Hoy vamos a conocer el hogar de Malquiur Malcon, nuestro detective de lo paranormal, su habitación estaba en el segundo piso y tenía la alarma puesta a las seis pero sin falta era despertado media hora antes por los graznidos del cuervo posado en la mesa de noche.
-¡Cierra el pico, Smoff!-le tiro un cojín y este atravesó al pájaro que ni se inmuto.
Uno creería que ya era bastante alucinar con un mago peliazul pero resulta que su alucinación tenia mascotas, Smoff el cuervo y Mirrors el gato, gracias a ellos Malquiur siempre se sentía acompañado pese a que vivía solo desde los diecinueve años.
Para muchos seguir una rutina es un decir, pocos se fijan en las pequeñas variables, para Malquiur era la base de su cordura, levantarse a la misma hora y del mismo lado de la cama, estirarse, dar catorce pasos hacia el cuarto de baño, lavarse la cara y cepillarse el cabello que siempre amanecía lleno de nudos, bajar a prepararse el desayuno, los jueves tocaban tostadas y cada dos jueves alternaba entre acompañarlas con jalea o con huevos revueltos, la cocina era espaciosa pero solo tenía vajilla para cinco personas y usaba siempre el mismo juego de plato, taza y cubierto; cubrió cuatro rebanadas de pan con mantequilla y las puso a tostar bajo la atenta mirada de Mirrors, podría haberle dicho que se bajara de la mesa pero en realidad no estaba sobre la mesa.
-Aredia está afuera-dijo Almantt, apartando su atención de la sartén.
-¿Qué dices?
En efecto, su asistente estaba dando vueltas frente a la cerca por alguna razón, como que quería y no quería entrar.
-Debí verla de soslayo-era su explicación cuando Almantt destacaba algo que no recordaba haber visto, abrió la ventana-¡Hey, Aredia!
-¡Aah!-se escondió pero salió enseguida-¡Perdón!, ¡Buenos días!
-¿Qué estás haciendo?, no te he llamado en dos días.
-No, si…yo no mas…es que pase por aquí y, bueno…
-¿Y bueno que?-le llego un olor-¡Los huevos!, ¡Solo entra!
Consiguió rescatar su desayuno, coloco los huevos y las tostadas en su plato y lo cubrió con una toalla de papel para que no se enfriase en lo que iba a abrir la puerta principal.
-Pasa, ¿está todo en orden?
-Sí, señor.
-¿Estabas preocupada por mi?
-No…
-¿Entonces a que viniste?, no quiero parecer grosero pero prefiero que las visitas se anuncien.
-¡Lo sé, si, es que me da mucha pena!-exclamo-el otro día vi su estudio y me quede como-hizo un gesto indescriptible-¡Tiene tantos libros!, ¡y es como antiguo, con chimenea y todo!-se puso colorada-¿puedo verlo de nuevo?, ¿me deja?
-A ver, quieta, ¿mi estudio?, ¿te apareces sin invitación para ver mi estudio?
-Es que esta muy bonito-dijo, bajito, como chiquita regañada.
-“¿Me creerías que le empiezo a ver lo adorable?”-dijo Almantt.
-Dios mío… ¿ya desayunaste?
-Antes de venir.
-Pues yo no, anda y date gusto, luego te veo.
-¿Si puedo entrar al estudio?
-Eso dije.
-¡Gracias!-le dio un abrazo y echo a correr para allá-¡Es el mejor, señor Malcon!
Un poco perplejo, Malquiur trato de volver a su rutina, la aparición de Aredia le había dejado desfasado, tomo su desayuno tres minutos y medio tarde y se le hacía raro estar comiendo en la mesa grande del comedor, solo, sabiendo que otra persona real se hallaba en la casa.
-Bueno, va a ser uno de esos días-tomo una tostada y se levanto.
Almantt se le había adelantado, observaba a Aredia desde un sillón, con Mirrors en el regazo y Smoff posado en el hombro, en la larga lista de asistentes de Malquiur solo había mostrado interés en las que poseyeran ciertos atributos y un sano amor por el conocimiento era el principal.
-No sé ni por dónde empezar, algunos se ven muy antiguos, debieron costarle una fortuna
Editado: 18.02.2019