Casi no me di cuenta de todo el tiempo que había pasado en la fortaleza con Kyle hasta que todo se volvió oscuro. Había anochecido, pero yo no quería irme, no quería dejar a Kyle solo en aquella casa.
Habíamos estado hablando durante horas de lo que podría hacer desde mi posición en el castillo, para conseguir su indulto completo y a la única conclusión a la que habíamos llegado era que llegara a formar parte de la mesa redonda como reina, pero eso será algo imposible a no ser que consiga la legendaria espada Excalibur, y no era algo que se pudiera encontrar en un armario cualquiera. Según la leyenda, es entregada a su legítimo dueño, el único digno de gobernar Ávalon, por la Dama del Lago, aunque eso es algo que se leía en los libros de la Tierra, habrá que averiguar cuán cierta es esa leyenda.
El camino de vuelta al castillo se hizo más largo de lo que esperaba, y no por la oscuridad de la noche, sino por estar absorta en mis pensamientos, y por eso no me había percatado de la cantidad de gente que había en la puerta principal de majestuoso palacio. Miré con intriga al ver a una docena de caballeros, con sus armaduras al completo, mientras escuchaban con atención las órdenes de otro caballero que tenía pinta de ser el que mandaba entre ellos. Entre ellos también estaban Aldair y los hermanos Eric y Hillary, pero no podía entender qué pasaba hasta que no me acerqué un poco más.
-¡Mirad, ha vuelto! -Hillary gritó mientras señalaba en mi dirección y todos me miraron sobresaltados acercándose a mí con rapidez.
-Siena, ¿estás bien? ¿Dónde estabas?- Hillary parecía preocupada y me miraba el rostro con atención buscando algún tipo de herida.
-Estoy bien, sólo estaba por el pueblo, y puede que me perdiera un poco.- dije intentando que todos se calmaran a mi alrededor.
-Creíamos que Alistar había vuelto, nadie te vio salir.- Eric me miraba igual de preocupado que su hermana menor y no pude evitar soltar un suspiro a modo de disculpa.
-Bueno, ha resultado ser una falsa alarma, me alegra que se encuentre bien, princesa, pero debería comunicar a algún caballero cuando salga de palacio.- la voz del anciano pareció ser una órden para los caballeros que asintieron y volvieron de vuelta al interior del castillo.
-Volvamos dentro, debes estar helada.- Eric había colocado sus manos sobre mis hombros mientras caminaba tras de mí hasta que nos adentramos por la entrada principal del palacio.
-Gracias. -le dije en un susurro girando un poco la cabeza hacia él. Es verdad que tenía bastante frío, no sabía cuánto tiempo había estado andando de vuelta, pero hasta ese momento no me di cuenta de todo lo que había pasado en ese día.
El eco de nuestros pasos retumbaba en las paredes del largo pasillo que llegaba hasta las habitaciones, pero en un momento, miré a Eric que estaba a mi lado y le hablé en voz baja.
-¿Es muy tarde para comer algo?- podía sentir como mi estómago pedía comida, como si hubiera llevado días sin comer.
-Claro que no, iré a por algo de comer para todos. -Eric respondió mientras miraba a su hermana con una leve sonrisa.- Lleva a Siena a la sala de descanso, volveré en seguida.
Hillary me guió hasta una amplia habitación que había al final del pasillo, entendí por qué la llamaban sala de descanso. Había una pequeña mesa en el centro, para no más de cuatro personas, adornada con un pequeño jarrón con flores blancas en el centro. La mayor fuente de luz de la habitación provenía de la chimenea que había en la pared del fondo, tan grande, que hacía que el resto de lámparas de la habitación casi no sirvieran. Frente a la chimenea había varios sillones de tela gris, se veían demasiado cómodos, casi parecían más cómodos que cualquier cama, y me dirigí directa a sentarme en uno de ellos, frente al calor de la chimenea. Desde esa posición pude ver que el resto de la habitación tenía varias estanterías con libros, plumas para escribir y algunos juegos de madera que no supe identificar cómo funcionan.
-Este lugar es increíble, nunca deja de sorprenderme.- dije cuando Hillary se sentó a mi lado que no pudo evitar reír ante mis palabras.
-Sí, lo mismo te dije el día que llegamos Eric y yo.- su mirada se quedó fija en las llamas de la chimenea mientras me hablaba.- Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, desde el primer día fuiste muy buena con nosotros.
-¿Me podrías contar algo más sobre nosotros? ¿Algo importante que deba… recordar?- mi voz sonó con miedo, quería averiguar todo lo que pudiera sobre mi vida entre aquellos muros, pero me daba miedo toda la responsabilidad que conlleva.
-Bueno, esta es la sala de descanso como ya sabes, pero la mayor parte del tiempo no la usábamos para descansar, sino para seguir estudiando.- comenzó Hillary con una sonrisa.- Tú, a parte de entrar con mi hermano, asistías a clases de alquimia y hechicería conmigo, y aquí me ayudabas a avanzar bastante, pero ni Eric ni yo llegábamos nunca a tu nivel.- dijo sin dejar de sonreír.- Está claro que llegarías a ser una gran líder, heredaste lo mejor de tus padres, y todos aquí lo saben.
Miré a Hillary con una amplia sonrisa y al ver su mirada pude recordar un atisbo del cariño que le tenía, ahora que me fijaba bien en sus rasgos, me di cuenta de lo jóven que era, unos seis años más joven que yo. Tenía los mismos ojos negros que su hermano que destacaban sobre su rostro tan pálido como la nieve.
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Editado: 23.03.2024