones, se dice que estas podían viajar a todos los estados temporales: pasado, presente y futuro. Sin embargo, por la ambición por el control y los secretos, los viajes fueron limitados por el lazo de sangre concediendo a la familia la capacidad de viajar solo al pasado. Por ello las dos últimas viajeras sólo podían usar su don para retroceder a través de las eras y no para avanzar. De igual manera los viajes al futuro fueron extinguidos por el lazo de sangre, y ahora se espera que la última viajera haga un cambio en el espacio cronológico.
El destino de nuestra familia ya estaba sellado desde antes que yo naciera, y es nuestro deber mantener el lazo de sangre hasta conocer a la quinta generación. Hemos estado esperando su llegada desde el estatus cronológico 4, pero creo que la espera ha terminado; se está viendo el nacimiento de un nuevo legado Glinderhart.
Victoria fue una mujer capaz de descifrar las pistas del lazo de sangre para proteger nuestra dinastía, y por ello tuvo dos hijas que pudieron dar inicio al destino de la última. Cada segunda hija lleva consigo el don, y con ello la oportunidad de viajar al pasado. Pero cuidado, si no se tiene control de este poder, puede quedar atrapado entre el espacio y el tiempo, logrando así cambiar la vida como la conocemos. Un viajero debe controlar su poder o corre el riesgo de quedarse por siempre en el pasado o, a su vez, viajará desmesuradamente entre el pasado y el presente.
Cada viajero lleva consigo una realidad que no altera el tiempo pasado y tiene un espacio cronológico único, presente o futuro pero no debe alterar las circunstancias de ese tiempo, porque creará una paradoja temporal.
—¿Mi deber también será proteger el lazo de sangre, abuela? —pregunta mi hermano Aidan con una mezcla de asombro y ansiedad en su voz.
Las historias de la abuela siempre han estado teñidas de misterio y fantasía, siendo entretenimiento para todos; su debilidad lo sobrenatural.
—Por supuesto, más tarde que nunca deberás aprender a hacer el guardián del tiempo, ya que una viajera de tu época se aproxima. —responde la abuela con solemnidad, sus ojos brillan de un conocimiento ancestral y no puedo evitar soltar una risita al ver el rostro de mi hermano.
El legado de la familia Glinderhar no es un cuento común para la abuela, y a la tierna edad de 10 años se convierte en tu anhelo ser el próximo guardián del lazo de sangre o, en mi caso, la última viajera. Sin embargo, con el paso del tiempo he comprobado que a mi abuela Isabella le encanta contar historias.
—Ya, eso es todo por hoy de las historias— interrumpo, buscando volver a nuestras obligaciones diarias, mientras entro en el pequeño diván de nuestra acogedora residencia. — Los viajes en el tiempo pueden esperar; la escuela y la universidad no, mamá te está esperando para irte pequeño.
—Está bien, seguiré escuchando más historias cuando venga del colegio —promete con entusiasmo antes de salir corriendo hacia el salón donde mamá lo espera lista para llevarlo al instituto con su abrigo en mano.
—Yo también tengo que salir rumbo a la universidad, si no, no llegaré a la clase de historia. Cuidate y por favor, no te pierdas en tus fantasías —le digo con cariño, dándole un beso en la mejilla antes de salir de la residencia.
No mucho después de salir de casa, una extraña sensación comienza a abrumarte y a medida que avanzó se vuelve más persistente. Parece que el ambiente ha cambiado, las calles emanan una extrañeza palpable, como si las vías por las usualmente tránsito se hubieran transfigurado en algo desconocido; tomo el bus que me llevara directo a la universidad que no está muy lejos y mientras tomo asiento la sensación se va apaciguando.
Este extraño efecto al que suelo llamar anomalía, podría deberse a mi herencia familiar, donde imaginar cosas e inventar historias fantásticas es algo común, o tal vez se la ciudad de Lundaleth que con su arte victoriano, te hace sentir en una dualidad entre la centuria XIX y XXI, como si viajaras de un estado temporal a otro.
Al llegar a mi destino la universidad Wilford un templo de conocimiento que hace medalla a su ciudad, parece desafiar el tiempo con su imponente arquitectura y sus pasillos que susurran historias de antaño. Cada rincón de ese lugar parece ser una puerta a otro universo, ofreciendo una experiencia que vuelve a hacerme sentir atrapado en un estado temporal, especialmente aquí donde el pasado coexiste con el presente.
—Otra vez divagando por ahí —la voz de mi amiga me saca de mis pensamientos.
—Este lugar me hace sentir… diferente —respondo, intentando describir esa sensación de estar desconectada de este tiempo lineal.
—Seguro que si, pero cada día te noto con más frecuencia en esa otra um… realidad —me acusa.
—No es para tanto, cada persona tiene sus manías —levanto su mano izquierda para ver sus uñas—. Tu, por ejemplo, no dejas de comerte las uñas.