El legado Oculto

Capítulo 34 -Demasiado cerca del fuego

Siento su respiración rozándome los labios.
El cuerpo tan cerca.
El calor.
La tensión que ya no se contiene.

El beso llega. Es suave, firme, húmedo.

Lo recibo con calma, pero no hay inocencia. Su lengua roza la mía con un ritmo constante, que no duda. La toca, la sigue, la busca como si supiera exactamente cómo hacerlo. Me arde el pecho. Aprieto su cuello con más fuerza.

Me dejo llevar. Me hundo sin pensar.

Su mano se desliza hasta mi espalda baja y me atrae con firmeza. No es un gesto casual, es claro. No quiere distancia. Y yo tampoco.

La música queda atrás. El resto también.

Su boca se mueve con la mía con una seguridad que me desarma. Me hace temblar las piernas. Nos separamos apenas para tomar aire. Un segundo. Tal vez menos.

Nos miramos.
Y lo acerco de nuevo.

El segundo beso no tiene medida. No hay pausa ni duda.
Solo ganas.
Solo hambre contenida.

Su lengua se une a la mía con más intensidad. Nuestros labios se aprietan, se abren, se encuentran una y otra vez. Me muerde con suavidad, y yo suelto un gemido bajo, casi inaudible, pero él lo siente. Lo sé porque su mano en mi cintura se cierra aún más, y la mía sube hasta su nuca, aferrándose.

Nos seguimos moviendo, todavía al ritmo lento de la canción, pero ya no estamos bailando. No de verdad. Estamos en lo nuestro.
En la forma en que nos buscamos como si el resto no existiera.

Cuando por fin nos separamos, respiramos agitados.
Mi frente choca con la suya.
No lo suelto. Él tampoco.

Y solo pienso una cosa... ya no hay marcha atrás.

La canción lenta se termina.

Entra otra más animada. Con ritmo. Con fuerza.

Las luces vuelven a girar más rápido. La música se siente en el pecho.

Ese cambio, por más sutil que sea, nos empuja de vuelta al mundo real.

Parpadeo. Me separo apenas y miro a mi alrededor.

Nadie está pendiente de nada. Cada quien está en lo suyo.

Parejas bailando pegadas. Amigos gritando el coro de una canción. Gente riendo.

Menos mal que estábamos en medio de una pista…
Porque si hubiéramos estado solos, esto se habría salido de control.

Ashton se aparta un poco más, pero su mano todavía está en mi cintura.

Nos miramos. Él sonríe, juguetón, y yo no puedo evitar reír.

Ya no estamos encerrados en esa burbuja, pero igual hay algo que sigue entre nosotros. Como electricidad que no se apaga tan fácil.

—Imagínate esto en otro lugar… —dice él, bajando la voz—. Sin ropa de por medio.

Me lanza esa mirada de medio lado. La misma que siempre usa cuando quiere provocarme.

Y lo logra.

—Eres un idiota —le digo, medio avergonzada, medio divertida, mientras le doy un golpe en el hombro —Vamos por las bebidas.

Nos giramos y caminamos entre la gente.

Gracias al señor, la barra está vez ya no está tan llena.

Nos acercamos. El bartender que nos atiende es el mismo de la última vez.

—Whisky en las rocas y un mule de bayas —pide Ashton.

El chico se da media vuelta y empieza a preparar las bebidas. No tarda mucho. Al regresar, deja los vasos frente a nosotros y cada uno toma el suyo.

—Espera —le digo a Ashton—. Me olvidé de pedir el de Mia.

—Cierto —responde, y enseguida le hace una seña al otro bartender que acaba de desocuparse —Me das otro mule de bayas, por favor —le dice.

El asiente sin problemas. Nos quedamos esperando unos minutos más hasta que vuelve con el tercer vaso y lo deja sobre la barra.

—¿Vamos a la mesa? —pregunto.

—Vamos.

Caminamos en silencio, con las bebidas en mano. La sonrisa aún no se me borra del todo. Siento su hombro rozando el mío a cada paso, y aunque no decimos nada, el aire entre los dos sigue cargado.

Al llegar a la mesa, Lukas nos ve enseguida y levanta las cejas.

—Míralos… por fin apareció la parejita del año.

Suelto una risa baja, sin dejar de caminar.

—¿Qué estás diciendo?

—Volví a la pista y no estabas tú, ni Lena. Me dijeron que tú y Ashton se habían ido a la barra —dice mientras da un trago a su vaso, apoyado en el respaldo de su silla como si estuviera contando una anécdota vieja—. Pasó una eternidad y nada… así que fui a ver si se habían perdido.

Mueve la cabeza, mirando hacia la barra con fingida preocupación.

—Y resulta que estaban comiéndose en medio de la pista. Muy civilizados ustedes. —Hace una pausa y se encoge de hombros—. Me regresé. ¿Qué iba a hacer yo ahí? ¿Interrumpir? Se notaba que estaban bien ocupados.

Marie, sentada a su lado, le da un empujón suave con el codo sin soltar su vaso.

—Eres un fastidio —le dice entre dientes, aunque sonríe.

—Por favor… —respondo, riendo con cierta vergüenza mientras dejo una de las bebidas frente a Mia—. No fue para tanto.

—Gracias —dice Mia, tomándola con ambas manos. Me lanza una mirada fugaz, entre curiosa y divertida, pero no dice nada.

Ashton se sienta a mi lado y deja su vaso sobre la mesa. Se reclina hacia atrás, relajado, como si la conversación no le afectara en lo más mínimo.

—¿Y los demás? —pregunto, mientras acomodo la silla y me acomodo el vestido.

—Ni idea —contesta Jonás, que estaba medio ausente, girando su vaso entre los dedos—. Creo que se fueron a dar una vuelta, o a buscar a Lena.

Asiento con la cabeza y me apoyo en el borde de la mesa.

La música suena, pero no molesta. Hay risas suaves, vasos a medio terminar y conversaciones cruzadas sin apuro.

—Juro que lo vi —dice Lukas, moviendo las manos como si necesitara reforzar la imagen—. Estaba solo, al medio de la pista, girando como si estuviera poseído. El tipo parecía sacado de una peli de terror.

—Tal vez lo estaba —suelta Mia, seria como una piedra.

—¡Qué cruel! —dice Marie, riendo—. Aunque… sí daba un poco de miedo.

Jonás lo mira con calma, apoyando un brazo en el respaldo de su silla.

—A ver, mucha risa y todo, pero… ¿tú te has visto cuando bailas?



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 04.08.2025

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