Después de dormir una siesta, Rulfo fue a buscar a Durs y a Kenneth, quienes charlaban en la terraza, detrás del castillo.
―Hay algo que me inquieta ―comentó Rulfo.
―¿De qué se trata? ―preguntó Durs.
―Es respecto al espectro que nos estuvo siguiendo todo este tiempo.
―¿Grigori? ―preguntó Kenneth.
―Es que se supone que el plan de Grigori era despertar incertidumbre para que ustedes sacaran la tabla esmeralda de su escondite y le revelaran en dónde tenían presa a Baba Yagá.
―Sí, y casi lo logró ―dijo Kenneth con una sonrisa―, pero al final, sus planes no fueron como él quería.
―Pero hay cosas que no concuerdan ―dijo Rulfo―. Dejó pistas para que nosotros creyéramos estar en peligro y revelarle el escondite de su ama y obtener la tabla esmeralda. Pero él podía pasar de un Dei a otro sin necesidad de entrar por los submundos ¿Entonces por qué abrió portales en Saafiemes? Y entiendo que fuera capaz de asesinar a los orcos en Irt para despertar nuestro interés y miedo, pero si él necesitaba que llegáramos al libro ¿por qué nos puso en riesgo? Un leviatán en el subdei de agua y una luzmala en el dei de hielo, pudieron matarnos y no habría podido obtener el libro de Thot.
―Eso no lo había pensado ―meditó Kenneth, rascando su barbilla.
―Y otra cosa, ―continuó Rulfo―, el vicario mencionó que como Atish estaba atrapado en un inframundo, él era incapaz de hacerse escuchar, sin embargo, en la habitación oculta en la sala de pesca, Viviana y yo escuchamos una voz fuerte y clara. ¿De quién era esa voz?
―Creo que… ―Kenneth y Durs intercambiaron miradas―, después analizaremos con calma todos estos sucesos.
―Mira Rulfo ―dijo Durs―, hace algunos años que nosotros hemos estado preparando todo para recobrar el libro de Thot, para poder salvar al mundo de la destrucción humana.
―Pero no significa que sea lo único que necesitamos para salvarlo ―intervino Kenneth―. Otro grupo de los nuestros están ahora en Escocia, obteniendo otras cosas que necesitaremos en nuestra misión de salvar al mundo. Y por ahora, es en esa misión en la que nos concentraremos.
―¿Hay más magos? ―preguntó Rulfo.
―Otros diez magos adultos. Además de que, en la que ustedes nacieron como magos, fue la cuarta y última tétrada de esta temporada ―dijo Durs―. En las otras tres, se hicieron renacer a otros siete magos.
―¿Quiere decir que hay más niños como Viviana y yo?
―Cuatro niños y tres niñas más ―respondió Kenneth―, y ya que tenemos el libro de Thot en nuestras manos, creo que lo mejor será ponernos en contacto con ellos.
Esa misma tarde, después de que el museo cerrara, Soledad los llevó hacia un muro donde había preparado el dibujo de una casa rústica rodeada de enredadera. Agastya tomó a los niños de las manos y todos los magos cruzaron el dibujo hasta llegar a un lugar de clima frío y mucha vegetación, a un lado de Loch Garry en Escocia. Un hombre pelirrojo, robusto, de edad madura, les recibió en la entrada.
―¡Señores! ―dijo con una enorme sonrisa―. ¡Tanto tiempo sin verlos!
―Buen día, Aidan ―saludó Imamú.
Aidan abrió la puerta de la casa. Adentro estaban otra bruja joven de facciones asiáticas y un hombre de edad avanzada con aspecto indígena norteamericano.
Rulfo y Viviana no pudieron evitar sonreír al ver desde una ventana, a siete niños jugando en el traspatio, de diversas razas, pero todos de su misma edad.
―Imagino que estos son Rulfo y Viviana ―dijo Danbi, la bruja joven
―Los elegidos de Ikal para recobrar el libro. ―Agastya levantó en su mano un libro de pasta de piel gruesa y cuarteada, con pergaminos en lugar de hojas.
―Vengan ―Soledad les tomó de la mano―, les presentaré con el resto de los niños.
―¿Cómo les fue con lo del libro? ―preguntó Kayah, un hombre hopi.
―No fue fácil ―dijo Agastya―. Baba Yagá puso algunas trampas.
―Pero no sólo fue eso ―Durs inhaló con fuerza y se sentó a la mesa―, hay cosas muy extrañas pasando en los deis. Algo o alguien está abriendo portales. Han dejado pasar criaturas de los inframundos.
―¿No sería la misma Baba Yagá? ―preguntó Danbi.
―Ya lo analizaremos en su momento ―comentó Imamú―, no debemos distraernos. Ya tenemos el libro, y hoy mismo comenzaré a trabajar en las semillas que necesitamos para sanar a la tierra. ¿Ustedes ya consiguieron lo que nos hace falta?
―Creo que ya lo tenemos todo ―comentó el anciano Hopi―. Esos dos niños ―señaló a dos pequeños que estaban siendo presentados con Rulfo y Viviana―, hicimos bien al hacer caso a Kenneth en reclutarlos. Combinar la tecnología moderna con nuestra magia va a ser de mucha utilidad.
―De hecho, Shouta, Citlalli, Timtaya y Dharma están en Suiza, probando algunos aparatos que construimos con ayuda de ellos ―intervino el irlandés.
―¿Y qué hay de los portales interdimensionales? ―preguntó Durs.
―Atziri, Damyan y Auset pasaron un par de meses enclaustrados en las ruinas del templo de Salomón, consiguiendo los hexagramas que necesitamos para cruzar a las otras seis dimensiones. Usaron a esa niña, Irina ―Kayah señaló a una niña de pelo negro―, tiene un instinto muy poderoso.
―¿Ya les han explicado a estos niños lo que les espera? ―preguntó Kenneth.
―No. ¿Ustedes ya se los explicaron a Rulfo y Viviana? ―preguntó Danbi.
―Ya habrá tiempo para ello ―dijo Imamú con, mirándolos desde la ventana con una sonrisa maternal―, déjalos disfrutar unos días más de esa paz de la niñez. Ya tendrán tiempo para darse cuenta de que son parte de una lucha constante del bien contra el mal. Encontrar el secreto de las gemas del infinito nos ha llevado milenios. Podemos esperar unos días más.
FIN
Esta historia continua en "Las siete dimensiones"
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