Ella abre sus ojos y se levanta una vez más.
Aún confía en que su familia cambiará.
«No cambiarán.»
Ella sale a trabajar muy temprano por los niños,
tiene las manos heladas, respira hondo y sigue su camino.
Ella sabe que todos dependen de sus manos
y de hasta dónde llegue su cariño.
El aire corta su rostro cual cuchillos.
Hace demasiado frío.
Ella trae a casa el pan, y agradece por un día más,
pero últimamente desea no existir más.
Solloza en el baño, o escondida en otro lugar.
Tiene los ojos inyectados en sangre,
y cree que no lo podrá soportar.
Pero lo soportará.
Ella sabe que nada está bien,
y es consciente de que alguien conoce su dolor.
Ella creía haberlo ocultado muy bien.
Ella sabe que soy yo.
En ocasiones pierde el control.
Grita y golpea sus puños para liberar la tensión.
Sale a tomar aire para tratar de entender,
limpia sus lágrimas y pretende que nada pasó.
Ella sabe que yo lloro también.
Ella lava su cara, pone un poco de color,
sonríe lánguidamente y canta una canción.
Confía en un Dios omnipotente, y le reza una oración.
Ella cierra sus ojos e intenta descansar.
En la oscuridad desea la muerte, pero la muerte no llegará.
Al día siguiente ella abre sus ojos y se levanta una vez más.
#10636 en Otros
#3252 en Relatos cortos
universo del requiem, poesia relatos dolor depresion, oscuridad angustia muerte ira
Editado: 14.09.2024